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miércoles, 6 de abril de 2016

Nuestro muchacho en La Habana por @goyosalazar


Por Gregorio Salazar


Hay que tener bríos para caer en La Habana justo en la víspera de la llegada de Barack Obama y en medio de la enorme expectativa, diríase conmoción, por la presentación de los legendarios Rollings Stones.

Eso no puede hacerse sin riesgo de que quien compita con esos dos eventos de repercusión mundial pase ni siquiera como plato de segunda (o tercera) mesa, sino casi que como plus café, por mucho que el Granma consoladoramente le dedicara a Maduro unos espacitos en su primera página. 


Bien sabemos que cuando esta nota aparezca, el país ya habrá pasado varias páginas en la forma trepidante a la que estamos acostumbrados, y que posiblemente esté en plena efervescencia la discusión por la recién aprobada ley de amnistía y la reforma que aumenta el número de magistrados del TSJ, a ver si así se le pone definitivamente el cascabel a gato tan bellaco. Pero particularmente no me puedo sacar de la mente esas imágenes de Nicolás perdido en La Habana porque un jefe de Estado no puede andar por la vida como la propia piedra rodante.

Uno tiene derecho a preguntarse en cual categoría se ubican esas idas y venidas a la metrópolis.

¿Son visitas de Estado? Esta última se sabe que no, porque allí no hubo quien tocara un pífano a su llegada, mientras que el trompeteo con el presidente gringo fue espectacular. ¿Fue una visita deportiva? Tal vez, por lo olímpico del manejo protocolar, pero no por el lado de la competencia en el campo porque el juego de pelota fue entre criollos y yumas. ¿Fue una visita médica? Ni Dios lo quiera. Entonces, qué carrizo fue a hacer Nicolás a La Habana, tenemos perfecto derecho a interrogarnos con preocupación los venezolanos.

Dado que estamos a final del primer trimestre, ya salieron los mal pensados (yo me alineo entre ellos, déjeme decirle) a asegurar que tocaba rendir cuentas directamente a Fidel, cuya estampa fue otra de las cosas que me impresionó y hasta preocupó. Esa mirada clavada en el piso como si Nicolás no existiera, esa mesa ajustable llena de vasos medicinales, termómetro, cánulas y menjurjes, aunque también es cierto que no se veía ningún desfibrilador a la mano.

Digo que me preocupó esa estampa hierática de Fidel porque en el Caribe últimamente han tomado la extravagante costumbre de perpetuar a los finados con poses de gente viva. Así hemos visto algunos a quienes han velado montados en su moto, con casco, traje de corredor y todo. O jugando dominó con una runfla de blancos o sentado frente al televisor encendido. Es verdad que eso no es nada nuevo, pues aquí tuvimos a Tomás Lander 39 años sentado en su escritorio de la esquina de La Pedrera, como esperando un cliente, hasta que Guzmán Blanco, bien porque se cansó del espectáculo o porque las chiripas ya asomaban por los mangas del chaqué, ordenó su envío al camposanto.

No quiero hacer insinuaciones, simplemente digo que me preocupó, me preocupó...

Volvamos a la intención del viaje. Algunas luces nos dio Raúl cuando dijo que "no hubo tiempo para hablar de Venezuela". El porqué Castro y Obama, cabe preguntarse, iban a tener un tete a tete sobre nuestro caso cuando Nicolás estaba en Cuba es una pregunta que se cae de madura, a menos que Maduro haya caído por inocente. ¿No era posible una apertura, relajarse un poquito sin que eso significara derraparse en un menage a trois? Qué clase de pase por bolas (hablo de beisbol) intencional.

Qué triste. Nosotros aquí recogiendo firmas antidecreto, convocando marchas, poniendo en alerta al pueblo ante el inminente desembarco de los marines y el tío Raúl no puede darle al nuestro ni un chin así, como diría un dominicano. Y encima lo dice. Qué ingratitud, caballero. Yo, mínimo hubiera devuelto la medalla.

No cabe duda que si "Fidel es el hombre más informado del planeta", según la titánica jalada Maduro, nuestro hombre en La Habana fue el más bypasseado del hemisferio. Y así regresó.

04-04-16




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