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domingo, 17 de abril de 2016

¿UNA NUEVA ESTRATEGIA?, por @garciasim



Simón García 16 de abril de 2016

Existen motivos para reexaminar la estrategia que permitió la recuperación de la oposición. El primero es la existencia de una nueva relación de fuerzas. El segundo es que habiendo perdido la mayoría, el poder aún conserva un 22 % de seguidores. Es un apoyo a prueba de la vida de calamidades que llevamos todos y de las evidencias gubernamentales acerca de sus incapacidades, fracasos y destrucción constante del país.


Las encuestas muestran la actualidad y la urgencia del cambio. Más del 90% de la población se resiente por la crisis, más de un 80% rechaza las decisiones económicas del gobierno. Pero sólo un 55 % avala la renuncia de Maduro. Hay un desfase entre la oposición social y la política.

Los números sugieren muchas interrogantes. ¿Por qué el nivel de protesta no se corresponde con la contundencia del rechazo popular al gobierno?, ¿Ha tocado el oficialismo un lecho de roca que detendrá su erosión? Al pensar posibles explicaciones, debería ahondarse en las conexiones entre estas y otras preguntas con el discurso, los eventos, las diversas iniciativas ofensivas y reactivas puestas en acto por la MUD durante este año. El positivo desempeño en la Asamblea Nacional no tiene que nublarnos la mirada crítica.  

Detrás de los números, se revela la consolidación de una nueva mayoría social, políticamente plural y opuesta al dúo Maduro/Cabello; la tendencia en la oposición a incrementar una lógica polarizadora; la efervescencia de los dos extremos radicales está influyendo en la agenda pública; la cada vez más frecuente propensión del gobierno a colocarse en desacato de la Constitución Nacional y una creciente difusión de la protesta pequeña, espontánea y desarticulada. 

La actual estrategia del cambio se ha focalizado en cumplir las promesas parlamentarias y ofrecer, para salir de Maduro, todos los mecanismos constitucionales a mano de los ciudadanos. Pero esa generalización contiene la ambigüedad de no definir cuál es, en este momento, el eslabón más débil para golpear juntos en él. Por otra parte, permite que cada opción sea reducida al partido proponente, inhibiendo la acción unitaria. 

Esta dispersión, pareciera subestimar la autoritaria resistencia gubernamental a la democracia y el empeño a bloquear todas las salidas constitucionales manipulando la Constitución. En el manejo de la confrontación con el grupo del PSUV que se aferra al poder, pareciera faltar la evaluación sobre cuando conviene la respuesta frontal y cuando darle prioridad a ganar opiniones favorecer expresiones de respaldo en el campo de los indecisos o acentuar las posturas destinadas a neutralizar a sectores blandos del chavismo, reacios a darle un aval a ciegas a Maduro. Esta es una lucha que hay que ganar y lograr avances significativos en ella sin aplicar el lema bélico de Juego de Tronos: ganar o morir.

Existen otras ausencias en la estrategia actual. Las líneas para asociar partidos con descontento de la gente; las orientaciones para traducir las protestas en movimientos de propuestas; el mensaje para que las naturales conductas adaptativas a la crisis no apaguen las motivaciones al cambio; las iniciativas para practicar el entendimiento y las luchas compartidas con el pueblo chavista y sus sectores dirigentes críticos, a los que hay que ayudar a emerger, en vez de espantar. Se necesita un plan para impedir la suspensión de las elecciones regionales y para dejar sin apoyo las acciones del TSJ contra el Estado de Derecho y del CSE contra el revocatorio y la democracia participativa. Planes que deben tomar en cuenta a la calle y algo más.

Finalmente, el relanzamiento de la unidad y de un liderazgo colectivo que no puede desentenderse del desafío de ser los protagonistas de un nuevo momento fundacional de la república y de una sociedad más justa. La transición que viene debe reportar un verdadero cambio de época que hay que prefigurar dando respuestas, ahora, a los problemas, demandas y deseos de la gente.

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