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viernes, 26 de mayo de 2017

A mi compatriota, el soldado raso venezolano por @silvamichelena


Por Héctor Silva Michelena


El periodista Fernando Cámara de El Nacional (21/05/17), al reportar el gran triunfo de Venezuela sobre Alemania, en el mundial de fútbol sub-20 que se juega en Corea del Sur, recogió estas hermosas palabras de Rafael Dudamel, D.T. de la Vinotinto: “Hoy el país no pasa su mejor día, pasa por noches oscuras y le hemos dibujado una sonrisa a un país que tiene 40 días en lágrimas”. Cuando escribo, son 53 días, 50 muertos, centenares de heridos, más de 2000 detenidos, más de 150 encarcelados en celdas militares. ¿Quiénes lo han hecho? Soldados o guardias o policías o milicianos que son como tú, es decir que no tienes nada, que estás en el rango más bajo del escalafón militar. ¿Quiénes son los muertos, los heridos, los detenidos? Gente como tú y como yo, que sufrimos en carne propia y la de nuestros hijos y familiares la falta de alimentos, medicinas, seguridad y mucho dolor.

Pregúntate, soldado ¿por qué lo hacen y, sobre todo por qué no cesan, como el rayo de la libertad? Tú sabes que la Constitución es la norma suprema y fundamento de nuestro ordenamiento jurídico, que todas las personas y órganos que ejercen el Poder Público están sujetos a esa Constitución, nuestro contrato social, que tú, como yo, y el pueblo aprobamos en referendo universal, no sectorial, directo y secreto, en diciembre de 1999. Tú eres militar y sabes que, en ese Carta Magna se pauta que la FANB, “en el cumplimiento de sus funciones, está al servicio exclusivo de la Nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna”. Sabes que quienes marchan y disienten lo hacen con base a sus derechos civiles y políticos que les otorga la Ley Suprema. Sabes que como tú, nosotros los que marchamos somos del pueblo y, por lo tanto, intransferiblemente soberanos y depositarios del poder constituyente soberano. Y que ese poder nos faculta para convocar una Constituyente, y que la iniciativa de convocatoria la pueden ejercer varios actores, entre ellos el Presidente de la República.

Me dirijo a ti, soldado raso, que no tienes nada salvo tu inteligencia y, sobre todo tu conciencia de la vida, las heridas y la muerte. Una conciencia que es suprema porque nada está más arriba, ni la ideología ni la religión. Por eso, puedes o no ser creyente, creer en uno o en muchos dioses. Lo que no puedes es consentir que no tienes conciencia porque entonces no serías humano sino animal. No ignoras que los ciudadanos tenemos derecho a manifestar, pacíficamente y sin armas, sin otros requisitos que los que establezca la ley. No ignoras que se prohíbe el uso de armas de fuego y sustancias tóxicas en el control de manifestaciones pacíficas.


Yo sé que, como militar, así no seas raso, tus pilares fundamentales son la disciplina, la obediencia y la subordinación a tus superiores, que no son dioses y son falibles. Sólo hombres, son ciudadanos sujetos a la Gran Ley. Si la violan, esa Ley dice que deben ser enjuiciados, tras un debido proceso. Militar o civil, no debería importar. No olvides que la Fiscal General de la República afirmó el 31 de marzo pasado que dos sentencias del TSJ rompían el orden constitucional, nuestro Contrato Social, porque usurpaban las funciones del Poder Legislativo.

Clava en tu conciencia estas nuevas palabras de la Fiscal: “En lugar de propiciar equilibrios o generar un clima de paz, aceleraría la crisis, visto además el carácter sectorial o corporativo –de representación indirecta– que asoma el Decreto dictado por el Ejecutivo y que funge de líneas matrices para la elaboración de las bases comiciales del proceso de convocatoria”.

El Régimen, con sus acciones, está violando la Constitución que tú te diste, junto conmigo, junto con los venezolanos que votamos, directa y universalmente, sin sectores, en 1999. Y que se encienda ante tu conciencia suprema este artículo que tú aprobaste, con tu voto:

“El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos”.

Para no cansarte, compatriota fiel, te aseguro que, escribiendo estas líneas, pensaba en ti y en los versos que escribió, en 1921, el poeta nicaragüense Salomón del Valle, también pensando en ti, soldado de mi patria:

“Lo que te digo a ti y a ella te lo digo a ti. ¡Séme fiel, séme fiel! . . . ¿Me habrá olvidado? Vergüenza. Este era zapatero, éste hacía barriles, y aquél servía de mozo en un hotel de puerto. . . Todos han dicho lo que eran antes de ser soldados; ¿y yo? ¿Yo qué sería que ya no lo recuerdo? ¿Poeta? ¡No! Decirlo me daría vergüenza. He visto a los heridos: ¡Qué horribles son los trapos manchados de sangre! Y los hombres que se quejan mucho; y los que se quejan poco; y los que ya han dejado de quejarse! Y las bocas retorcidas de dolor; y los dientes aferrados; y aquel muchacho loco que se ha mordido la lengua y la lleva de fuera, morada, como si lo hubieran ahorcado!”

“La bala que me hiera será bala con alma. El alma de esa bala será como sería la canción de una rosa si las flores cantaran, o el olor de un topacio si las piedras olieran, o la piel de una música si nos fuese posible tocar a las canciones desnudas con las manos. Si me hiere el cerebro e dirá: Yo buscaba sondear tu pensamiento. Y si me hiere el pecho me dirá: ¡Yo quería decirte que te quiero!”

He visto a los heridos: ¡Qué horribles son los trapos manchados de sangre! Y los hombres que se quejan mucho; y los que se quejan poco; y los que ya han dejado de quejarse! Y las bocas retorcidas de dolor; y los dientes aferrados; y aquel muchacho loco que se ha mordido la lengua y la lleva de fuera, morada, como si lo hubieran ahorcado.

Me dirijo a ti, compatriota raso, ese que forma fila y alza el arma para reprimir. Yo sé que tú obedeces a los hijos benditos, y no a tu conciencia de hombre bueno: para ellos, tu conciencia no vale nada. Pero no olvides nunca tu raíz venezolana, tu naturaleza humana, tu condición humana. No quisiera que el fragor loco me lleve a recitar estas palabras de algún poeta:

“Busco en un jardín de piedra el cuerpo de aquel soldado, que su vida quedó en un lugar olvidado. Nadie nunca supo su nombre que solo su familia conocía, los mismos que le lloraron cuando vieron que no volvía. Jamás recogió medallas aunque en guerras participó, era ese hijo del pueblo que igual que vivió murió. Fue enviado a unas batallas de las que él culpable no era, a pelear con aquellos a los que sus madres también esperan, tan solo para satisfacer el egoísmo de los que en la retaguardia quedan. Son soldados de unas Patrias con banderas diferentes, pero en común todos tienen; el amor hacia su tierra, sus costumbres y sus gentes. Ahora ya pocos les lloran pues lagrimas pocas quedan, nadie sabe dónde están todos aquellos jardines de piedra, donde descansan sin nombre esos anónimos hombres, ¡los héroes de nuestra tierra!”

24-05-17




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