Freddy Paz 27 de mayo de 2017
Cualquier
persona que no viva en nuestro país podría preguntarse porque los venezolanos
expresan su descontento ante la situación actual del país. Y es comprensible
por mucha prensa y noticieros que puedan leer y ver en su país, no les da una
amplia visión de lo que aquí pasa. Hay que vivir en Venezuela para poder
entenderlo. Por cuanto es difícil hasta para los que despertamos a diario en
nuestro maltratado país.
La
escasez, la inflación, la inseguridad personal, el déficit de vivienda, un
sistema de salud anacrónico y carente de las condiciones mínimas necesarias
para dar soporte a aquellos que salvan vidas, servicios públicos inoperantes,
infraestructura vial destruida, transporte público del siglo pasado, escuelas
abandonadas, una inmensa burocracia acompañada de ineficiencia irritante,
corrupción, politización, desempleo, improvisación, e informalidad, encabezan
una larga lista de problemas que mantienen en jaque la vida de todos los
venezolanos.
En los
últimos 18 años el gobierno ha ido decretando aumentos anuales del salario
mínimo, sin embargo la situación de los trabajadores va en caída libre. En 2014
el salario mínimo era de 4.251,78 Bsf., pero ya para esa fecha era cuesta
arriba para un padre de familia hacerle frente a una canasta básica alimentaria
por el orden de los 13.482,26. El último aumento presidencial al salario mínimo
ubica el salario mínimo en 65.021,00 BsF para mayo de este año, pero según
cifras del CENDA, la canasta básica alcanzó el histórico de 1.214.020,00 BsF.
una insalvable y ostensible diferencia. Cómo hacemos los venezolanos para
alimentar, vestir, educar, garantizar salud y brindar algo de recreación a
nuestras familias cuando nuestro salario nos alcanza para poco más allá de 4
kilos de carne.
Vivimos
en una carrera contra el tiempo por la vida, bien de farmacia en farmacia en
busca de medicamentos, buscando algo de comer, o bien corremos rogándole a Dios
que el hampa desbordada no se interponga en nuestro camino.
Gobernar
no es ejercer el poder para “mandar” en contra de la voluntad popular, a costa
de los mecanismos más perversos con efectos negativos para la mayoría de los
que amamos la tierra que nos vio nacer.
Gobernar
no es comprar conciencias en épocas electorales, sin preocuparse si ese pueblo
puede comer o no, es ejercer el poder al servicio de todos los ciudadanos de un
país, sin distingos, es usar la voluntad política para garantizar bienestar
individual y colectivo, para hacer de la educación orgullo nacional tanto para
los que la imparten como para los que la reciben, es lograr que hasta en el
rincón más apartado de la geografía nacional sus gobernados sean sanos mediante
políticas de prevención de avanzada y que sus enfermos sean debidamente
atendidos en un sistema de salud de primera.
Pero
por sobre todas las cosas gobernar es tener la suficiente sabiduría y humildad
para escuchar la voz del pueblo y respetar su voluntad, sin tratar de
imponerles un modelo de quienes ejercen el poder. Es cumplir la sentencia
constitucional, de que “la soberanía reside en el pueblo”.
Cuando
el gobernante olvida que el pueblo lo eligió para que le sirviera, no para que
le hiciera sufrir, el pueblo se cansa, y un pueblo descontento solo pide
oportunidades, cambio, democracia y libertad.
Freddy Paz
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