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sábado, 27 de mayo de 2017

Reflexiones a destiempo por @miglatouche


Por Miguel Ángel Latouche


Dice Miguel de Unamuno que a los hombres se les conoce por sus obras y a las sociedades por su historia. De manera que tanto los hombres como las sociedades nos encontramos signados por nuestro quehacer. Es tanto como decir que aquello que hacemos define nuestro devenir y, en consecuencia, nuestro presente y nuestro futuro. Entonces, desde allí, uno se pregunta: ¿cómo es que llegamos a este punto en el que nos encontramos? Estamos frente a una sociedad invertebrada. Hemos sufrido una quiebra normativa. Se han roto nuestras contenciones morales. Todo esto nos ha colocado frente a una situación de violencia más o menos desbordada que no habíamos vivido desde hace ya mucho tiempo.

Del discurso de odio hemos transitado a una situación de odio generalizado. Claro, de aquellos polvos tenemos estos lodos. Durante ya muchos años hemos vivido una dura confrontación política que nos ha traído a este punto. Uno podía haberse imaginado que una situación de destrucción institucional como la que hemos vivido iba a traer consecuencias. Nuestra historia reciente se mueve en la lógica de la destrucción de la moralidad, de las normas mínimas de la convivencia. Los venezolanos vivimos en un presente permanente tratando de sobrevivir. El futuro ha dejado de ser parte de nuestra conversación cotidiana.

La implantación de la violencia no es un hecho de la casualidad, es el resultado del trabajo sistemático de una clase política demasiado inmadura para darse cuenta de la consecuencia de sus actos. Eso nos ha metido en esta ratonera colectiva en la cual nos encontramos. Ya lo hemos dicho antes, jugar Suma- Cero es demasiado peligro, es casi un acto de temeridad, sobre todo cuando lo que está sobre la mesa son las vidas humanas que se están perdiendo. Acá la gente habla fácilmente de confrontación violenta de manera ligera, como si se tratase de un juego. Al final de la historia uno entiende que priva la pasión desbordada, que nos movemos en el ámbito de la irracionalidad. Vivimos un tiempo lleno de peligros en el cual unos y otros, -todos-, nos encontramos expuestos y en riesgo.


Yo creo que es evidente que necesitamos rescatar el ámbito de la moralidad, redefinir los contenidos de las reglas del juego. Es necesario desmontar la situación explosiva en la cual nos encontramos. Tenemos el deber de comprender que las sociedades en conflicto terminan conversando y que pueden hacerlo antes o después de los muertos. Yo me pregunto: ¿acaso no es mejor hacerlo antes de que tengamos que contar un mayor número de cadáveres? Acá hay gente jactándose de que la gente supero a su liderazgo, como si eso fuese bueno. ¿Qué se hace con la fuerza de un río desbordado? La verdad es que absolutamente nada, para que esa fuerza funcione debe ser encausada. La sociedad venezolana se encuentra desbordada, eso no es motivo de felicidad o celebración.

Es necesario tenerle miedo a la anarquía. No hay nada más destructivo que el desorden. Tenemos que estar claros que más allá de posturas ideológicas, de aspiraciones personales, de compromisos partidistas, acá nos estamos jugando el futuro del país, que ese futuro nos pertenece a todos, nos necesita a todos. Yo creo que es necesario rescatar las posibilidades de reconocernos más allá de las diferencias sustantivas que pudieran existir entre nosotros. ¿Somos necesariamente enemigos irreconciliables? ¿Queda aún algún espacio para hacer política?

Yo creo que aún queda un espacio para negociar una solución a la situación de ruptura que vivimos. Prefiero buscar una solución constructiva que enfrentar la posibilidad de una confrontación civil. Prefiero estudiar la posibilidad de establecer mecanismos que permitan desmontar la lógica de terror que proviene de la represión gubernamental y que nos llega de los elementos irregulares que toman las calles y montan barricadas en contra de sí mismos. Prefiero la construcción de lo político desde la construcción con el otro que la lógica anarquizante que enfrentamos. De nuevo acá nos enfrentamos a demasiada incertidumbre. Se trata de desmontar un mal gobierno sin que exista un plan de reconstrucción nacional que sea lo suficientemente conocido.

Si se trata de hacer política entonces nos toca ser un poco más serios. Poner de manifiesto cual es la alternativa que se le ofrece al país, decir con claridad qué y desde donde se desea construir. Lo otro es pura habladera de paja, es un esfuerzo de tener a la gente en la calle como un ejercicio estético que nos muestra una masa sin ideología. Hacen faltas más y mejores propuestas.

26-05-17




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