Por Oscar Bastidas-Delgado
Los valores son pautas de
conductas adquiridas a lo largo de la vida de las personas, grupos humanos,
organizaciones y sociedades por influencias variadas: familiares, escolares,
religiosas, políticas u otras, que permiten discernir entre cuales límites
actuar ante determinados sucesos, son como rieles de un tren que conceden
límites a quienes los poseen, los principios por su parte pueden entenderse
como síntesis de los valores, como locomotoras que facilitan la comprensión y
aplicación de los valores; el valor de la democracia por ejemplo, puede ser
aplicado sin equívocos bajo el principio de “un ciudadano un voto”. La ética
por su parte sería la sinergia de los valores y principios, ella tiene aposento
propio en la mente de cada persona.
Los valores de unos pueden ser
jerarquizados con diferencia por otros; tomemos la democracia como valor de
referencia para ilustrar lo dicho. La democracia es un valor intrínseco que se
inicia con el debate entre ideas en la mente de una persona, ella se
exterioriza en las acciones y relaciones de esa persona con otras y, tal como
la varita del Rey Midas, debe convertir en democracia todo lo que toca pues la
democracia necesita de mas democracia para desarrollarse, hasta alcanzar
niveles nacionales y mundiales convirtiéndose así en un preciado valor
universal.
El valor y el principio de la
democracia están en juego en Venezuela; dos posiciones se enfrentan: 1.- La de
los ciudadanos que, vestidos de colores, la bandera en una mano, el “Gloria al
bravo pueblo” en los labios, y la alegría de un triunfo seguro, exigen
democracia y ocupan desde hace más de un mes las calles del país con sus
pacíficas concentraciones y marchas; y 2.- la de unos mercenarios que con
reconcomios azuzan a sus subalternos para que, con caras de tristeza y oscuros
uniformes, arremetan contra aquellos a cambio de espejitos de ilusiones y
prebendas.
La Real Academia Española
(RAE) es clara en cuanto a estos términos: por voluntarios comprende: “… Que
nace de la voluntad, y no por fuerza o necesidad extrañas a aquella”; 2. adj.
Que se hace por espontánea voluntad y no por obligación o deber. Por
mercenarios: “Dicho de un soldado o de una tropa: Que por estipendio sirve
en la guerra a un poder extranjero […]; 2. adj. Que percibe un salario por su
trabajo o una paga por sus servicios […]. Esta última acepción permite
afirmar que no solo son mercenarios quienes reciben paga por usar armas con
balas y lacrimógenas, también son aquellos de “cuello blanco” que detrás de
escritorios y sofisticados equipos de computación, controlan comunicaciones,
intervienen correos, y bloquean celulares de gente de oposición, entre otras
actividades.
Las fuentes financieras son
variadas con el erario público como base común, los guardias de la foto, los
policías, los cuellos blancos y los paramilitares de los colectivos son todos
funcionarios públicos. Esas fuentes se complementan con el chantaje de perder
el empleo, los pagos por participar en marchas, el “pónganme donde haiga”, y
las prebendas de un carnet de la patria que pretende desplazar la cédula de
identidad de la que el Libertador se sentiría orgulloso. Afortunadamente
existen deserciones; unos se sublevan; otros pasan a retiro o se niegan a
reprimir compatriotas; los más, pasan a engrosar el 90% de ciudadanos que
rechazan a quienes solo piensan en aniquilar oponentes para sobrevivir.
Sin dudas que la foto ut
supra es congruente con las definiciones aportadas. La costosa pared
metálica que el militarismo capitalista adquirió para su sobrevivencia,
establece un claro deslinde entre voluntarios y mercenarios. La democracia es
gemela de la libertad y el dúo Democracia-Libertad no acepta cuarteles.
Prefiero la lentitud de miles tomando una decisión, a la rapidez de UNO
decidiendo por miles.
26-05-17
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