La Razón 23 de mayo de 2017
Fernando
Mires/ profesor emérito en Política Internacional de la Universidad de
Oldenburg.
-El
Gobierno de Maduro mantiene un férreo control y no da signos de que vaya a
rectificar. Además, los sectores pobres, la mayoría de la población, no son muy
activos en las protestas. ¿Hacia donde conduce la situación actual? ¿Más
represión, cambios internos, elecciones anticipadas...?
-En primer lugar, creo que no es tan cierto que la población pobre no participa en las protestas. Sólo en Caracas las manifestaciones llegan a cientos de miles de personas. Han sido las más numerosas de toda la historia del país. Tantos ricos no hay en Caracas. Si se observa las manifestaciones en Brasil en contra de Temer, se puede ver que los sectores más pobres, a pesar de ser activados por el lulismo -que tiene todavía convocatoria popular- o las protestas del cristinismo en Argentina, va a notar que en cuanto a composición social no se ve ninguna diferencia con Venezuela. En los vídeos de las protestas fuera de la capital. Ahí se ve gente pobre, muy pobre.
En
cuanto a lo del férreo control mantenido por Maduro, es aventurado dar
opiniones definitivas. El componente civil del chavismo está muy dividido.
Basta leer la revista del chavismo “Aporrea“. Cada vez aumentan las posiciones
contrarias al régimen. Cada vez son más los militantes del chavismo que exigen
elecciones y no cambio de Constitución. Ex ministros de Chávez se pronuncian
públicamente en contra de Maduro. En Venezuela hay un fuerte chavismo
antimadurista. La popularidad de Maduro no alcanza al 12% según todas las
encuestas. Todos esos son síntomas de que el escudo militar, tarde o temprano,
deberá ceder. De eso estoy plenamente convencido.
¿Cree
que al Gobierno y a la oposición les interesan mutuamente los episodios de
violencia en las protestas para culparse el uno al otro?
–Las
cuatro principales demandas de la oposición son constitucionales: Libertad a
todos los presos políticos, creación de un cordón humanitario, devolución de
las competencias a la Asamblea Nacional y elecciones libres. El movimiento
social y político, iniciado por la oposición -pero que va mucho más allá de la
oposición- es constitucional y constitucionalista. Sus dirigentes lo han
definido como pacífico, democrático, electoral y constitucional. El
Gobierno está intentando llevar la confrontación al terreno de la violencia. Y
lo hace por la sencilla razón de que en todos los demás terrenos está
derrotado. Maduro no tiene el apoyo ni de los representantes de la cultura, ni
de las instituciones, ni de las organizaciones civiles, ni de las religiosas.
Fuera de las armas (por ahora) no tiene nada.
-¿La
convocatoria de una Asamblea Constituyente va a romper el sistema político
venezolano?
–La
Asamblea Constituyente propuesta por Maduro es una maniobra de última hora para
impedir elecciones democráticas en el país. Chávez, en los momentos de mayor
gloria, no intentó nada parecido. Maduro intenta refundar la República sin
elecciones y sin participación ciudadana. Esa Constituyente propuesta por él es
la copia de la Constitución de Mussolini. Es una Constitución fascista-corportativa,
mírese por el lado que se la mire. La gran paradoja venezolana es que el
sistema institucional está siendo violentado desde el Estado y la oposición
(incluyendo a la interchavista) lo está defendiendo. Es una situación muy
particular. En la mayoría de las insurrecciones habidas en América Latina ha
ocurrido justo al revés.
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