Por Leonardo Morales P.
La izquierda latinoamericana,
siempre se autoproclamó como una opción política capaz de adelantar los cambios
y transformaciones sociales que conducirían a los pueblos a liberarse de las
cadenas que le impedían el pleno desarrollo de sus sociedades; la dependencia a
centros de poder que imponían políticas en la región de acuerdo a sus intereses
y la corrupción, fueron argumentos de ayer y de ahora.
La historia de los países de
la región ha variado según el tiempo; por varios años las dictaduras dominaron
la escena en buena parte de estos países. El proceso de transición a la
democracia obtuvo un gran impulso con el fin de la llamada Guerra Fría .De esas
dictaduras militares que llenaron de luto y terror a todas las sociedades donde
implantaron su régimen solo queda el recuerdo y la aspiración de justicia. Al
día de hoy, solo queda como lunar cancerígeno el régimen comunista implantado
en Cuba
Desde finales del siglo pasado
y lo que va de siglo presente las cosas han variado. La izquierda, una vez
desandado el camino de la violencia, ha venido ocupando un lugar prominente en
la vida de la sociedad latinoamericana; importantes dirigentes, curtidos un
luchas obreras y destacados luchadores contras las dictaduras de su tiempo,
lograron, a través de elecciones democráticas, alcanzar el poder: Lula en
Brasil, Bachelet en Chile, Chávez y Maduro en Venezuela, los Kirchner en
Argentina, Ortega en Nicaragua, y otros tantos han, izando las banderas de la
igualdad, gobernado sus respectivas naciones.
Muchos han escrito sobre este
episodio en la vida de los países latinoamericanos, no obstante, siempre será
necesaria pasar revista sobre ellos para tratar de conseguir respuestas a
algunos temas que, de tanto en tanto, reaparecen. Comparten los partidos y
líderes de izquierda una misma visión sobre como adelantar los cambios en sus
respectivos países; su desempeño en el manejo de los fondos públicos es
moralmente inobjetable. Son algunas interrogantes que siempre aparecen en al
panorama político.
Un líder indiscutible del
izquierdismo que trasciende las fronteras de Venezuela y de Latinoamérica como
Teodoro Petkoff, en su libro “Dos Izquierdas”, (2005), hizo un importante
aporte a esa revisión. Allí dejaba establecido la existencia de una izquierda
genuinamente democrática y otra que si bien se había hecho del poder por medio
de las elecciones, era notable su devaneo por posturas no muy democráticas, a
quienes tildó como la “izquierda borbónica”.
Lo que está en duda es la
conducta moral de la izquierda latinoamericana, independiente de la
clasificación de Petkoff, de uno y otro lado hay un desempeño moral que va en
contrapelo con lo vociferado en torno del manejo de los recursos públicos; de
la llamada izquierda democrática, Lula y Dilma, en Brasil aparecen señalados de
manejos oscuros y cobro de comisiones. Petrobras y Odebretch han colocado al
liderazgo más importante de la izquierda brasileña en tela de juicio.
No solo allí se ventean malos
olores. El hedor llega al norte del gigante del sur salpicando a ese tipo de
izquierda de dudosas convicciones democráticas, pero con prácticas similares a
sus socios del sur: Chávez, Maduro y otros dirigentes han venido siendo señalados
de recibir de manos de contratistas brasileños aportes para sus campañas
electorales, ahora, la pestilencia aumenta con las revelaciones de Fiscal
chavista, Luisa Ortega Díaz, quien aporta informaciones sobre las enormes sumas
pagadas por Odrebretch a líderes del gobierno chavista y, además, del redondo
negocio en que se ha convertido destruir la industria nacional para importar
todo desde el exterior a precios de dólar controlado.
El rápido florecimiento que
observó la izquierda latinoamericana va ahora en retroceso no solo porque en
algunos de sus gobiernos fueron poco eficaces, sino porque moralmente tienen
poco que ofrecer. Una dirigencia que conduce el poder para enriquecerse con los
dineros públicos, nada tiene que decir sobre pulcritud y honestidad en el
ejercicio de la función pública.
26-08-17
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