Trino Márquez 24 de agosto de 2017
@trinomarquezc
El
régimen pagará un costo muy alto por destituir a la fiscal Luisa Ortega Díaz,
allanar su residencia y ordenar su captura, sin que tal orden, además, tenga
ninguna consecuencia internacional. La Fiscal legítima y única de los
venezolanos, veterana militante política de la izquierda, optó por revelar lo
que ya se sabía: la descomposición de una casta que utiliza todos los
mecanismos del Estado para concentrar poder y enriquecerse de manera obscena.
El
gobierno pensó que estaba acosando a un humilde estudiante de los que
participaron en las protestas de los últimos meses o a uno de los inermes
alcaldes opositores. Equivocaron el cálculo. Creyeron que Luisa Ortega se
acobardaría o que en nombre de lealtades pasadas, se inhibiría de arremeter
contra ellos para preservar lo poco que queda de los viejos ideales con los
cuales llegaron algunos chavistas al poder hace casi dos décadas. Maduro, en
vez de negociar con la Fiscal para atenuar el choque con la cúpula del
chavismo, la atacó –junto a su marido, el diputado ex oficialista Germán
Ferrer- con sus perros de presa. Se comportó dentro del más rígido esquema
estalinista, sin darse cuenta de que los tiempos cambiaron. El gobierno está
desprestigiado y ya no posee una abultada chequera petrolera para obtener respaldos
internacionales o lograr que los países importantes de la región, se hagan los
desentendidos frente a los desmanes del madurismo.
Las
acusaciones de Ortega Díaz contra Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Jorge
Rodríguez y Tarek William Saab, que se plantearán en numerosos escenarios
internacionales, seguramente no tendrán ninguna consecuencia jurídica dentro
del país. No serán los magistrados del TSJ quienes salgan a exigir que se
realice una investigación objetiva y exhaustiva de esas denuncias y de las
pruebas presentadas. Maikel Moreno y su corte no se inmutarán. Al contrario,
habrá manifestaciones de solidaridad y hasta de admiración con esos señores
Sin
embargo, en el plano internacional la cosa será completamente distinta. El
escándalo de Odebrecht desató un huracán en el continente, del cual Venezuela
no escapará, aunque el TSJ y la constituyente se hagan los locos. En Brasil, el
idolatrado Lula fue condenado a nueve años de prisión. Su sucesora, Dilma
Rousseff, fue salpicada por el escándalo, viéndose forzada a abandonar el
Palacio del Altiplano. En Perú, Ollanta Humala y su esposa Nadine Heredia
fueron a parar a la cárcel. En Ecuador, Lenín Moreno se distanció del
insufrible Rafael Correa, en gran parte por las secuelas provocadas por las
comisiones pagadas en ese país por ese imperio brasileño. El impacto sobre el
gobierno de Maduro vendrá por el lado de la ya escasa confianza que inspira su
gobierno en los inversionistas y financistas foráneos, y en su capacidad de
colocar los bonos de la deuda pública en el exterior. Con los señalamientos de
la Fiscal el descrédito será aún mayor. La vulnerabilidad económica del régimen
aumentará.
Las
imputaciones de Luisa Ortega a integrantes de la cúpula madurista, se agregan a
la interminable cadena de denuncias de casos de corrupción en las que aparecen
involucrados militares y civiles del ´régimen: Cadivi, pudreval, las comisiones
de Pdvsa, el plan Bolívar 2000, el desfalco con las empresas eléctricas de
maletín, la compra fraudulenta de medicinas, las comisiones por la adquisición
de armamentos, la quiebra de las empresas estatizadas, los negociados en torno
a la red de distribución de alimentos, el contrabando de extracción de
gasolina. La trama de la corrupción alcanza dimensiones gigantescas. Esa red de
complicidades conforma una de las causas que explican por qué una nación de
dimensiones medianas como Venezuela, no prosperó a pesar de haber recibido
cerca de billón y medio de dólares en menos de veinte años, entre el ingreso
por exportaciones petroleras y el pago de tributos internos. Gran parte de esa
inmensa fortuna, suficiente para desarrollar toda Suramérica, fue a parar a las
cuentas de los altos jerarcas del régimen y sus testaferros.
Luisa
Ortega Díaz develó de nuevo la podredumbre del gobierno e incrementó todavía
más el costo de continuar manteniendo en el poder a esa especie depredadora.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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