Editorial
El Nacional
El secretario general de la
OEA, Luis Almagro, participó el lunes 13 en una reunión informal del
Consejo de Seguridad de la ONU para tratar el caso venezolano. No sorprendió
por la contundencia de sus afirmaciones, ni por las informaciones precisas que
maneja sobre la dictadura de Maduro, sino porque se pueden contrastar con las
vacilaciones de la MUD y con las declaraciones de la mayoría de los líderes de
la oposición venezolana, sin mayor fundamento.
Almagro basó su discurso en el
hecho de que, bajo ningún respecto, se podía ocultar el ataque de la dictadura
venezolana a los derechos humanos de la ciudadanía que la padece. Planteó la
situación nacional como una constante agresión del régimen a las
manifestaciones políticas, y dedicó un tiempo importante de la intervención al
señalamiento de los vejámenes, la tortura y el asesinato de manifestantes
llevada a cabo por las fuerzas de seguridad del Estado.
Frente a esa situación están
los principios fundamentales de la civilización contemporánea, y los valores
consagrados por los tratados que han suscrito la mayoría de los países del
mundo en el foro internacional, agregó Almagro. Por consiguiente, llamó la
atención sobre la obligación que tenía el Consejo de Seguridad de no ignorar
una situación que, pese a que se limitaba a los confines de una nación en
particular, trascendía los límites de la especificidad para convertirse en un
problema de dimensiones universales.
No solo destacó el secretario
general de la OEA por la magnitud de los problemas que planteó, por la
trascendencia que dio a la crisis venezolana a través del señalamiento de
evidencias duras e incontrovertibles, sino también por la coherencia de su
intervención. Pasó de una idea a otra sin hacer cabriolas. No dejó aspecto
importante sin tratar. En suma, no se conformó con una presencia de relumbrón.
Una ilación digna de encomio distinguió la pieza oratoria, para dejar la
sensación de que no improvisaba cuando agarraba al toro por los cuernos.
Almagro no dio una sorpresa en
esta ocasión, desde luego. Estamos acostumbrados a la seriedad de sus
participaciones públicas y a la solvencia que ha caracterizado a los informes
preparados por la OEA bajo su coordinación. Es, por consiguiente, un aliado
fundamental de la democracia venezolana y un compañero de camino que se
ha hecho imprescindible para nuestra sociedad democrática.
Volvemos ahora a un aspecto de
todos conocido simplemente para que tratemos de hacer una analogía con los
discursos de la oposición venezolana, con las incoherencias que a menudo
desembuchan sus voceros, con la falta de contundencia que generalmente
distingue el manejo de las ideas que deben servir para el ataque de la dictadura,
pero que solo lo hacen a medias o a duras penas.
¿No se pueden comportar como
estadistas, o no están en capacidad de hacerlo? ¿Balbucean a propósito, se
quedan en la mitad del camino de manera premeditada, o porque no saben cómo
seguir hacia adelante? La aludida intervención del secretario general de la OEA
invita al planteamiento de estas serias cuestiones.
15-11-17
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