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lunes, 13 de noviembre de 2017

Venezuela en default, por Miguel Méndez Rodulfo



Miguel Méndez Rodulfo 12 de noviembre de 2017

Corpoelec entró en default, o incumplimiento de pago, al no cumplir con el desembolso a los tenedores del bono “Elecar 2018” por valor de US$ 27,6 MM, luego que el 9 de noviembre concluyó el período de gracia de 30 días para su cancelación. Wilmington Trust, organismo encargado en USA de la sindicatura de bonos, fue notificado del default por el agente de pagos, luego que éste confirmó no haber recibido el desembolso correspondiente. Según el cronograma de pago de los bonos venezolanos, la transferencia para honrar este compromiso por parte de Elecar debió ejecutarse el 10 de octubre. De acuerdo con el contrato de fideicomiso, el pago de los intereses vencidos debió realizarse en o antes del 9 de noviembre (el pasado viernes). Los papeles de Elecar fueron colocados por un total de US$ 650 MM al 8,5%. La falta de pago del cupón, o el default, causa ahora que el reclamo legal de los acreedores sea por la emisión completa y no sólo por los intereses no cancelados. A diferencia de los intereses, las amortizaciones o vencimientos de capital, tienen sólo tres días hábiles después del vencimiento para pagarse, debido a que corresponde a sumas de mayor envergadura.

Tal parece que la quiebra de las finanzas públicas hace necesario priorizar los bonos a pagar e intentar “refinanciar o renegociar” (como dice ahora Maduro) la deuda con los tenedores de bonos, para ello el gobierno convocó el día 13 a una reunión en Caracas a los poseedores de bonos venezolanos. El caso es que las sanciones de EEUU, las bajas expectativas de un buen acuerdo y la integración del equipo negociador venezolano, han minimizado el interés de los inversores internacionales por acudir a la cita. Así el gobierno prefiere incurrir en default con la deuda soberana, o con la de Corpoelec, pero en cambio acepta cancelar la deuda emitida por Pdvsa, ya que ésta tiene el colateral o la garantía de Citgo y puede ser objeto de embargo por los acreedores.

La situación de la economía venezolana es catastrófica, tras cuatro años seguidos de contracción lo que ha colocado al país a las puertas de la hiperinflación: 1.000% este año y 2.000% el año que viene. La producción petrolera cayó sostenidamente desde 2008 hasta los actuales 1,9 MM de barriles diarios. Las reservas internacionales que se ubican en poco menos de US$ 10.000 MM, pueden cubrir la deuda de corto plazo, pero no alcanzan a cubrir la deuda de largo plazo. En lo que queda del año Venezuela tiene otros vencimientos por un total de unos 1.470 millones de dólares. La ausencia de un plan económico que demuestre la capacidad de pago de Venezuela, es una situación que dificulta las negociaciones para una refinanciación al igual que la inestabilidad política y el quiebre institucional del país. Todo ello configura un cuadro de desconfianza que hace inviable las negociaciones.

En el ADN del país, desde el bloqueo a los puertos ocurrido en 1902 durante el régimen de Cipriano Castro, Venezuela siempre ha pagado religiosamente su deuda y bien sabe cuáles son las consecuencias de un default, por lo que ha evitado convertirse en un paria de los mercados financieros internacionales, hecho que impediría conseguir créditos a tasas razonables, sin tener que pagar intereses mucho más altos por el riesgo de impago que correrían los acreedores. En caso de default los tenedores de bonos pueden eventualmente embargar activos en el exterior, por lo que en la contienda tribunalicia, un país en default queda expuesto a eventuales represalias de países en los que residen los acreedores.

El panorama no es nada claro para el gobierno; las posibilidades son remotas de que los tenedores accedan a una refinanciación que le otorgue al gobierno mejores condiciones para pagar la deuda, dada las sanciones, la desconfianza y el mal estado de la economía, sobre todo que el régimen carece de un plan económico para salir de la crisis. El default va a agravar las severas carencias que ya padece el pueblo venezolano.

Miguel Méndez Rodulfo

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