SJ. Luis Ugalde 17 de enero de 2019
No
tenemos presidente electo sino un usurpador con poder y nuestra legitimidad
democrática encabezada por la AN necesita un poder mayor para sacarlo,
restablecer la Constitución y elegir presidente democrático. Creo que esta
semana mi mejor aporte es difundir este oportuno y trascendente documento
episcopal del 9-01-19.
Exhortación
del episcopado venezolano
“Lo
que hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron”
(Mt 25,40).
1.- Los arzobispos y obispos de Venezuela, con
ocasión de la 111ª Asamblea Ordinaria, conscientes de nuestra responsabilidad
espiritual y moral como ciudadanos y pastores, nos dirigimos al pueblo de
Venezuela, al que pertenecemos y del cual somos servidores. Recibimos el año
2019, con la confianza puesta en Dios, como una buena oportunidad para el
cambio que el país pide a gritos: la recuperación del Estado de Derecho según
la Constitución y la reconstrucción de la sociedad venezolana, en dignidad,
libertad y justicia para todos. Queremos alentar la verdadera esperanza del
pueblo, sustentada en el misterio de la Navidad que celebra que el Hijo de Dios
se hace humano y pobre para hacernos más humanos y solidarios.
2.- Como pastores, tenemos la obligación de
preguntarnos por el sentido ético de la gravísima situación que estamos
viviendo. Nuestras apreciaciones nacen de una valoración moral sobre la
dignidad humana violentada, el bien común irrespetado y la verdad manipulada.
San Oscar Arnulfo Romero, profeta y mártir de América, dijo: “Si hay un
conflicto entre el gobierno y la Iglesia, no es porque la Iglesia sea opositora
sino porque el conflicto ya está establecido entre el gobierno y el pueblo, y
la Iglesia defiende al pueblo” (homilía del 21-10-1979). Todo poder humano es
transitorio y se legitima si en su ejercicio produce un bienestar colectivo con
especial atención a los pobres y excluidos, logrando así una sana convivencia
en la pluralidad y la diferencia. El pueblo venezolano vive una situación
dramática y de extrema gravedad por el deterioro del respeto a sus derechos y
de su calidad de vida, sumido en una creciente pobreza y sin tener a quién
acudir. Es un pecado que clama al cielo querer mantener a toda costa el poder y
pretender prolongar el fracaso e ineficiencia de estas últimas décadas: ¡es
moralmente inaceptable! Dios no quiere que por el sometimiento a injusticias
sufra el pueblo. Urge, por tanto, asumir el clamor popular de un cambio, de una
concertación para una transición esperada y buscada por la inmensa mayoría.
3.- Como señalamos en nuestra Exhortación del
11 de julio de 2018, “reiteramos que la convocatoria del 20 de mayo (para
elegir el presidente de la República) fue ilegítima, como lo es la asamblea
nacional constituyente impuesta por el Poder Ejecutivo. Vivimos un régimen de
facto, sin respeto a las garantías previstas en la Constitución y en los más
altos principios de dignidad del pueblo” (No temas, yo estoy contigo, n. 6).
Por tanto, la pretensión de iniciar un nuevo período presidencial el 10 de
enero de 2019 es ilegítima por su origen, y abre una puerta al desconocimiento
del gobierno porque carece de sustento democrático en la justicia y en el
derecho.
4.- En esta crisis política, social y
económica, la Asamblea Nacional, electa con el voto libre y democrático de los
venezolanos, actualmente es el único órgano del poder público con legitimidad
para ejercer soberanamente sus competencias. En efecto, hace tres años
(1-12-2016) el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pietro Parolin,
pidió que se restituyera cuanto antes a la Asamblea Nacional el papel previsto
en la Constitución. El voto de confianza que el pueblo venezolano le ha conferido
debe ser retribuido con el cumplimiento de los deberes de los diputados,
diseñando y redactando las leyes que necesita el país para el restablecimiento
de la democracia y la vuelta a la decencia y honestidad en la administración de
los fondos públicos. El papa Francisco en el Mensaje para la Jornada Mundial de
la Paz de este año nos interpela: “La función y la responsabilidad política
constituyen un desafío permanente para todos los que reciben el mandato de
servir a su país, de proteger a cuantos viven en él y de trabajar a fin de
crear las condiciones para un futuro digno y justo. La política, si se lleva a
cabo en el respeto fundamental de la vida, la libertad y la dignidad de las
personas, puede convertirse verdaderamente en una forma eminente de la caridad”
(1-1-2019).
5.- Los venezolanos no podemos ser simples
espectadores de lo que sucede en el país, pues somos ciudadanos y, como tales,
actores de primer orden. La defensa de la libertad ha costado mucha sangre y
muchos sufrimientos, para ver de lejos lo que la mayoría rechaza: políticas de
hambre, persecución política, represión militar y policial, presos políticos,
torturas, corrupción, ineficiencia e ineficacia en la gestión pública. Como
ciudadanos y como instituciones nos toca asumir las responsabilidades que nos
competen para mejorar la actual situación y recuperar el país con sus valores y
potencialidades. Esto exige la articulación de todos los sectores sociales,
promoviendo la creatividad y proactividad de muchas personas en la búsqueda de
soluciones.
6.- Como dijo el papa Francisco, es necesario
buscar juntos caminos de “concordia” y entendimiento, de unión del pueblo
venezolano, de respuestas a los múltiples problemas y de defensa de los
derechos humanos que nos permitan superar la crisis y atender a los más pobres.
¿A quién bendice nuestro Dios en la actual situación dramática de Venezuela? La
respuesta que nos da Jesús es clara, profunda y desafiante: “Vengan benditos de
mi Padre… porque tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de
beber; era emigrante y me recibieron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo,
y me visitaron; en la cárcel y me vinieron a ver” (Mt 25,34-36). Es una
pregunta acuciante para todas las personas de buena voluntad, cuya respuesta
debe llevarnos a una acción eficaz.
7.- Somos conscientes de que cuanto se haga por
los más pequeños es a Cristo a quien se le hace, y por ello como Iglesia nos
comprometemos en las diócesis y en las parroquias, en primer lugar, a seguir
ayudando a la supervivencia, tanto de los más débiles y desprotegidos dentro
del país como a los que han emigrado buscando trabajo y mejores condiciones de
vida, así como refugio y asilo. En segundo lugar, a continuar trabajando en la
defensa y promoción de los derechos humanos, en particular de los que carecen
de todo, de los amenazados de muerte, de los perseguidos y privados de
libertad. En tercer lugar, con mayor ahínco, nos proponemos seguir
desarrollando programas de formación y organización que permitan la
recuperación de la institucionalidad democrática y la reconstrucción del país
de una forma pacífica. Todo esto enmarcado en el proceso de evangelización que
promueve los valores de verdad, autenticidad, justicia, solidaridad, paz,
reconciliación y fraternidad.
8.- Tenemos muchas razones para agradecer a
personas e instituciones. Al santo padre Francisco por su constante cercanía y
preocupación por nuestra patria. El 7 de enero de 2019, en el discurso a los
miembros del cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, expresó: “Deseo
para la amada Venezuela que se encuentren vías institucionales y pacíficas para
solucionar la crisis política, social y económica, vías que consientan asistir
sobre todo a los que han sido afectados por las tensiones de estos años y
ofrecer a todo el pueblo venezolano un horizonte de esperanza y de paz”.
Igualmente, agradecemos a las iglesias y gobiernos de diversos países su
solidaridad y su atención a los compatriotas que, producto de la crisis, han
tenido que dejar el país en búsqueda de mejores condiciones de vida. Apreciamos
el trabajo pastoral y de solidaridad que desarrollan día a día los sacerdotes,
diáconos, religiosas y laicos, así como las muchas iniciativas que en este
campo se están llevando adelante desde Cáritas a escala nacional, diocesana y
parroquial, desde la Comisión de Justicia y Paz y las vicarías de Derechos
Humanos, de otras organizaciones y asociaciones. Invitamos a articular
iniciativas y proyectos en favor del pueblo a los hermanos de otras iglesias y
de otras religiones, a las instituciones públicas y privadas, a los
empresarios, profesionales, trabajadores y obreros, para trabajar por la paz y
por un mejor país.
9.- Como creyentes cultivemos la oración
personal y comunitaria. Con María, proclamemos que la misericordia de Dios
llega a sus fieles de generación en generación, “porque el Señor hace proezas
con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón y derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes” (Lc 1,51-52). Aprendamos de María, nuestra
Madre, que Tú, Señor Jesús, eres el alfa y la omega, el principio y fin de
nuestra existencia, nuestro pan para el largo camino, nuestra alegría completa,
nuestra paz duradera. Amén.
Con nuestra bendición,
Los arzobispos y obispos de Venezuela
Caracas, 9 de enero de 2019
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