Carolina Jaimes Branger 17 de enero de 2019
Yo,
Pedro Carmona Estanga, en mi condición de presidente de la República de
Venezuela, juro ante Dios Topoderoso, ante la Patria y ante todos los
venezolanos reestablecer la efectiva vigencia de la Constitución de la
República de Venezuela de 1999 como norma fundamental de nuestro ordenamiento
jurídico…”
Lo que
sucedió a continuación de aquel juramento, es historia. Fue una de las metidas
de pata más grandes que se hayan cometido en nuestro país. Y aunque no creo que
corramos el riesgo de que algo así suceda de nuevo, siento que advertir nunca
está de más… Sobre todo, porque leo y veo a mi alrededor ciertas urgencias que
podrían hacer mucho daño y nada bien.
Aún a
estas alturas –y viendo lo exitoso que ha sido el diputado Juan Guaidó en el
manejo de su delicadísima posición en y desde la presidencia de la Asamblea
Nacional- hay factores que le exigen (más que pedirle) que se juramente como
presidente de la república. ¿No fue acaso suficiente el ejemplo de Carmona?…
Una inconstitucionalidad no puede resolverse con otra inconstitucionalidad. Una
injusticia no se resuelve cometiendo otra injusticia. Y lo que sucede hoy en
Venezuela no está previsto en ningún artículo de la Constitución. Cuando algo
así sucede, le tocaría a la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de
Justicia decidir qué es lo que procede, pero en Venezuela el TSJ es espurio…
Doble problema. Por eso hay que ir con pies de plomo, dando pasos certeros,
pero sin apuros. Del apuro sólo queda el cansancio.
Guaidó
ha estado impecable, por decir lo menos, en sus alocuciones. Puso la pelota en
el terreno que él quiso y no, como ha sucedido en los últimos años, en donde
quiere el régimen. Tiene a toda la comunidad internacional demócrata y
civilizada de su lado.
¡Va
bien!
Estoy
consciente de lo delicada de la situación que atravesamos, porque la alta
cúpula chavista no tiene escapatoria y es capaz de lo que sea, pero por primera
vez en mucho tiempo siento que lo que se está haciendo es lo que debe hacerse y
desviarse de ese camino es correr un riesgo absolutamente innecesario… y
peligroso. Por eso quiero recordar el fracaso de Carmona, un episodio en el
cual –como escribí en aquel momento- no sólo se cometieron todos los errores
que pudieron cometerse, sino que se inventaron nuevos.
Ya
hemos visto acciones, reacciones y comentarios contradictorios en los
principales voceros del régimen. ¿No es lo que queríamos, descolocarlos, para
que se hagan más evidentes sus costuras rotas? ¿No era precisamente lo que se
buscaba, que no supieran qué hacer, ni cómo hacerlo?
Cada
día que pasa Guaidó se hace más fuerte y más popular dentro y fuera de
Venezuela. Tiene los ojos del mundo encima y advertencias serias de que no
permitirán que se le haga daño a él y a ningún otro diputado. La Ley de
Amnistía que presentó Delsa Solórzano es intachable. Todo está preparado para
una transición sin violencia… La violencia sabemos de qué lado está…
Juan
Guaidó, eres joven y brillante. El espejo de la Venezuela que esperamos
comenzar a reconstruir dentro de muy poco. “Calma y cordura”, como dijo López
Contreras, quien, como a ti hoy, le tocó guiar a Venezuela de una férrea
dictadura a la democracia. Por no tener calma y por perder la cordura hemos
padecido esta pesadilla diecisiete años más de lo necesario. Tienes a la gran
mayoría del país de tu lado, y si aún no lo creen, que esperen ver la
manifestación de apoyo popular que te daremos –a ti y a la AN- el próximo 23 de
enero...
Carolina
Jaimes Branger
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