Por Simón García
Es hora de empeñarse en un
mismo propósito, con reglas precisas y diversidad de opiniones, en medio de una
deplorable situación país que no acepta que sigamos tratando el poder con
esquemas fantasiosos. Hay que metabolizar errores y crear nuevas propuestas, si
no queremos arar sobre nuestros tropiezos.
El 2018 concluyó con un
copioso aspersorio de rumores, buenos deseos, llamados morales y caribeños
juegos de trono destinados a reducir el mes del dios Janus a dos días mágicos.
La vocinglería extremista enrollada en su rayada película blanco y negro,
profetizó la inminente caída de Maduro. Todavía hay gente, de fe buena y
preocupante ingenuidad, esperando que el 10 arribe la flota del embuste.
Pero ni Nuestradama de las
hechicerías antipolíticas ni su séquito criollo de Gandalf, Thoh-Amon o
Mandrarrias pudieron convertir conejos en milagros. En vez de agrietar la
oposición, ésta conservó un acuerdo unitario para que el diputado Juan Guaidó
presidiera la Asamblea Nacional. VP no resultó empujada al micromundo del
extremismo y ahora asume el desafío de encabezar una política desde una
institución que, para ser socialmente útil y políticamente eficaz, tiene que
ser radical sin ser extremista.
La cuarta gestión
parlamentaria debe consolidar el estilo Barboza que estimuló movilizaciones,
ayudó a una mejor acción internacional y preservó la institucionalidad. La
nueva Directiva, más cercana al relevo que al mando experimentado de líderes
veteranos, tiene la obligación de mostrarle al país que una transición sin
traumas es una opción mejor que un golpe, una insurrección o la perpetuación de
la pesadilla actual.
Todos debemos trabajar por
reunir las claves para un entendimiento para el cambio institucional y
económico entre dos fuerzas rivales, una de las cuales ejerce un monopolio
autoritario e ilegítimo de un poder que se resiste a someterse a la validación
de una elección libre. Doblegar esta hegemonía basada en el control del Estado
y el dominio ideológico de la Fuerza Armada no es viable, desde la actual
relación de fuerzas, por violencia. El fuera Maduro ya, es retórica tóxica.
Si la dirección opositora no
libera su política de las ficciones de los espejismos inmediatistas, seguiremos
cosechando desesperanzas, en vez de cultivar organización, fuerza social y
electoral.
La vía de la negociación,
parte dura y tensa de la lucha contra el régimen, debe ser emprendida cuanto
antes porque el país requiere una solución pacífica a una crisis que lo
extermina. Ella implica una oferta de convivencia, incentivos a los costos de
salida y un plan para incrementar todas las presiones pacíficas de calle,
presencia en los concejos comunales y persuasión para convencernos de que lo
mejor para todos es ir a elecciones libres, con CNE confiable, garantías de
transparencia de funcionaros electorales y plan República. Unas elecciones
donde los venezolanos sean los que decidan lo que quieren para su país.
Maduro es la continuidad de
un régimen autoritario y militarizado que niega el Estado de Derecho, el
bienestar y la democracia. Esa es la raíz estructural de su ilegitimidad y del
ejercicio de un enorme poder de facto. Pero la crisis, la presión internacional
y sus contradicciones lo obligan a considerar la conveniencia de negociar con
la oposición.
A la AN, a los partidos y a
los ciudadanos nos corresponde ampliar el ámbito de los acuerdos posibles. Es
la prioridad de la política real.
06-01-19
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