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viernes, 4 de enero de 2019

Yo no olvido el año viejo, por @fernandocaminop




Fernando Camino Peñalver 03 de enero de 2019

Según el FMI en 2018 nuestro país figuró entre los 4 países más pobres de America, se sustenta la institución en el decrecimiento de nuestro PIB Percapita y los de Nicaragua, Honduras y Bolivia que fue inferior a 4.000 dólares USA. Venezuela generó una riqueza por habitante de 3.300 dólares, superado por Bolivia con 3.720 dólares, el PIB de Honduras fue inferior a los 3.000 dólares y Nicaragua luego de la bonanza económica debido a los petrodólares nuestros, se convirtió en el país más pobre de America con un PIB percapita de 2.130 dólares. Cuba y Haití no aportaron cifras al FMI.

Países limítrofes nuestros como Colombia, Guyana y Brasil tuvieron un rendimiento de su PIB percapita de 6.760; 4.650 y 9.130 dólares respectivamente. Los países más ricos del continente son EEUU con un PIB per cápita de 62.500 dólares, Canadá 46.730 dólares, Uruguay 17.380 dólares y Chile con 16.140 dólares.

Nuestra nación en estos últimos 20 años se ha empobrecido luego de ser uno de los países más rico de Latinoamérica, superado eventualmente por Brasil y Méjico y a la par de Chile y Argentina. La destrucción de nuestro sector productivo solo es comparable al desastre cubano (si seguimos con esta desgracia, el alumno superará al maestro).

Desde sus inicios el régimen apuntó a desintegrar al sector productivo privado, primero arremetió contra el sector primario de nuestra economía: la agricultura vegetal, la pesca y la ganadería. Continuó con la agroindustria, luego contra la construcción, la manufactura y por último el comercio y los servicios. La “razón” de esta locura fue fortalecer el capitalismo de Estado y las empresas de producción “socialistas”, en pro de este delirio el régimen expropió, intervino y espolió industrias, comercios, unidades de producción primaria y embarcaciones pesqueras. Todas estas propiedades en plena producción, apropiadas de forma indebida, terminaron quebradas.

De la quiebra generalizada no se escaparon las llamadas empresas básicas de Guayana, las cementeras, las empresas generadoras de los servicios públicos (agua, electricidad, gas, transporte) y ni siquiera Pdvsa se salvó de la hecatombe. Además de la merma de la oferta de bienes y servicios, también se produjo la caída de la generación de divisas, sobre todo por el derrumbe de la producción de Pdvsa.

El irrespeto a la propiedad privada y los abusos contra la libertad económica por parte del régimen, nos han llevado a padecer la inflación más elevada del mundo, además de la acentuada escasez, soportada únicamente por naciones donde se desarrollan conflictos bélicos o fueron afectados por fenómenos naturales. Y por si fuera poco, la población ha tenido que soportar el hambre y la pobreza estructural, debido a la caída del poder adquisitivo de la población, la precariedad de la vivienda y el caos de los servicios públicos.

De esta crisis humanitaria, lo que más está afectando a nuestra población es la escasez y la carestía de los alimentos que está causando altos niveles de desnutrición. Sobre todo en la población infantil de los sectores más vulnerables, los cuales quedarán marcados de por vida debido a los daños irreversibles que esto produce. La carestía y la escasez de los alimentos se deben al manejo irresponsable de la política monetaria, a la contracción de la producción interna, a la desacertada política de importaciones y al mal manejo de las divisas.

La reducción del aparato productivo del sector agroalimentario es alarmante, por ejemplo: más de 10 millones de hectáreas ociosas, la mayoría en poder del gobierno; cerca de un tercio de las industrias paralizadas, las que siguen activas trabajan entre un 10% a un 30% de su capacidad instalada; las unidades de producción primarias han dejado de producir en un 80% de sus instalaciones; un 85% de la flota pesquera se encuentra paralizada.

El 2018 ha sido el peor año de la producción agrícola. El sector agropecuario solo pudo aportar el 20% de alimentos de consumo directo y de materia prima para la agroindustria. Por ejemplo, la cosecha de cereales apenas cubrirá el consumo hasta inicios de año. Por lo tanto se mantendrá la escasez de harina de maíz, de arroz y se elevarán aún más los precios del pollo, de la carne de cerdo y de sus derivados.

Esas son las causas que nos hundieron más en la pobreza y es por eso que yo no olvido este año viejo porque nos ha dejado cosas muy malas: inflación superior al millón por ciento; escasez de un 90% de la mayoría de los alimentos básicos; manipulación con fines políticos por parte del régimen del hambre de la población más vulnerable; 95% de pobreza; caída de un 98% del poder adquisitivo de la población; 33% de desempleo formal entre la población económicamente activa.

El gobierno, en vez de corregir el rumbo económico, eleva el crecimiento del déficit fiscal y desestimula la producción interna. Además, en vez de utilizar las menguadas divisas existentes para equipar el aparato productivo nacional las destina para importar alimentos manufacturados, de muy mala calidad por cierto, y muy poca materia prima para la agroindustria.

Yo no olvido este año viejo porque nos ha dejado el inmenso sufrimiento de la población, a causa de la separación de sus seres queridos. Por la pérdida de la calidad de vida, además de la inseguridad personal, muchos venezolanos han tenido que emigrar este año, dejando tras de sí, mucho dolor y profunda tristeza entre familiares y amigos. Esto es imperdonable e inolvidable.

Ahora más que nunca, urge un cambio de gobierno que discipline las variables macroeconómicas con políticas coherentes, que estimule la producción interna mediante el respeto a la propiedad privada y a la libertad económica. Un Estado Democrático que garantice la seguridad jurídica e instaure la independencia de los poderes públicos, única forma representativa de la democracia. Y que el bienestar nacional  sea el norte del rumbo trazado con el apoyo de toda la nación. El 2019 será el año de la paz y de la libertad.

Fernando Camino Peñalver

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