Vladimiro Mujica 27 de abril de 2020
@MujicaVladimiro
Comienzo a leer el libro Reckonings: Legacies
of Nazi Persecution and the Quest for Justice (Ajuste de cuentas: El legado de
la persecución nazi y la búsqueda de la justicia) de la profesora de
historia alemana en el University College of London, Mary Fulbrook. Ha sido
reseñado como un hito fundamental en el tema y en la página web de la
universidad se destaca: “Este libro investiga el legado a largo plazo de la
violencia nazi entre los perpetradores y las víctimas, y utiliza estudios de
memoria e historias orales para descubrir recuerdos personales y culturales
enterrados. Contiene una nueva investigación que muestra que hasta 1 millón de
personas estuvieron involucradas en el exterminio de judíos en los campos de
exterminio de Hitler, pero solo 6.600 fueron condenados”.
Pienso en una de las tragedias fundamentales de la
historia de la humanidad, y sin pretender establecer paralelismos entre lo que
ha ocurrido en Venezuela y el horror del holocausto, algo que relativizaría
insensiblemente los eventos de la II Guerra Mundial, reflexiono sobre la
enseñanza que podemos sacar de cómo los nazis fueron castigados sin que esa
castigo se extendiera a un sector muy importante de la población de Alemania,
una parte que o bien participó como agente del exterminio, o simplemente sabía
lo que pasaba y no hizo nada para impedirlo. O, más comprometedor aún, que se
contaban en quienes participaban del delirio colectivo de apoyo a Hitler en los
años anteriores a la guerra, entre 1932 y 1939.
Poco más de 6.000 condenados de más de 1 millón de
potenciales implicados en crímenes de guerra y el genocidio. A ello hay que
añadirle el caso de muchos nazis, científicos e ingenieros que fueron
integrados a la vida de las potencias aliadas, especialmente Estados Unidos,
para contribuir al esfuerzo militar. Cabe preguntarse: ¿Cuáles fueron las
fuerzas determinantes para que la justicia no se aplicara en toda su fuerza y
extensión? La respuesta no es simple, pero hay sin duda dos factores muy
relevantes. Por un lado, la decisión de las potencias aliadas de contribuir a
reconstruir Alemania como un aliado importante contra la creciente amenaza
comunista. Por el otro, la decisión de los propios alemanes de que sería
imposible reconstruir el país si se pretendía enjuiciar a una parte muy
importante de la sociedad por los horrores del nazismo. Es decir, las
consideraciones políticas y la estrategia de la guerra fría prevalecieron sobre
la justicia y los anhelos de reparación de las víctimas.
Vale la pena comparar la reconstrucción de Alemania y
el juego político que limitó la aplicación de la justicia, con lo que ocurrió
posteriormente en Suráfrica luego de la caída del apartheid. En este caso
Mandela lideró un esfuerzo consciente de reconciliación de la nación, que no
ignoraba los horrores del racismo y la exclusión de la mayoría negra, pero que
planteaba con toda claridad que el país no podía sobrevivir expulsando a los
blancos. La Comisión de la Verdad y la Reconciliación, dirigida por el
arzobispo Desmond Tutu, tuvo un papel decisivo en este alucinante proceso.
Dos enseñanzas históricas muy distintas y que parecen
completamente apartadas de la realidad venezolana, donde sigue existiendo gente
del país azul, los de la resistencia democrática, que piensan que será posible
castigar, y, si es posible, eliminar a los del país rojo cuando vengan los
tiempos de la justicia divina. Lo que parece impensable hoy, la caída del
régimen chavista, puede estar a la vuelta de la esquina en medio del colapso de
la nación por el hambre, la destrucción y la pandemia coronavirus en el medio de
una fuerte presión internacional. Es importante que pensemos en cuál transición
queremos y a cuáles compromisos habrá que llegar entre la aplicación de la
justicia y las realidades políticas. Sin duda que el chavismo-madurismo se ha
convertido en un régimen del mal, como en su momento lo fueron el nazismo
y el fascismo italiano. Pero una cosa es el régimen en sí y otra muy
distinta sus apoyos. La reconciliación del país puede depender de que
entendamos a fondo esa diferencia.
Vladimiro Mujica
@MujicaVladimiro
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