Luis Manuel Esculpi 21 de abril de 2020
El
periodo en el cual el país logró mayor desarrollo, desde todo punto de vista,
fue en los cuarenta años de la República Civil (1958-1998), sin embargo,
quienes gobernaron durante ese periodo, fueron incapaces de defender esa
gestión. No percibieron, o si lo hicieron, no respondieron adecuadamente a las
exigencias de actualización del modelo político, que a partir de su tercera
década, comenzó a mostrar signos de agotamiento del pacto que le dio origen.
En
sus primeros veinte años, pese a la política insurreccional y guerrillera de la
izquierda de la época, principalmente en los sesenta, se masificó la educación,
se avanzó en la conformación del servicio público de salud, en materia de
servicios públicos, especialmente de acueductos y electricidad y se realizaron
grandes obras de construcción, entre otras: el Guri, el puente sobre el lago de
Maracaibo, viales como la Araña y El Pulpo, y toda la red de carreteras que
abarcaron la casi totalidad el país.
Durante
ese período la corrupción administrativa, el desfalco al erario público, no
llegó a los niveles escandalosos de los últimos años de la República Civil. A
pesar del allanamiento de la inmunidad de los parlamentarios del Partido
Comunista y el MIR, en general existió una relativa independencia de poderes,
los atropellos, torturas y crímenes cometidos por los aparatos de seguridad,
eran investigados por el Legislativo, diputados como José Vicente Rangel se
destacaron en la denuncia e investigación de la violación a los Derechos
Humanos.
Durante
esa primera mitad nuestra moneda se mantuvo estable, y además de las
importantes empresas de Guayana, se generó una importante zona de la industria
liviana en el eje Maracay-Valencia, durante el primer gobierno de Carlos Andrés
Pérez.
Se
abrieron nuevamente expectativas de progreso, favorecidas por el alza de los
precios del petróleo, que se nacionalizó igual que el hierro, se produjeron
notables avances en materia social y laboral, en el terreno político se aprobó
la elección de Gobernadores y de Alcaldes.
La
devaluación del bolívar a partir del viernes negro, el aumento creciente de la
deuda externa, la implementación de mecanismos que propiciaron la corrupción
como Recadi, el desprestigio de los partidos, la gran desigualdad social, la
insatisfacción popular (expresada en el Caracazo) y la intensa actividad de
promotores de la antipolítica, junto a la negativa de los cogollos de asumir
las nuevas exigencias planteadas en la sociedad, constituyeron junto a otros
ingredientes, un caldo de cultivo para lo que vino después, hasta llegar al
punto donde ahora nos encontramos.
A
pesar de todas esas contingencias se inauguró el Metro de Caracas y sus
principales líneas, se construyó el teatro Teresa Carreño y el Poliedro de Caracas
entre otras obras de especial importancia y trascendencia.
Las
denuncias de los hechos de corrupción, llegaron hasta el enjuiciamiento de dos
ex presidentes de la República, en rigor las magnitudes de los peores casos
investigados serían «menudencias» comparadas con el gigantesco desfalco
producido al tesoro nacional en los últimos veinte años, por quienes llegaron
al poder levantando banderas de lucha contra la corrupción y por la decencia
administrativa en el manejo de los bienes públicos. Los contrastes en el
comportamiento político son evidentes.
El
régimen gobernante no ha sumido al país en la peor crisis en todos los órdenes
conocida en la Venezuela contemporánea, sino que en su haber no ha inaugurado
ninguna obra que pueda ser considerada emblemática de su gestión. Quienes
fuimos duros críticos a las ejecutorias del modelo surgido del pacto de Punto
Fijo, no podemos situarnos en el plano de desconocer la realidad, tampoco
asumir que el cambio político imprescindible debe plantearse como un retorno al
pasado, al contrario enfrentará el desafío producir repuestas para atender los
requerimientos de la modernidad.
El
régimen en materia de las obras públicas ha perdido hasta el sentido del
ridículo, hace un acto y difunde su filmación, para restablecer el
funcionamiento de un ascensor en el Hospital Clínico Universitario.
Luis
Manuel Esculpi
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