Trino Márquez 29 de abril de 2020
@trinomarquezc
A la memoria de
Emeterio Gómez, buen amigo e intelectual infatigable
Teodoro
Petkoff solía decir que los gobiernos de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro eran
como los Borbones: ni aprenden, ni olvidan. Tenía razón el agudo Teodoro.
Maduro
persiste en unos errores que desconciertan, no porque de él y la gente que lo
rodea no pueda esperarse cualquier cosa, no importa cuán extravagante, ilógica
o disparatada sea; sino porque regresaron con furia a los controles de precio y
a la política económica represiva, luego de haberse anotado algunos pequeños
logros desde que se hicieron los desentendidos con las regulaciones paranoides.
Desaparecieron las largas colas en los supermercados. Dejaron de utilizarse las
humillantes máquinas biométricas. Aparecieron los productos de primera
necesidad y de consumo masivo. Los anaqueles dejaron de estar poblados sólo de
refrescos o de los productos que abundaban según la ocasión. El mercado negro
se blanqueó y los bachaqueros dejaron de ser el eslabón más importante de la
cadena de comercialización. Las empresas productoras de alimentos
agroindustriales y algunas actividades agrícolas se reanimaron levemente. El
año pasado terminó y este comenzó en medio de una tenue burbuja, que le dio un
respiro al régimen, luego de años de fracasos por los controles inútiles e
inconvenientes que aplicaba. Daba la impresión de que los responsables de
diseñar e instrumentar las políticas económicas habían dejado de funcionar
desde los sótanos del Sebin y habían subido a alguna oficina ubicada en una
terraza a plena luz del sol y bien ventilada.
Ahora
vuelven a las medidas compulsivas. La ocupación de Alimentos Polar, Plumrose y
Distribuidora Capital (Coposa), ubicada en el estado Portuguesa, podría ser el
inicio de una nueva jornada de ataques sistemáticos a la empresa privada. ¿Por
qué toman medidas tan desatinadas si saben que se repetirá la vieja historia de
la escasez, el desabastecimiento, la inflación, las colas interminables y todo
el ciclo infernal que conocemos? ¿Qué impulsa al régimen a perpetrar actos tan
insensatos en medio de un cuadro en el cual los empresarios particulares y los
trabajadores realizan gigantescos esfuerzos por mantener en pie unas fábricas
acosadas por la crisis global desatada por el Covid-19 y por los factores
internos –escasez de divisas, falta de electricidad, gasolina, transporte,
agua- que la agravan?
La
respuesta podría ser que el componente comunista y, en consecuencia,
autoritario del gobierno sigue siendo el predominante y el que dicta las medidas
adoptadas por Maduro y su gente más cercana. Conforman estos una mezcla
compuesta de fidelismo, maoísmo y cheguevarismo. La burocracia del Estado posee
una autoridad incuestionable y omnipotente, que le permite dominar las leyes
que determinan la oferta, la demanda y la conformación de los precios. La
economía gobernada por decretos es típica del intervenciosmo, mil veces
fracasado. El dogmatismo estatista no cambia con facilidad. Ni siquiera los
éxitos lo modifican.
Maduro
debe de estar pensando que en Venezuela es posible un estallido social en gran
escala, debido al incremento tan acelerado de los precios en medio de la
pandemia y a la caída de los ingresos petroleros, que le impiden aplicar una
política expansiva del gasto social. Ese temor lo empuja a retornar al viejo
patrón del control de precios y la ocupación de empresas. Las gríngolas
ideológicas le impiden ver que esa es la forma más agresiva de crear un clima
de desconfianza, temor e incertidumbre, factores que conspiran contra la
posibilidad de enfrentar con éxito los desafíos que la actual coyuntura y el
futuro plantean. La ocupación de empresas encalló en el pasado y volverá a
seguir la misma trayectoria. Todas las empresas estatizadas o intervenidas temporal
o indefinidamente, han terminado quebrando y siendo un lastre para el Estado y
el país. Allí están la Cantv, Movilnet, La Electricidad de Caracas. Sidor,
Agroisleña, Café Fama de América. La lista es demasiado larga y preocupante.
Si
Empresas Polar, Plumrose y Coposa son finalmente estatizadas, el país se
colocará muy cerca del desabastecimiento generalizado de los productos que esas
firmas fabrican. Ese sí sería un peligro enorme. Llevaría a la nación a unos
niveles de descontento e irritación difíciles de contener, aunque todo el
andamiaje represivo construido por el madurismo se alinee para someterlos.
Maduro
debería corregir la política económica coercitiva, abrirse al diálogo y a la
cooperación con los empresarios y sindicatos que han logrado sobrevivir.
Tendría que restablecer la seguridad jurídica y los derechos de propiedad.
Sería ese un mensaje positivo al país y a la comunidad internacional, que tanto
lo desprecia y aísla. Pero, no lo hará. Teodoro habría dicho: es como los
Borbones.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico