Julio César Arreaza B. 20 de abril de 2020
@JulioCArreaza
Al
mundo le cayó encima el coronavirus como un meteorito inesperado, demostrando
los frágiles que somos ante la terrible pandemia, tal cual como sucedió con el
RMS Titanic en 1912, el mejor transatlántico de pasajeros construido hasta
entonces; la fatalidad del hundimiento lo encontró desprovisto de suficientes
botes salvavidas para todos los pasajeros: 1.497 almas murieron ahogadas,
sobrevivieron 711 personas. A los países más desarrollados la pandemia los
embistió sin el número de camas hospitalarias y respiradores en número
adecuados.
Deseamos
que el mundo cambie para bien ante la emergencia global que puso en evidencia
que somos una pequeña y frágil aldea.
Previo
al coronavirus estábamos mal, el régimen con sus atrocidades desplegadas en 21
años, marcados por un deterioro notorio redujo prácticamente a Venezuela a la
categoría de un ex país. La corrupción, la desinversión y el desvío de recursos
explica lo que está sucediendo con la electricidad, el gas domestico, el agua
potable, la telefonía básica, celular e internet. Esta comprobación realizada
in situ por Bachelet consta en el informe de Naciones Unidas.
La
OMS ratifica las carencias descritas cuando habla de un sistema sanitario
destruido, con falta de agua potable y flota de transporte para movilizar al
personal sanitario a sus sitios de trabajo. El plan A, B y C de la mayoría es
contar con transporte público para desplazarse. No hay otro. Se le suma los
incendios forestales desatados que causan problemas respiratorios.
Un
país petrolero sin combustible, sin movilidad, por la destrucción de Pdvsa, nos
coloca en una especie de toque de queda. Condujeron al país a una ruina
insólita y la caótica situación hace inevitable las protestas por falta de
comida, agua y gasolina.
El
Papa Francisco pide al Señor de la vida “que permita alcanzar soluciones
prácticas e inmediatas en Venezuela, orientadas a facilitar la ayuda
internacional a la población que sufre a causa de la grave coyuntura política,
socioeconómica y sanitaria”. Ciertamente la ayuda que necesitamos es de pan y
no de fusiles rusos.
El
problema político impide la normalidad, nos agarró la pandemia en tremenda
debilidad, la economía desbastada, arrastrando y aumentando los problemas. No
hay recursos a lo interno y a lo externo. Los bolsillos del pueblo se
encuentran agotados para el segundo confinamiento. El régimen llega a su
envilecimiento total, que podemos apreciar en su evolución negativa de
político-policial-criminal. Equivale a la bomba solo- mata- gente de que
hablaba Carlos André Pérez.
La
dictadura aprieta el control y merma la libertad y la información. Las cifras
que ofrece valen lo mismo de las que da el CNE. Asumieron el mundo de la
mentira.
Hoy
la mejor solución es el cese de la usurpación. La intervención de la soberanía
popular se hace necesaria ante la gravedad del drama. Se añade la situación
penosísima que atraviesan 5.000 compatriotas que regresaron de un exilio
forzado, distribuidos entre hombres, mujeres y niños en refugios de 300
personas sin condiciones sanitarias. El régimen mera copia del modelo cubano no
quiere que nadie regrese. Demandamos medidas humanitarias de protección para
ellos e insistimos que le permitan volver a sus casas, al igual que lo pedimos
para los presos políticos.
¡No
más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!
Julio
Cesar Arreaza b.
@JulioCArreaza
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