José Luis Farías 22 de abril de 2020
@fariasjoseluis
La
otra cara:
Fue
en casa de mi madre.
-Tía, quién iba a pensar que el mundo entero
viviría esta terrible situación, ¡y en pleno siglo veintiuno!.
La frase la dijo mi hija mayor, hablaba en speaker desde Nueva York con mi
hermana, compartían impresiones en torno a las sombras de la pandemia. El eco
de sus palabras no ha dejado de retumbar en mi mente.
Ustedes
se preguntarán cuál es la razón de mi interés en una frase que, palabras más
palabras menos, todos hemos oído e incluso pronunciado durante esta cuarentena.
Pues esa coincidencia es la razón: es una expresión repetida y asumida por
todas las variedades de personas, esa concordancia en la valoración de todos
sobre el trágico fenómeno que nos envuelve es el motivo hacia donde hoy quiero
mirar.
En
conjunto, la frase expresa conciencia de la humanidad sobre cuanto
acontece y los peligros que entraña la pandemia del COVID-19. Un discernimiento
que no lo hubo antes en el mundo frente a hechos similares de amenazas contra
la especie humana. Ni la 2da. Guerra Mundial con sus sesenta millones de
víctimas o la "Fiebre Española", con sus más de cincuenta millones de
muertos, produjeron esa conmoción, conocimiento, preocupación y juicio
registrado hoy por la humanidad tan extendido y en tan corto tiempo, gracias,
sin duda, a las redes sociales.
La
expresión registra la manera sorpresiva, del modo que "quién iba
a pensar" entró la pandemia en nuestras vidas, cómo condicionó
nuestras rutinas cuando cada quien andaba en lo suyo, para moverse por los
intersticios de nuestras casas hasta adueñarse de nuestra cotidianidad y
convertirse en casi nuestro único centro de preocupación. Todo cuanto hacemos
pasa por tener al intruso virus en consideración, de saber los riesgos de no
cumplir con las indicaciones sanitarias para evitar que nos puede acarrear
nuevas sorpresas.
En
pocos términos nos muestra el carácter universal, de pandemia, en "el
mundo entero" que no por obvio, o tal vez por eso, deja de ser un rasgo
reconocido por todos quienes vivimos en el planeta. Pone de manifiesto que no
hay ser humano exceptuado del peligro confirmado en la afectación sufrida por
jefes de Estado, estrellas de cine, grandes empresarios, deportistas
profesionales y muchos otros famosos.
Se
descubre, el miedo despertado al contagio y al riesgo a morir a manos de
un enemigo invisible, que nos haría vivir "esta terrible situación”
mostrando cuán vulnerables somos. Sentimos horror en cada paso dado fuera de
nuestros hogares, en el encuentro con otras personas, al contacto con cualquier
superficie o hasta al consumo de algún medicamento que nos pueda hacer más
débiles frente al coronavirus. El miedo ha invadido nuestro ser.
Y
muy especialmente la frase en cuestión dice lo que constituye el centro de mi
preocupación en este breve ensayo: cierta sensación de fracaso del progreso,
pues resulta inconcebible que sucediera "¡en pleno siglo
ventiuno!", por parecer cosa del pasado y no de este tiempo cuando la
ciencia y la tecnología nos hacía sentir seguros.
El inexorable
Los
grandes descubrimientos geográficos del siglo XV y con ellos el contacto con
otras sociedades pusieron a los europeos a pensar en modo distinto. A confrontar
la realidad de cuanto descubrían con las verdades sagradas impuestas por la
religión cristiana dominante en su mundo.
La
imagen del planeta cambió, otra fue la geografía representada en los mapas,
otro el conocimiento de la naturaleza y también otra la visión del pretérito y
del futuro. A eso se dedicaron los grandes pensadores y hombres de ciencia.
Descartes propuso leer en "el gran libro del mundo" para
comprender la realidad y Galileo llamó a descubrir la filosofía contenida en
ese "grandísimo libro a los ojos de todos que es el universo".
Comenzó
a tomar forma una concepción de la evolución de la humanidad para explicarse el
desigual avance de las sociedades. El encuentro con grupos humanos de menor
desarrollo demandaba explicaciones y surgieron los esquemas lineales razonando
la historia desde sus expresiones "primitivas" y "salvajes"
hasta las más avanzadas representadas por los europeos.
En
esa construcción se inscriben los aportes de Francis Bacon, David Hume, Jhon
Locke, Adam Smith, Karl Marx y tantos otros. Unos sin pelearse con el
providencialismo dominante y otros rompiendo. Pero todos coincidiendo en una
misma línea de pensamiento al señalar un curso lineal de la historia de la
humanidad. Con variados esquemas de diversos estadios de desarrollo donde se
podría ubicar en las formas más primitivas a los pobladores de América y
África, pasar por la esclavitud, el feudalismo y la civilización industrial
europea como el punto culminante de esa evolución, muy pronto identificada como
el "progreso" de la historia.
Con
sus altos y bajos, esa visión del progreso, de contenidos distintos ajustados a
los tiempos y circunstancias históricas, se ha fortalecido en un contexto de
avances científicos y tecnológicos, identificados desde mediados del siglo XX
bajo el concepto de "desarrollo" y más recientemente
emparentados con la noción de "modernización", para dominar
como forma de entender la evolución de la humanidad hacia el perfeccionamiento
de la vida del hombre.
Esa
fórmula ha presentado el "progreso" como algo inexorable, en
un inevitable destino de "modernización" sorprendente y sin límites,
capaz de procurarnos presuntamente bienestar y felicidad a todos los seres
humanos y hacia el cual deberá marchar la humanidad.
Relativismo y lecciones
Pues
bien, ya entrando en su tercera década el siglo XXI, con los más sorprendentes
avances en telecomunicaciones, biotecnología y nanotecnología de los últimos
treinta años, que han cambiado profundamente la vida humana como jamás en la
historia, la aparición de un enemigo invisible vuelto pandemia ha mostrado cuán
relativo es ese progreso.
El
inesperado monstruo del siglo XXI ha vuelto añicos esa sensación de seguridad
entregada por el progreso, esto no significa pérdida de credibilidad en la
ciencia, afortunadamente ha crecido a la espera de la vacuna salvadora, sino
constatación de cuán débiles podemos ser pese al consumismo galopante y el
indudable mejoramiento de nuestras condiciones de vida.
Mario
Vargas Llosa, lo ha advertido con singular crudeza: "Nosotros teníamos
la impresión de que con el progreso y la modernidad habíamos dominado la
naturaleza. ¡Pues no! Una gran idiotez. La prueba es que esto nos ha
pillado por sorpresa prácticamente a todos los países. Ninguno estaba preparado
para un desafío así."
Su
demoledora ironía ilustra lo sucedido en prueba de la globalización: "Un
chino se come un murciélago y eso provoca una pandemia que aterroriza al
mundo."
Persiste
don Mario en la idea de que "ningún país estaba preparado para un desafío
semejante. "Poniendo de relieve la fragilidad del paradigma del progreso: "esto
significa lo relativo que es el progreso, cómo podemos llevarnos sorpresas muy
desagradables con esa confianza."
Para
concluir aconsejando: "una de las lecciones que hay que sacar es que
tenemos que estar mejor preparados para lo imprevisible."
El individuo y la libertad
Sin
embargo, no será tan fácil hacerlo como decirlo, eso de sacar lecciones de la
pandemia tiene sus dificultades si queremos evitar nuevas amenazas de esta
magnitud, ya anunciadas como inevitables.
Habrá
de revisarse los paradigmas sobre los cuales se ha edificado esa
"modernización" para dar soporte al "progreso". Tendremos
que ubicar al ser humano como la razón de ser del progreso y la modernización,
decisión que guarda serias resistencias.
El
tema de la cooperación y la solidaridad es echado a un lado. Venezolanos son
corridos de sus viviendas en Perú, Colombia y otras partes por no tener cómo
pagar sus alquileres debido al desempleo ocasionado por la crisis económica
generada por la crisis.
La
xenofobia sube de tenor y se asienta en el discurso nacionalpopulista de Donald
Trump cuando rezuma en las letras de uno de sus tweet que "A la luz del
ataque del enemigo invisible, así como la necesidad de proteger los trabajos de
nuestros GRANDES ciudadanos estadounidenses, ¡firmaré una orden ejecutiva para suspender
temporalmente la inmigración a los Estados Unidos!". Puede que a
algunos los abisme esta resolución del mandatario norteamericano y traten de
soslayarla, pero es demasiado gruesa para barrerla debajo de la alfombra.
Muchos
de los pasos dados hasta ahora lucen desacertados y arbitrarios, despiertan
reservas. A ratos producen más incertidumbre y confusión. Contrastan con el
juicio de la gente expresado en la frase que motiva este escrito. Ver el
empecinamiento de los grandes líderes del mundo en sacar provecho político de
la tragedia, no son buenos augurios.
Han
sido múltiples las advertencias en torno a la naturaleza y ritmo del
crecimiento económico que ha hecho posible la modernización y los riesgos que
encierra. Así como diversas las críticas desoídas al mismo proceso de
modernización, no por ir en contra de ella sino por darle mejor y más
conveniente rumbo.
En
los años noventa, Alain Touraine destacó el carácter unilateral de la
modernización en favor, casi exclusivamente, de la racionalidad de la
producción, pero dejando de lado la subjetividad al enfrentar y limitar al
individuo y su libertad.
El
avance de la ciencia y la tecnología se detienen en la inmediata rentabilidad
económica o política . Si una vacuna no produce beneficios su investigación es
suspendida. Si el equipamiento de hospitales públicos representa un gasto que
afecte gastos militares pues simplemente se suprime. Esos, entre muchos, son
los criterios que habrán de cambiarse si queremos hacer efectivas las
lecciones.
Premonición, previsión y desparpajo
A
propósito del consejo de Vargas Llosa, vale referir el video de 2005 del
presidente Bush y su personal comentando sobre este tipo de pandemia y cómo
sería la respuesta estadounidense.
El
plan que el presidente Bush puso en marcha alcanzaba un precio de 7.000
millones de dólares. Algunos dentro de su equipo pensaron que era una prioridad
muy baja. Nelson Bocaranda nos recuerda que faltaron quienes dijeron que
prepararse para algo "que no estaba a nuestras puertas” era una tontería.
Pero
Bush expresó estas palabras premonitorias: “Si esperamos que aparezca una
pandemia, será demasiado tarde para prepararse. Y un día muchas vidas podrían
perderse innecesariamente porque no pudimos actuar desde hoy”.
Y
su prédica de Bush fue muy gráfica: "Una pandemia es muy parecida a un
incendio forestal. Si se detecta temprano, puede extinguirse con daños
limitados. Si se le permite arder sin ser detectado, puede convertirse en un
infierno que puede extenderse rápidamente más allá de nuestra capacidad de
controlarlo”.
El
2 de diciembre de 2014 el presidente Barak Obama también soltó sus
advertencias:
"Puede y probablemente llegará un momento
en que tengamos una enfermedad que es mortal en el aire.
Y para que podamos lidiar con eso de manera efectiva, tenemos que establecer
una infraestructura no solo aquí en casa, sino a nivel mundial que nos permita
verla rápidamente, aislarla rápidamente y responderla rápidamente."
Destacaba
Obama que la previsión "también requiere que continuemos el mismo
camino de investigación básica que se está haciendo aquí en NIH (...) De modo
que si una nueva cepa de gripe, como la gripe española, surge dentro de cinco
años o dentro de una década, hemos realizado la inversión y estamos más
avanzados para poder contenerla. Es una inversión inteligente para
nosotros. No es solo un seguro; es saber que en el futuro vamos a seguir
teniendo problemas como este, particularmente en un mundo globalizado donde te
mueves de un lado a otro en un día."
Algunos
párrafos de un reportaje publicado el pasado 9 de abril por la BBC son
demasiado elocuentes de que esas advertencias premonitorias de los
expresidentes Bush y Obama cayeron al vacío:
"Habíamos
terminado los ensayos y habíamos pasado por el aspecto crítico de crear un
proceso de producción de la vacuna a escala piloto”, le dice a BBC Mundo la
doctora María Elena Bottazzi, codirectora de la Escuela Nacional de Medicina
Tropical del Colegio Baylor de Medicina de Houston y codirectora del Centro
para Desarrollo de Vacunas del Hospital Infantil de Texas, en Estados
Unidos."
“Entonces fuimos a los NIH (Institutos
Nacionales de Salud de EE.UU.) y les preguntamos: '¿Qué hacemos para mover
rápido la vacuna a la clínica?' Y nos dijeron: 'Mira, ahorita no estamos ya
interesados'”.
"La
vacuna era contra el coronavirus que provocó la epidemia de SARS de 2002, pero
como aquella epidemia que surgió en China ya había sido controlada, los
investigadores nunca lograron obtener financiamiento.
No
fue la única vacuna que quedó suspendida. Decenas de científicos alrededor del
mundo pararon sus estudios debido a la falta de interés y de fondos para
seguir investigando".
Las
visiones premonitorias de los presidentes G.W. Bush y Barak Obama fueron las de
dos hombres de Estado, indistintamente de que fueran republicano el uno y
demócrata el otro, por delante estaba vestir al progreso y la modernización de
respeto por la vida, de hacerlos fuente de certidumbre, no de desnudarlos con
el desparpajo de llamar "gripecita" al COVID-19. Al mundo le urge
responsabilidad de quienes lo gobiernan.
José
Luis Farías
@fariasjoseluis
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