PEDRO GARCÍA OTERO 24 de abril de 2020
@pedrogarciao
Por
un lado parece seria la amenaza de EEUU contra el régimen de Nicolás Maduro.
Por otro lado parece creíble la advertencia de Maduro, Diosdado Cabello, de
desatar una "furia bolivariana".
¿Será
posible que alguien dentro o fuera de Venezuela evite que tengamos un desastre
fratricida? Posiblemente, todos los personajes anteriormente citados. Y al
desenlace incruento apuestan todos; el régimen a sostenerse, y sus oponentes a
quebrarlo. Ambos, por supuesto, con la amenaza implícita de la fuerza: la
"amenaza creíble".
La
oposición venezolana ha equilibrado un poco, con el padrinazgo de Estados
Unidos, un "juego de la gallina" que el régimen de Nicolás Maduro
jugaba en todas las oportunidades, porque competía usando una gandola Mack con
mataburros, mientras la alternativa democrática lo hacía con una motocicleta,
como se demostró en 2014, 2017 y muy especialmente en 2015, cuando la oposición
aplastó al chavismo electoralmente, solo para ver ese logro perdido por el uso
de la fuerza.
La
teoría de los juegos explica lo que pasa en Venezuela y también las
posibilidades de un cambio político real que se realice en forma pacífica.
Ahora, EEUU intenta imponer, incluso literalmente, la agenda de otro juego a lo
interno de la coalición dominante: el "dilema del prisionero".
¿Qué
otra cosa es el intento de quebrar al chavismo a lo interno ofreciendo
eliminación de las sanciones, incluso (veladamente) olvido a la cúpula militar,
si abandonan a Maduro, como lo hace el Marco para la Transición Democrática?
¿Qué dilema del prisionero más patente que las 15 imputaciones por narcotráfico
al mandatario en disputa y buena parte de su entorno más cercano? La premisa de
este juego es que el que primero que declara se lleva los beneficios, pero
tiene que pagar el costo de salida a lo interno.
Cantidades limitadas
En la práctica, solo hay tres tipos de transiciones
políticas, entendidas estas como un cambio amplio de institucionalidad y de
actores en el poder en un período no mayor de 18 meses.
O se produce una ruptura de la coalición dominante (o
su desplome), por presión interna o externa (que puede ser o no violenta), o
parte de la coalición dominante acuerda con sus contrapoderes una negociación,
por voluntad propia o por presión; o hay una transición organizada desde lo
interno de la coalición dominante, por supuesto, procurándose la mayor cantidad
de garantías. Los teóricos afirman que no hay transiciones posibles si no se
producen quiebres en la cohesión de la coalición dominante.
La respuesta esperada por EEUU a la presión que
estableciendo contra el régimen de Maduro es justamente esa: que la cúpula
militar abandone a Maduro y se abra un proceso de negociación con la oposición
venezolana. Ese es el objetivo confesado incluso, tanto en la presentación del
Marco de Transición Democrática por parte de Mike Pompeo, como por parte de
Elliott Abrams apenas este jueves. Un quiebre que abra paso a una negociación.
Un hueso duro de roer
Por supuesto, la amenaza militar creíble es el último
medio que tiene a su disposición EEUU para forzar al chavismo a sentarse a una
mesa con intenciones sinceras por primera vez desde que se convirtió en un
movimiento político.
El chavismo, incluso en las peores circunstancias para
sus propósitos, puede haber tenido desvíos tácticos, pero ha intentado avanzar
hacia su fin estratégico: la construcción de un
autoritarismo hegemónico, que ya está levantado luego de dos décadas y que
ahora camina hacia la última etapa de la clasificación de regímenes políticos,
el autoritarismo cerrado o totalitario.
Un proceso que pudo haber sido más rápido si, como
dijo en alguna oportunidad Teodoro Petkoff, la sociedad civil venezolana no le
hubiera puesto seguidamente, y en algún momento con mucha fuerza, las manos en
el pecho para detenerlo. Para ese movimiento político, la razón
de Estado y el uso de la fuerza como políticas de Gobierno han ido
cobrando, en consecuencia, importancia, especialmente en la medida en que han
perdido legitimación popular.
Algunos analistas políticos han considerado en medios
que las sanciones de EEUU y especialmente las imputaciones por narcotráfico han
cohesionado a la cúpula dominante, que no ha sufrido resquebrajamientos de
importancia desde 2017, cuando Luisa Ortega Díaz obligó, incluso más que las
protestas, a la creación de la Asamblea Nacional Constituyente: sencillamente,
Maduro no podía permitirse una fiscal general que en cualquier momento podía
decapitarlo. Su consigna siempre ha sido resistir, y todavía hoy muestra, con
todos sus actos políticos y con todos sus discursos, que esa es su prioridad
número uno, a (casi) cualquier costo.
El impacto de la pandemia
En este momento, también, el chavismo avanza en su
proyecto autoritario, encontrando, paradójicamente, viento inicial de cola en
el Covid-19. No solo porque neutraliza buena parte de la presión en su contra,
sino porque le permite ensayar técnicas de control social con toda la población
en casa.
Este impulso, sin embargo, será muy corto: primero,
porque la pandemia está imponiendo un altísimo costo al mundo, y el
financiamiento del régimen está casi por completo cerrado. La operación de EEUU
en el Caribe apunta a cerrarlo totalmente y así aumentar las contradicciones a
lo interno del régimen: Sin gasolina, sin producción de comida, por lo tanto, y
con una población que en algún momento va a salir de su casa a exigir por lo
menos alimentos, el panorama tampoco es favorable para el régimen, y lo será
mucho menos si la epidemia del coronavirus se comporta como en los países que
han sido castigados por esta enfermedad.
Al final, podría ser incluso el coronavirus el que
lleve a Maduro a tener que hacer concesiones que nunca ha querido hacer,
incluyendo la entrada masiva de ayuda humanitaria manejada por instituciones
cercanas a la oposición, o incluso provocando la fractura de la coalición
dominante.
A abrir el canal por donde se le puede ir la (su)
gobernabilidad y el pase a un eventual Consejo de Estado, como ha propuesto
EEUU, secundado por ahora por casi 30 países.
La crisis del coronavirus va a tener un impacto
determinante en las finanzas, en la vida humana y en la política. Ya se está
hablando de un golpe mayor para el mundo del que causó la gran recesión de
1929. Y eso es un tumbagobiernos, aquí y en Pekín.
Mucho más cuando la gran válvula de escape que
encontró Maduro (la emigración masiva, que comenzó en 2017) no solo está
paralizada hasta nuevo aviso, sino en fase de retorno.
Eso, más la amenaza de cárcel, más los incentivos a
sus camaradas... será muy difícil que Maduro resista tanta presión, más cuando
tiene la ficha dorada: si se va, conseguirá quien quiera negociar con él cómo
hacerlo. Problemas tienen los que no cuentan con fichas de negociación, y son
conocidos por todo el mundo. ¿Quién cede primero, también a lo interno del
chavismo? ¿Qué prisionero se lleva la absolución y cuál la condena? ¿O todos
logran resistir juntos?
Las próximas semanas, con el coronavirus y encerrados
en casa, no van a dejar de tener intenso movimiento político. Hay que estar
pendientes.
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