Francisco Fernández-Carvajal 24 de abril de
2020
@hablarcondios
— Indefectibilidad de
la Iglesia, a pesar de las persecuciones, de las herejías, de las
infidelidades.
— Los ataques a la
Iglesia nos llevarán a amarla más, a desagraviar.
— Tampoco en nuestra
vida faltarán momentos de oscuridad, de tribulación y de prueba. Seguridad
junto al Señor. Ayuda de la Virgen.
I. Inmediatamente
después de la multiplicación de los panes y de los peces, y cuando la multitud
se hubo saciado, Jesús mismo la despidió y ordenó a sus discípulos que
embarcaran. La tarde estaba ya muy avanzada.
Narra el Evangelio de la Misa1 que
los Apóstoles se dirigieron hacia la otra orilla, hacia Cafarnaún. Ya había
oscurecido y Jesús no estaba con ellos. Por el Evangelio de San Mateo sabemos
que se despidió también de ellos y subió a un monte a orar2.
El mar estaba agitado por el fuerte viento que soplaba3,
y la barca estaba batida fuertemente por las olas, por tener el viento en
contra4.
La tradición ha visto en esta barca la imagen de la
Iglesia5 en medio del mundo, zarandeada a lo largo de los siglos
por el oleaje de las persecuciones, de las herejías, de las infidelidades.
«Aquel viento –comenta Santo Tomás– es figura de las tentaciones y de las
persecuciones que padecerá la Iglesia por falta de amor. Porque como dice San
Agustín, cuando se enfría el amor aumentan las olas... Sin embargo, el viento, la
tempestad, las olas y las tinieblas no conseguirán que la nave se aparte de su
rumbo y quede destrozada»6.
Desde los primeros momentos tuvo que afrontar contradicciones de dentro y de
fuera. También en nuestros días sufre esos embates nuestra Madre la Iglesia, y
con ella sus hijos. «No es algo nuevo. Desde que Jesucristo Nuestro Señor fundó
la Santa Iglesia, esta Madre nuestra ha sufrido una persecución constante. Quizá
en otras épocas las agresiones se organizaban abiertamente; ahora, en muchos
casos, se trata de una persecución solapada. Hoy como ayer, se sigue
combatiendo a la Iglesia (...).
»Cuando oímos voces de herejía (...), cuando
observamos que se ataca impunemente la santidad del matrimonio, y la del
sacerdocio; la concepción inmaculada de Nuestra Madre Santa María y su
virginidad perpetua, con todos los demás privilegios y excelencias con que Dios
la adornó; el milagro perenne de la presencia real de Jesucristo en la Sagrada
Eucaristía, el primado de Pedro, la misma Resurrección de Nuestro Señor, ¿cómo
no sentir toda el alma llena de tristeza? Pero tened confianza: la Santa
Iglesia es incorruptible»7.
Nos hacen sufrir los ataques a la Iglesia, pero a la
vez nos da una inmensa seguridad y una gran paz que Cristo mismo esté dentro de
la barca; vive para siempre en la Iglesia, y por eso las puertas del Infierno
no prevalecerán contra ella8;
durará hasta el fin de los tiempos. Todo lo demás, todo lo humano pasa; pero la
Iglesia permanece siempre tal como Cristo la quiso. El Señor está presente, y la
barca no se hundirá, aunque a veces se vea zarandeada de un lado para otro.
Esta asistencia divina fundamenta nuestra inquebrantable fe: la Iglesia, frente
a todas las contingencias humanas, siempre permanecerá fiel a Cristo en medio
de todas las tempestades, y será el sacramento universal de salvación. Su
historia es un milagro moral permanente en el que podemos fortalecer siempre
nuestra esperanza.
Ya en tiempos de San Agustín los paganos afirmaban:
«La Iglesia va a perecer, los cristianos ya han terminado». A lo cual respondía
el Santo Doctor: «Sin embargo, yo os veo morir cada día y la Iglesia permanece
siempre en pie, anunciando el poder de Dios a las sucesivas generaciones»9.
¡Qué poca fe la nuestra si se insinúa la duda, porque
ha arreciado la tempestad contra Ella, contra sus instituciones o contra el
Romano Pontífice y los obispos! No nos dejemos impresionar por las
circunstancias adversas, porque perderíamos la serenidad, la paz y la visión
sobrenatural. Cristo está siempre muy cerca de nosotros y nos pide confianza.
Está junto a cada uno, y no debemos temer nada. Hemos de rezar más por su
Iglesia, ser más fieles a nuestra propia vocación, hacer más apostolado entre
nuestros amigos, desagraviar más.
II. La indefectibilidad de
la Iglesia significa que esta tiene carácter imperecedero, es decir, que durará
hasta el fin del mundo, e igualmente que no sufrirá ningún cambio sustancial en
su doctrina, en su constitución o en su culto.
El Concilio Vaticano I dice de la Iglesia que posee
«una estabilidad invicta», y que, «edificada sobre una roca, subsistirá firme
hasta el fin de los tiempos»10.
La razón de la permanencia de la Iglesia está en su íntima
unión a Cristo, que es su Cabeza y Señor. Después de subir a los cielos envió a
los suyos el Espíritu Santo para que les enseñase toda la verdad11,
y cuando les encargó predicar el Evangelio a todas las gentes, les aseguró que
Él estaría siempre con ellos todos los días hasta el fin del mundo12.
La Iglesia da muestras de su fortaleza resistiendo,
inconmovible, todos los embates de las persecuciones y de las herejías. El
Señor mismo mira por ella, «ya sea iluminando y fortificando a la jerarquía
para que cumpla fiel y fructuosamente su cargo, ya sea –en circunstancias muy
graves sobre todo– suscitando en el seno de la Madre Iglesia, hombres y mujeres
insignes por su santidad, a fin de que sirvan de ejemplo a los demás cristianos
para acrecentamiento de su Cuerpo místico. Añádase a esto que Cristo desde el
Cielo mira siempre con particular afecto a su Esposa inmaculada, que sufre en
el desierto de este mundo, y, cuando la ve en peligro, por sí mismo o por sus
ángeles o por Aquella que invocamos como auxilio de los cristianos y por otros
abogados celestiales, la libra de las oleadas de la tempestad y, una vez
calmado y apaciguado el mar, la consuela con aquella paz que sobrepuja todo
entendimiento (Flp 4, 7)»13.
La fe nos atestigua que esta firmeza en su constitución y en su doctrina durará
siempre, hasta que Él venga14.
«En ciertos ambientes, sobre todo en los de la esfera
intelectual, se aprecia y se palpa como una consigna de sectas, servida a veces
hasta por católicos, que –con cínica perseverancia– mantiene y propaga la
calumnia, para echar sombras sobre la Iglesia, o sobre personas y entidades,
contra toda verdad y toda lógica.
»Reza a diario, con fe: “ut inimicos Sanctae Ecclesiae
–enemigos, porque así se proclaman ellos– humiliare digneris, te rogamus audi
nos!”. Confunde, Señor, a los que te persiguen, con la claridad de tu luz, que
estamos decididos a propagar»15.
Los ataques a la Iglesia, los malos ejemplos, los
escándalos nos llevarán a amarla más, a pedir por esas personas y a
desagraviar. Permanezcamos siempre en comunión con Ella, fieles a su doctrina,
unidos a sus sacramentos, dóciles a la jerarquía.
III.
Cuando ya los Apóstoles habían remado unas tres millas, Jesús llega
inesperadamente caminando sobre las aguas, para robustecer su fe débil y para
darles ánimos en medio de la tempestad. Se acercó y les dijo: Soy yo, no
temáis. Entonces ellos quisieron recibirle en la barca; y al
instante la barca llegó a tierra, a donde iban16.
En nuestra vida personal quizá no falten tempestades
–momentos de oscuridad, de turbación interior, de incomprensiones...– y, con
más o menos frecuencia, situaciones en las que deberemos rectificar el rumbo,
porque nos hayamos desviado. Entonces, procuremos ver al Señor que viene
siempre entre la tormenta de los sufrimientos, sepamos aceptar las
contrariedades con fe, como bendiciones del Cielo, para purificarnos y
acercarnos más a Dios.
Soy yo, no temáis.
Quien reconoce la voz tranquilizadora de Cristo en medio de los sinsabores, del
tipo que sean, encuentra enseguida la seguridad de llegar a tierra firme: ellos
quisieron recibirle en la barca; y al instante la barca llegó a tierra, a
donde iban, a donde quería el Señor que fueran. Basta estar en su compañía para
sentirnos seguros siempre. La inseguridad nace cuando se debilita nuestra fe,
cuando no acudimos al Señor porque parece que no nos oye o que se despreocupa
de nosotros. Él sabe bien lo que nos pasa, y quiere que acudamos a Él en
demanda de ayuda. Nunca nos dejará en un apuro. ¡Qué confianza deben darnos las
palabras de Jesús que hoy recoge la Antífona de comunión!: Padre, este
es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy...17.
Puede parecer, en algunos tiempos más o menos largos,
que Cristo no está, como si nos hubiera abandonado o no escuchara nuestra
oración. Pero Él nunca abandona. Los ojos del Señor están puestos en
sus fieles... –escucharemos en el Salmo responsorial–, para
librar sus vidas de la muerte18.
Si permanecemos cerca del Señor, mediante la oración
personal y los sacramentos, lo podremos todo. Con Él, las tempestades
interiores y de fuera, se tornan ocasiones de crecer en fe, en esperanza, en
caridad, en fortaleza... Quizá con el paso del tiempo comprendamos el sentido
de esas dificultades.
De todas las pruebas, tentaciones y tribulaciones por
las que hemos de pasar, si estamos junto a Cristo, saldremos con más humildad,
más purificados, con más amor a Dios. Y siempre contaremos con la ayuda de nuestra
Madre del Cielo. «No estás solo. —Lleva con alegría la tribulación. —No sientes
en tu mano, pobre niño, la mano de tu Madre: es verdad. —Pero... ¿has visto a
las madres de la tierra, con los brazos extendidos, seguir a sus pequeños,
cuando se aventuran, temblorosos, a dar sin ayuda de nadie los primeros pasos?
—No estás solo: María está junto a ti»19.
Está en todo momento, pero particularmente cuando, por los motivos que sean, lo
pasamos mal. No dejemos de acudir a Ella.
1 Cfr. Jn 6,
16-21. —
2 Cfr. Mt 14,
23. —
3 Cfr. Jn 6,
18. —
4 Cfr. Mt 14,
24. —
5 Cfr. Tertuliano, De
Baptismo, 12. —
6 Santo
Tomás, Comentario sobre San Juan, in loc. —
7 San
Josemaría Escrivá, Homilía El fin sobrenatural de la Iglesia,
28-V-1972. —
8 Mt 16,
18. —
9 Citado
por G. Chevrot, Simón Pedro, p. 116. —
10 Dz 1824.
—
11 Cfr. Jn 14,
16. —
12 Cfr. Mt 28,
20. —
13 Pío
XII, Enc. Mystici Corporis, 29-VI-1943. —
14 Cfr. 1
Cor 11. —
15 San
Josemaría Escrivá, Surco, n. 936. —
16 Jn 6,
20-21. —
17 Jn 17,
24. —
18 Sal 32.
—
19 San
Josemaría Escrivá, Camino, n. 900.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico