AFP 09 de septiembre de 2020
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En
el pasado, era la frontera colombiana la que se alimentaba del combustible
ilegal del vecino país.
Colombia se alimentó durante años de gasolina
traficada desde Venezuela, pero las cosas han cambiado cambiaron, y el
contrabando se ha invertido debido a una escasez tan dramática que Roger,
habitante de la frontera entre ambos países, lleva meses sin ver "gasolina
venezolana".
"La gasolina colombiana es una salvación, de no
ser por eso aquí nadie rodaría", narra a la AFP Roger, un vendedor de
frutas de 37 años residente en Santa Cruz de Mara, población cercana a Maracaibo, capital del petrolero
estado venezolano de Zulia (oeste).
El país con las mayores reservas de petróleo pasó de
ser exportador a importar combustible de lugares tan remotos como Irán.
Y quienes antes se llevaban la gasolina más barata del
mundo en caravanas clandestinas, como Marco, nombre ficticio para proteger la
identidad, ahora hacen el recorrido "al revés".
"Los funcionarios (militares y policías) nos
informan el día que pueden dejarnos pasar", relata este hombre que traficó con gasolina venezolana
durante 10 años.
El itinerario es guiado por "las moscas",
como llaman a los informantes que previamente entregan sobornos a funcionarios
de la aduana. "Arrancamos de Maicao (Colombia) cuando nos dan luz verde,
hay muchos caminos, pero la ruta la decide la 'mosca', según la información que
le suministren", añade.
La gasolina ingresa a Venezuela por los mismos pasos
ilegales, usados hasta hace meses para sacarla, bien sea por tierra o por ríos
binacionales.
El contrabando ha prosperado durante la pandemia de
covid-19, luego del fugaz respiro que significó la llegada, entre mayo y junio,
de cinco buques con 1,5 millones de barriles de gasolina iraní.
Venezuela "con la gasolina más cara"
Pese al confinamiento decretado desde marzo, el
desabastecimiento se ha recrudecido, y en Caracas, única ciudad a salvo tras
las importaciones iraníes, la escasez ha vuelto.
Algo paradójico cuando "el mundo está 'nadando'
en gasolina debido a un superávit" por la caída de la demanda durante la
pandemia, observa el economista José Manuel Puente, del Centro de Políticas
Públicas del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA).
Mientras transita en su séptimo año consecutivo de
recesión, Venezuela vive el peor desplome en la producción de crudo en siete
décadas, y sus refinerías, con una capacidad para producir 1,3 millones de
barriles de combustible por día, están en el piso. Algo que expertos y
sindicalistas achacan a la corrupción y a la mala gestión.
El gobierno del presidente socialista Nicolás Maduro
puso fin a su política de prácticamente regalar el combustible y en junio el
litro de gasolina aumentó a 0,50 centavos de dólar, aunque mantuvo un alto
subsidio mediante una tarjeta electrónica llamada carnet de la patria.
Pero los suministros fueron insuficientes y el país
caribeño "pasó de tener la gasolina más barata del mundo a tener la más
cara", asiente Puente.
Esto por un mercado negro donde un litro oscila entre
2 y 3 dólares, mientras que en Colombia, un galón -3,7 litros- promedia unos
8.000 pesos, equivalentes a 2,15 dólares.
El gobierno atribuye el colapso a sanciones
financieras y "bloqueos" de Estados Unidos.
Mercado improvisado
Decenas de envases plásticos llenos de gasolina
inundan las calles de un empobrecido barrio de Maracaibo.
En una suerte de caótico mercado, hombres, mujeres y niños,
algunos sin tapaboca, de uso obligatorio en Venezuela por la pandemia, tratan
de llamar la atención de compradores con carteles que agitan al borde de la
vía.
Escrito en pequeños cartones se lee un número que
indica el precio del "punto", como se identifica en la jerga de los
venderores el equivalente a 20 litros de gasolina: 25, 28 o 30 (dólares), según
sea la oferta y la demanda de la jornada.
Una vez en el sitio, "te brincan más de 20
personas para echarte gasolina", describe Fernando, un taxista de 43 años
que acude temeroso al barrio donde están las "caletas", como se le
conoce a los escondites de la gasolina.
Sin ningún control, miles de litros son almacenados en
patios de viviendas a la espera de compradores, un peligro latente en esta
poblada zona de la calurosa Maracaibo.
"No pensé que nuestro país tendría que llegar a
comprar gasolina colombiana de contrabando o importarla", lamenta José
Ochoa, técnico de refrigeración de 45 años de Maracaibo, que hace meses no
logra poner gasolina en un expendio formal.
Su clientela ha bajado drásticamente porque tuvo que
aumentar los costos de sus servicios por la falta de combustible.
"Jamás en la vida pensé que siendo Zulia un
estado petrolero caeríamos tan bajo", se lamenta.
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