San Josemaría 12 de septiembre de 2020
@sJosemaria
Buscas
la compañía de amigos que con su conversación y su afecto, con su trato, te
hacen más llevadero el destierro de este mundo..., aunque los amigos a veces
traicionan. -No me parece mal. Pero... ¿cómo no frecuentas cada día con mayor
intensidad la compañía, la conversación con el Gran Amigo, que nunca traiciona?
(Camino, 88)
Nuestra
vida es de Dios y hemos de gastarla en su servicio, preocupándonos
generosamente de las almas, demostrando, con la palabra y con el ejemplo, la
hondura de las exigencias cristianas.
Jesús
espera que alimentemos el deseo de adquirir esa ciencia, para repetirnos: el
que tenga sed, venga a mí y beba. Y contestamos: enséñanos a olvidarnos de
nosotros mismos, para pensar en Ti y en todas las almas. De este modo el Señor
nos llevará adelante con su gracia, como cuando comenzábamos a escribir ‑(recordáis
aquellos palotes de la infancia, guiados por la mano del maestro?‑, y así
empezaremos a saborear la dicha de manifestar nuestra fe, que es ya otra dádiva
de Dios, también con trazos inequívocos de conducta cristiana, donde todos
puedan leer las maravillas divinas.
Es
Amigo, el Amigo: vos autem dixi amicos, dice. Nos llama amigos y El fue quien
dio el primer paso; nos amó primero. Sin embargo, no impone su cariño: lo
ofrece. Lo muestra con el signo más claro de la amistad: nadie tiene amor más
grande que el que entrega su vida por sus amigos. Era amigo de Lázaro y lloró
por él, cuando lo vio muerto: y lo resucitó. Si nos ve fríos, desganados, quizá
con la rigidez de una vida interior que se extingue, su llanto será para
nosotros vida: Yo te lo mando, amigo mío, levántate y anda, sal fuera de esa
vida estrecha, que no es vida. (Es Cristo que pasa, 93)
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