Por Antonio Pérez Esclarín
La creciente
despolitización de la política que ha perdido su esencia de búsqueda del bien
común, y en consecuencia, su sentido, está favoreciendo su penetración y
dominio por los neopopulismos de izquierda o de derecha iguales en su desprecio
de la política que están acabando con lo poco que quedaba de la democracia,
como una forma pacífica de dirimir las diferencias y garantizar a todos sus
derechos esenciales. Como lo expresó el cantante Joan Manuel Serrat en una
frase muy aguda y salpicada de humor negro: “Los demócratas son los que
piensan como yo, los demás son fascistas o comunistas”.
En palabras del colombiano Augusto Trujillo Muñoz, en América los populistas
solían ser caudillos militares: Perón, Velasco Alvarado, Rojas Pinilla,,.
Reclamaban sintonía con el pueblo y criticaban a las élites tradicionales, pero
tenían alguna coherencia política. Los neopopulistas sólo tienen sintonía
consigo mismos y están dibujados en la frase de Serrat. Pertenecen a cualquier
estrato social y a cualquier bandera partidaria. Estimulan y agudizan la
polarización sin importarles las reglas consensuadas de convivencia. Trump y
Maduro son exponentes preclaros de ello.
En el neopopulismo no subyacen tesis sino intereses. Por eso enfrentan,
polarizan, privilegian el esquema amigo-enemigo sobre cualquier otro. Esa
táctica les sirve para llevar a cabo el secuestro de la política y del poder
legal. Para lograr el poder o mantenerse en él todo resulta lícito y para
cubrirse con el manto de una supuesta legitimidad, utilizan groseramente y por
ello desligitimizan las instituciones y los otros poderes, lo que evidencia su
usurpación grosera del poder. Los ciudadanos son prisioneros de un entorno
excluyente que incita a las provocaciones viscerales. En esa trampa no hay
tesis, ni de derecha ni de izquierda, aunque lo sigan predicando los políticos
que continúan atascados en su vieja retórica y sus clichés y no son
capaces de enfrentar el desprestigio creciente en que están cayendo por su
corrupción, por su ausencia de ética pública y su incapacidad de resolver los
problemas de las mayorías. Hoy los ciudadanos están en su mayoría desencantados
y defraudados con la inoperatividad del sistema democrático alejado del pueblo
y al servicio de sí mismo, un mero simulacro de democracia donde el pueblo no
ejerce poder alguno.
Urge, en consecuencia, repolitizar la política y recuperar el diálogo como
ética y como costumbre. Hay que asumir la diversidad como riqueza y ponerse de
acuerdo con el que piensa distinto. Los verdaderos enemigos del país son la
corrupción, la inequidad, la desinstitucionalización. La corrupción invadió la
política, la justicia, la administración pública, los negocios. La
desinstitucionalización acabó con el Estado de derecho. Pero el neopopulismo no
deja ver la necesidad de construir un país en que quepamos todos.
Los tiempos de incertidumbre que vivimos deben espolear nuestro coraje y
creatividad para gestar una nueva política y una genuina democracia. Contra la
despolitización de la política, es urgente y necesario recrear la confianza en
la política como un instrumento de cambio para generar un proyecto colectivo
nacional a la luz de un imperativo ético-político. Junto a esto, se deben hacer
los mayores esfuerzos por constituir un nuevo orden colectivo en favor de una
democracia que apuntale la inclusión social, la distribución equitativa de la
riqueza, la inclusión y la aceptación de la pluralidad de ideas.
pesclarin@gmail.com
www.antonioperezesclarin.com
08-09-20
https://www.eluniversal.com/el-universal/79645/necesitamos-repolitizar-la-politica
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