Adriana Núñez Rabascall, Gustavo Ocando Alex 10
de septiembre de 2020
@Adriananunezr, @gusocandoalex
Las
elecciones presidenciales en EE.UU., previstas para el 3 de noviembre, son
seguidas de cerca por países de la región. Venezuela, cuya crisis despierta el
interés bipartidista, también observa la carrera por la Casa Blanca.
Venezuela, abatida por una crisis política y económica
de larga data, está lejos de ser indiferente a las elecciones presidenciales
del 3 de noviembre en Estados Unidos, un país que es faro de la política
exterior hemisférica y clave en visibilizar y promover acciones que buscan
poner fin a los severos desafíos que enfrenta la nación sudamericana.
El resultado de las elecciones entre el aspirante a la
reelección, el republicano Donald Trump, y su rival demócrata, el
exvicepresidente Joe Biden, tendrá una influencia directa en el devenir
político venezolano, concluyen analistas.
La atención del ciudadano común en ciudades como
Maracaibo y Caracas a los candidatos de los partidos del elefante y
del burro es,
sin embargo, vino de otro tonel.
Desde hace un siglo, la explotación petrolera, la
migración y asuntos culturales -como el deporte o el cine- llevaron a que
Venezuela entendiese y se interesara en la democracia estadounidense, explica
el experto en asuntos electorales y politólogo de la Universidad Rafael
Urdaneta, Gustavo Adolfo Soto.
“Esas elecciones sí afectan [a Venezuela]. Representan
el modelo democrático por excelencia, con un sistema de partidos muy fuerte y
es visto como un modelo de vida política”, explica en conversación con la Voz
de América.
Las relaciones entre ambos países se remontan a sus
tiempos independentistas, especifica, y fueron notoriamente “fructíferas” desde
1958, cuando Venezuela migró de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez a
la democracia.
La preponderancia de Estados Unidos se ratificó en
enero de 2019, cuando la
Casa Blanca fue la primera en reconocer a Juan Guaidó, presidente del
Parlamento, como presidente interino de Venezuela, en detrimento de Nicolás
Maduro.
Antonio Rodríguez Yturbe, analista político e
historiador, refrenda que Venezuela está lejos de ser el eje central de la
política exterior norteamericana, pero sí entra en juego al tasar
su influencia en la inestabilidad del continente.
“La región latinoamericana tiene un factor de
desajuste en Venezuela porque se ha convertido en el centro del narcotráfico internacional”,
expone.
A su entender, están en juego dos posiciones con
respecto a Venezuela: la demócrata, similar a la gestión de Barack Obama con
respecto a Cuba; y la republicana, “más clara” contra lo que llama “dictaduras
anacrónicas”.
Soto, por su parte, resalta como un valor de Biden que
es miembro del establishment político estadounidense, con 49
años de experiencia en este campo y conocedor de la clase obrera. Entre sus
debilidades como candidato, subraya su avanzada edad, 77 años, y su eventual desconexión
con el voto joven.
Asegura que los venezolanos interpretan a Trump como
un presidente “controversial, amante de las redes sociales, líder de un
movimiento patriota” y que se ha convertido en el principal valedor de Guaidó y
sus aliados.
De sus fragilidades como aspirante a la reelección,
nota como un desafío el perjuicio de la COVID-19 a su política económica
nacional e internacional.
Matices, cambio y continuidad
Luis Angarita, experto en relaciones internacionales y
profesor de la Universidad Central de Venezuela, cataloga como “importantísima”
la elección presidencial en Estados Unidos para el país petrolero.
“La política venezolana y la crisis que vive desde hace
dos años tiene como epicentro el reconocimiento de Estados Unidos a Guaidó y el
desconocimiento de Maduro como figura presidencial”, argumenta a la Voz
de América.
El dirigente socialista, quien ganó las elecciones de
2018 bajo acusaciones de ilegitimidad de sus opositores y buena parte del mundo
occidental, con Estados Unidos a la cabeza, ha tenido una relación turbulenta
con la Casa Blanca.
En oportunidades, Maduro ha deseado en público un
acercamiento del más alto nivel con la administración de Trump, aunque le culpa
frecuentemente de los males económicos de Venezuela por las sanciones. Las
atribuye a un “bloqueo”.
Estados Unidos no tiene actualmente un vínculo
diplomático con el heredero político de Hugo Chávez Frías, fallecido en 2013.
No solo le desconoce como presidente, sino que lo acusó penalmente en marzo
pasado por su presunta vinculación a una red de narcotráfico y lavado de
activos.
El
Departamento de Justicia estadounidense ofreció entonces $15 millones de
dólares por información que derive en su captura. Maduro, en cambio, insiste en
que desea retomar el diálogo y hacer una “reingeniería” de la relación.
Angarita
pronostica que no habrá modificaciones en el respaldo a la democracia
venezolana, cualquiera que sea el ganador en noviembre, por tratarse de una
“causa bipartidista” en el Norte. Augura, por ejemplo, que la oficina de
asuntos de Venezuela, liderada hoy por Elliott Abrams, continuará en funciones.
Prevé
que la permanencia o no de Trump en la Casa Blanca afectará la prioridad que la
comunidad internacional otorgará a Venezuela en su agenda.
El
levantamiento de las sanciones se haría más complicado si gana Biden, pues toda
orden ejecutiva de un presidente saliente solo puede modificarse con el voto de
las dos terceras partes del Senado estadounidense, precisa.
“De
continuar Trump, continuaría una política mucho más agresiva con medidas
hostiles para el régimen de Maduro, mientras que por el lado demócrata puede
llegar a ser hasta más eficiente y contundente, porque primaría la unidad de la
comunidad internacional”, opina.
El
nivel de impacto político en Venezuela de las votaciones en Estados Unidos lo
determinará el ganador, opina Luis David Benavides, abogado de la Universidad
Católica Andrés Bello, especialista en derecho internacional.
Si
Trump logra la reelección, persistirá su “política fuerte y dura en el discurso
y en la aplicación de medidas coercitivas” sobre Maduro, expone.
En
caso del triunfo de Biden, certifica, la política exterior tenderá a acudir a
mecanismos diplomáticos “flexibles”, muy cercana a las posturas de las Naciones
Unidas y la Unión Europea e incluso auspiciadora del diálogo.
Benavides
valora que la eventual ascensión al poder del candidato demócrata representaría
un reto para Juan Guaidó y sus aliados, e incluso para la continuidad de la
delegación diplomática opositora en Washington.
“Venezuela
es un caso bipartidista. Tanto el partido demócrata como el republicano
consideran que en Venezuela hay un gobierno dictatorial, que se violan los
derechos humanos y se quiere un cambio, pero los mecanismos son distintos”,
coincide con Angarita.
Soto,
por su lado, dice que suele reaccionar con gracia cuando escucha a algún
militante chavista expresando su preferencia hacia el triunfo de Biden.
“Se
olvidan de que la gestión demócrata de Barack Obama [con Biden de
vicepresidente] inició este proceso de sanciones contra Venezuela”, señala.
Cualquiera
de los dos candidatos a la presidencia, vaticina, dará “continuidad” a su diplomacia
hacia el madurismo, quizá con sus propios “matices”. El acuerdo tácito del
bipartidismo estadounidense sobre Venezuela es garantía de ello, dice.
Eclipse
interno
En
las calles de Caracas, la capital, sale más a relucir la indiferencia que el
interés en las elecciones de noviembre. Siurca Noguera, venezolana, comenta que
las complicaciones internas eclipsan la política exterior.
“Venezuela
tiene demasiados problemas como para estar pendiente”, dijo a la VOA al ser
preguntada sobre los comicios, poco antes de exigir que haya un “verdadero
liderazgo” entre la oposición para resucitar al país sin “bloqueos”.
Como
ella, Jackson Benenzuela critica las sanciones impuestas por Washington en los
últimos cinco años y espera que la votación presidencial las modifique.
“Tiene
que haber un cambio. Venezuela necesita mucha ayuda. Sería bueno que el nuevo
candidato sea más abierto a ayudarnos”, reflexiona.
En
Maracaibo, capital petrolera del país, Carlos Márquez espera por clientes,
sentado dentro de su ferretería. Nacido en Venezuela, recibió la ciudadanía
estadounidense tras vivir dos décadas en Florida, a finales de siglo pasado.
“Estados
Unidos es un país reeleccionista. Ocho años son suficientes para dejar una obra
de gobierno. No lo ha hecho mal”, dice sobre Trump, respaldándolo.
Los
demócratas por su parte, alega, “se han inclinado por los gobiernos de
izquierda” en Latinoamérica. “Las medidas, aunque son fuertes, deben seguir.
Somos un país amante del sistema americano”, insiste.
Carlos
Berroterán refuta la opinión de Carlos sobre la política de Trump hacia el
país. Atribuye la escasez de gasolina a las sanciones y reprocha las amenazas
de cualquier tipo de intervención.
“Ningún
tipo de intervención ha beneficiado a ningún pueblo. Ahí tenemos a Cuba: 60
años de intervención, se está muriendo de hambre igualito y los Castro siguen
mandando”, declara el venezolano, desde Caracas.
Las
elecciones en Estados Unidos no aparecen en los estudios de opinión pública
como un tema relevante para la mayoría de los venezolanos, revela Félix Seijas
Junior, experto en sondeos y director de la firma Delphos.
La
crisis económica es la principal preocupación de los ciudadanos e incluso
predominan las menciones de la pandemia, más que por una inquietud sanitaria,
por su efecto en las finanzas locales, detalla.
“Para
un sector más informado, sí tiene relevancia la elección, porque sienten que la
resolución del conflicto interno depende de manera importante del apoyo externo
y, en particular, del de los Estados Unidos”, acota Seijas, no obstante.
Johandry Velásquez, veinteañero, suda profusamente
mientras camina por las calles marabinas, bajo un sol ardiente. Se declara
indiferente sobre lo que ocurra en noviembre en las urnas de Estados
Unidos.
“Quiero que haya un cambio aquí. ¿En Estados Unidos?
Yo no vivo allá. Cada presidente que se monta [en el poder] en Estados Unidos,
siempre va a tirar pa’ acá, pa’ Venezuela. No es solamente Donald Trump”,
afirma a la VOA.
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