Alessandro Di Stasio 13 de septiembre de 2020
Lo
que comenzó como una oportunidad especial ha terminado en un calvario.
Venezolanos que viajaron al Medio Oriente desde finales del año pasado para
cumplir compromisos contractuales, están varados y alejados de sus familias.
Algunos trabajaron en el sector de servicios de la industria petrolera y otros
para la atención de animales. Sin embargo, la pandemia de la COVID-19 les
complicó los planes.
Víctor
Guevara llegó a Arabia Saudita el 14 de noviembre de 2019. Es médico veterinario
y había sido contratado para el manejo y cuidado de un establo dedicado a la
reproducción de equinos. No obstante, para su sorpresa, la organización para la
que se desempeñaba prescindió de su contrato con la llegada de la pandemia.
Desde ese momento, ya sin poder regresar a Venezuela, quedó varado y su
situación económica se deterioró.
«Un
médico veterinario siempre tiene trabajo, pero la mayoría se valía de la
ocasión para pagar lo que ellos creían», cuenta Guevara. Tuvo un salario de
1.500 dólares desde diciembre hasta febrero, mes en el que le comenzaron a
rebajar los montos. «Me descontaron hasta unas pastillas para el dolor de
cabeza y bajaron mi salario a 1.000 dólares», ello, sumado a otras deducciones,
terminó ubicando sus ingresos en apenas $280. Si bien su contrato culminó en
junio, no le pagaron ese mes ni mayo.
Ante
esa situación, y en medio de la desesperación, consiguió ayuda de un ciudadano
saudí que le ofreció alojamiento, pero con una condición: atender su granja sin
salario alguno. Sin más opciones, Víctor tuvo que aceptar. El poco dinero que
pudo ahorrar ya se le terminó, pues envió una parte a sus familiares en
Venezuela.
El
idioma ha sido otra de las tantas dificultades para Víctor. Para comunicarse
aprendió lo que considera algunas «palabras claves» que, junto al apoyo del
traductor de Google, ha podido desempeñarse todo este tiempo. «Lo que más me ha
afectado es apegarme a sus costumbres. Estoy como un preso porque muy poco
salgo», lamenta.
Su estadía en el país saudí, que ya se ha extendido
por casi 10 meses, ha afectado su salud mental. Tiene tres hijos en Venezuela y
a su madre, una señora mayor de edad jubilada de educación. Él es el soporte
económico de su familia.
«Lo más difícil es mantenerse fuerte mentalmente»
Los trabajadores del sector petrolero y gasífero
también se vieron afectados. Entre ellos se encuentra Alberto Cedeño, quien
trabajó con la empresa española Técnicas Reunidas como encargado del
departamento de Planificación y control del proyecto Haradh, en Arabia Saudita.
«Tenia rotación cada tres meses a Venezuela; con dos semanas de vacaciones y me
encuentro varado desde el mes de marzo», explicó.
En ese mismo mes debió tomar su rotación por
vacaciones, pero por la pandemia ya acumula seis meses sin poder viajar. Desde
el 13 de julio, además, está sin trabajo, fecha en la que la empresa terminó
con el contrato.
Ahora pasa los días encerrado en una habitación que la
misma empresa le provee, ubicada en el campo de trabajo. En ese tiempo ha
visto, incluso, tormentas de arena; la más reciente el 31 de agosto. A causa de
éstas pasó tres meses enfermo, principalmente sufriendo alergias.
«En esos meses me dio depresión, un poco de nervios y
ansiedad», recuerda. Los efectos le duraron hasta finales de junio, cuando se
pudo recuperar, exceptuando irritaciones en la garganta durante algunos
períodos.
En todo este tiempo ha sido atendido por tres médicos
diferentes, quienes terminaron por diagnosticar lo mismo: «tengo problemas con
los cornetes y me tengo que operar», cuenta Alberto. «Por eso tengo que salir
de aquí», sostiene.
«Aquí lo más difícil es mantenerse fuerte
mentalmente», dice Cedeño. Intenta ocupar el tiempo estudiando por Internet,
conversando con su esposa por videollamadas, haciendo deporte y leyendo.
Ahora, cansado de esperar por una solución por parte
del Gobierno venezolano, intenta encontrar una ruta para regresar a
Venezuela a través de la frontera con Brasil, tal como hizo a finales
de agosto un grupo de turistas venezolanos varados en España.
Venezolanos varados sin respuesta de las autoridades
Wilson Fuentes también forma parte del grupo de
venezolanos varados. Ingeniero eléctrico, laboró como consultor para
Weatherford OilTools en Omán, desde el año pasado. «Trabajaba con un régimen de
rotación de seis semanas en Omán y tres semanas de descanso en Venezuela»,
afirma.
Regresó a Omán en febrero, pero debido a la pandemia
no pudo retornar. La compañía terminó su contrato en mayo y desde entonces no
recibe salario, por lo que ha tenido que cubrir gastos con sus ahorros.
Su caso es similar al de César Zurita. También fue
despedido, pero a finales de junio. «Desde entonces la empresa me brinda techo
y un seguro médico, mas no salario», sostiene. Ha llamado a la embajada en
numerosas ocasiones, «pero lo que me han dicho es que hay que esperar por las
autoridades en Venezuela».
El 20 de agosto un funcionario de la embajada
venezolana en Líbano comunicó a través de un grupo de
Facebook que se dispondrían próximos vuelos de repatriación con un
precio de 750 dólares con la ruta Beirut-Caracas. Para muchos de los
venezolanos varados era una opción, pero hasta la fecha tampoco han recibido
respuesta alguna.
Ante ello, y el aumento de la incertidumbre, se
coordinan para viajar a Venezuela desde su país vecino, Brasil.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico