Por CONTRAPUNTO
Con la tristeza que embarga
a todos los venezolanos pero también con el privilegio de tener en el cielo del
arte a uno de los grandes creadores, este domingo Contrapunto reproduce la
entrevista que le hiciera la periodista Chefi Borzacchini hace dos años, en
ocasión de su 94 cumpleaños, en la que el maestro habla de sus logros ya al
final de su vida y, por supuesto, del sentimiento de dolor que le causaba la
crisis de su Venezuela
La última vez que escuché su
voz fue precisamente el año pasado en ocasión del 96 cumpleaños. Entre Miami
(donde me encontraba por esos días) y París donde él, sus amigos y familia
celebraban. Las risas del maestro y su tono siempre alegre, de festejo,
cercano, amable y amoroso se deslizaban por el hilo telefónico y ni continentes
ni océano parecían una distancia… le escuché clarito decir a los invitados:
“Ay… bajen la voz, estoy en un saludo con Chefi… otra que me llamó para darme
bendiciones”.
Volví a sentirme
privilegiada. Gracias a Carlos, querido y siempre atento, su hijo que nos
comunicó: “Ya te voy a pasar a Papá, se va a poner muy feliz porque siempre lo
llaman mucha gente que lo quiere en sus cumpleaños… pero no sé si podrás
conversar a nivel de entrevista porque hay mucha bulla y está muy alegre
celebrando”.
Y sí. El maestro estaba tan
contento y tan feliz y comenzó a nombrarme a los amigos artistas que estaban
con él allí… y lo bien que se sentía, y lo tranquilo que estaba con todo lo
logrado y lo feliz por tener a tantos venezolanos compatriotas allí con él… no
hubiese sido elegante ni respetuoso volver sobre el tema de Venezuela y su
preocupación… mejor preguntarle por los proyectos artísticos. “Si Chefita,
estamos avanzando en cosas maravillosas, con mucho trabajo”. Así nos
despedimos.
Y este domingo triste, pero
también de mucho orgullo por tener en el cielo del arte mundial a un
venezolano, maestro de la luz y el color, Contrapunto envía a su
familia y amigos unas palabras de condolencia y para nuestros lectores
reproducimos sus últimas declaraciones, la última entrevista exclusiva que
concedió a nuestro medio. A continuación el texto.
La angustia por el país
Inevitablemente Venezuela le
arranca la primera frase dolorosa de esta conversación. “En mis tiempos muchos
éramos pobres, pero nunca pasamos hambre ni miserias como los venezolanos de
hoy”. Así comienza Carlos Cruz – Diez esta entrevista exclusiva con Contrapunto.
—“Jejejé… Me siento muy bien a mis 94 años, ya soy un viejito pero estoy muy bien… y otra cosa: estoy estupefacto por la cantidad de solicitudes que recibo a diario y a esta edad. Imagínate Chefi, me llaman desde Yakarta, desde Los Ángeles, de Alemania para exponer mis obras en múltiples ciudades de todo el mundo, y eso me hace sentir y pensar que soy un hombre y un artista muy privilegiado”.
Con una carcajada, como si fuera un niño que vive y celebra un nuevo cumpleaños, con un buen humor que solo se quiebra cuando habla de Venezuela, escuchamos al maestro Carlos Cruz-Diez este miércoles 16 de agosto a través del hilo telefónico, en vísperas de arribar a sus 94 años de edad, este jueves 17 de agosto (nació en Caracas en 1923).
Una foto de Cruz-Diez
en París tomada en vísperas de su cumpleaños / Cortesía: Florentino Mendoza
Es verano en la “ciudad luz”
y Cruz-Diez ha regresado a la capital que le acogió hace más de 50 años, no
solo para otorgarle la residencia, sino para apoyarle, considerarle y premiarle
como uno de sus ciudadanos más emblemáticos del arte mundial.
Los últimos meses estuvo
residenciado en Panamá, donde tiene su otro gran taller. El músico venezolano
Florentino Mendoza, familia cercana del maestro, nos facilitó la comunicación.
Luego de concluir una sesión de grabación de un documental (¿película?) sobre
su vida y su obra, una “sorpresa” que muy pronto será revelada, el maestro nos
atendió.
Al país y a los venezolanos
con amor y respeto
Pero desde París, desde el
mundo y el entorno que él construyó, trabajo a trabajo, un tema, el tema de la
crisis en Venezuela, es también inevitable tocarlo, más aún cuando se habla con
un venezolano pleno de sabiduría. Porque Carlos Cruz-Diez lleva a Venezuela en
la piel, en su nombre, en la empresa que ha levantado junto a su familia… hoy
día son tres generaciones que están dedicadas al oficio del arte producido por
este venezolano ícono de nuestro aporte cultural y artístico al mundo.
En abril de este año, el
maestro escribió una carta a los venezolanos, principalmente dirigida a los
jóvenes, titulada “En Venezuela hay que inventarlo todo”.
En su introducción, su
primer párrafo, decía: “Escribir este mensaje a todos los venezolanos y en
especial a los jóvenes que arriesgan sus vidas diariamente en las calles de
Venezuela, nace del dolor y la angustia ante los trágicos sucesos que están
agobiando a mi país. Además, quiero manifestar la admiración por la decidida
actitud que les ha llevado a enfrentar a un régimen construido sobre un modelo
agotado y obsoleto que se ha empeñado en destruir los valores humanos que son
la única garantía para construir una sociedad basada en la dignidad, el
progreso y la justicia social. También quiero decirles que están viviendo una
oportunidad única, la de cambiar su propio destino y el del país”.
Y finalizaba esta carta: “A mis 94 años, les digo con sinceridad que les ha tocado vivir una época extraordinaria porque todo está obsoleto y hay que inventarlo de nuevo, hay que inventar un nuevo lenguaje político que hable de democracia, de valores éticos, de libertad, progreso y justicia social, hay que inventar la educación y crear un país de emprendedores, artistas e inventores, un país digno y soberano en el contexto global, en fin, en Venezuela hay que inventarlo todo. ¡Qué maravilla!”.
—¿Cómo se siente Venezuela desde lejos, maestro?, aunque sé que no quisiera usted hablar del tema… pero debemos preguntárselo.
—Estamos a la expectativa,
no sabemos qué va a pasar ni a suceder allá, y no quiero hablar desde afuera
porque me parece un irrespeto frente a todos mis compatriotas venezolanos que
están viviendo esa situación tan difícil.
—Ante este mensaje le
preguntamos a usted maestro, ¿qué es lo más duro que siente usted que le está
pasando a los venezolanos en estos momentos?
—Siento mucha angustia por
la precariedad en la que viven los venezolanos. Siento mucha angustia por el
hambre que padecen hoy día los venezolanos y por lo que les falta para tener
buena salud. En mis tiempos muchos venezolanos éramos pobres pero nunca pasamos
hambre ni miserias como los venezolanos de hoy.
Carlos Cruz – Diez en una de
sus últimas fotografías / Archivo Contrapunto
Cruz-Diez inagotable
—Indudablemente que a un
hombre que ha vivido casi un siglo, y siendo más aún un artista que ha
transitado por la tierra casi un siglo de creaciones e inventos, hay que
hacerle una pregunta de rigor: ¿Cómo ha sido su vida, maestro? ¿Cómo la
calificaría?
–He vivido 94 años de aventuras, pero debo confesarte algo ahora: viví sin las esperanzas de que mi obra artística se comprendiera, pero ahora estoy recibiendo el regalo de que las nuevas generaciones disfrutan y comprenden lo que hace tantos años atrás yo me propuse comunicar al mundo.
—¿Cree que fue un adelantado
a su tiempo?
—Tal vez, pero puede ser
también que esa comprensión de la que te hablo tenga que ver con los cambios de
paradigmas… Pero lo más importante que te quiero señalar es que lo que más me
satisface ya a estos 94 años, es que los públicos disfrutan mis obras, es
decir, exactamente ese era y es mi objetivo: sigo haciendo arte en gran parte
para que el espectador se divierta tanto como yo cuando las sueño y cuando
logro hacerlas y materializarlas.
—Usted tiene muchos rincones y esquinas del mundo llenos de Cruz-Diez, desde Europa hasta China pasando por América, su lenguaje es y será inconfundible, sus colores, sus juegos de líneas y composiciones… sigue creando, sigue dirigiendo todo, su gran empresa artística… ¿Cómo puede mantenerse viva esa creatividad?, ¿qué obra acaba de terminar?
—Sí, puedo decir que esta ha
sido una vida de inagotable creación, una existencia vivida intensamente en la
que todos los días se me ocurre algo nuevo… acabo de inaugurar una muestra en
Panamá, esta semana, con obras que he llamado “Transcromías” con las que invado
el espacio de color.
—Me llama la atención que
diga que vivió “sin esperanzas” de que su obra fuera comprendida por los
públicos de los años de 1970, 80, 90… ¿Por qué tiene esa apreciación, si los
públicos de todo el mundo, expertos, museos, galerías, han reconocido el valor
de su obra desde hace más de 50 años…?
—Es que nunca pensé que mi
discurso creativo, mis propuestas que vienen de tantos años atrás, pudieran ser
tan bien comprendidas y aceptadas por las generaciones del nuevo milenio, por
los llamados milenians que se la están disfrutando tanto… Obras que
expuse en los años de 1970, 1980, parecían no decirle nada a los públicos de
antes, era algo así como si esos espectadores estuvieran ciegos ante las
propuestas que yo creaba. En Grenoble expuse una obra en 1967,
era Cromosaturación, y el público pasaba frente a ella como si nada,
prácticamente no se detenían, y ahora algo sucede porque los visitantes a
mis exposiciones, sobre todo los jóvenes y los niños, interactúan con ellas, las
disfrutan, entran en ellas, se apoderan de mis obras como si fueran suyas, y
hacen exactamente lo que les planteo: se divierten viendo cómo se hace y cómo
se deshace el color en el espacio… mi sueño y mi meta.
28-07-19
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