Por Ángel Oropeza
Sin ánimo de ofender a la
inteligencia de quienes leen esto, comencemos con recordar una precisión
teórica necesaria y básica: todo pensamiento o diseño estratégico parte de la
definición de un objetivo, luego de lo cual se establecen o planifican los
pasos requeridos para alcanzarlo. En consecuencia, los pasos se definen en
función del objetivo. Esto es, son útiles en la medida que nos acercan o
contribuyen a la consecución del objetivo planteado. Es el objetivo lo que
importa. Los pasos son herramientas para alcanzarlo.
En el diseño estratégico de
lucha de la oposición democrática venezolana, el objetivo es claro y compartido
por todos: la finalización cuanto antes de la dolorosa tragedia humanitaria que
sufren los venezolanos, lo cual no es posible sin la urgente superación de la
dictadura.
Para lograr este objetivo se
han establecido una serie de pasos, simplificados de manera didáctica en
terminación de la usurpación, conformación de un gobierno de transición y
realización de elecciones libres. Por supuesto, cada uno de estos pasos
supone a su vez un conjunto de tácticas, que son las acciones necesarias y tareas
concretas para desarrollar esa estrategia.
Ahora bien, una condición
indispensable para que una estrategia resulte exitosa es su viabilidad
práctica, lo que implica –entre otras cosas– su capacidad para adaptarse y
responder a la naturaleza cambiante del entorno que enfrenta. Es por ello que
el orden original de los pasos de una estrategia diseñada es uno, y su
factibilidad real (que es producto de las circunstancias inciertas y muchas
veces impredecible de la lucha política) una vez que ella comienza a ejecutarse
puede ser algo distinto. Lo importante es que no se abandone ni se sacrifique
el objetivo.
En días recientes algunos
opinadores han salido –seguramente de muy buena fe– a exigir el respeto
estricto al orden original de la estrategia cuando fue diseñada (esto es, antes
de comenzar a ser desarrollada en la práctica), y a denunciar como sacrílego
cualquier intento de modificar su secuencia inicial. Si bien algunos de
sus argumentos resultan interesantes y válidos, quienes así se expresan olvidan
que la estrategia siempre debe ser evaluada en función de su factibilidad
concreta. Y si el objetivo es alcanzable por una secuencia distinta a la
prevista, esa es la secuencia correcta. Así, por ejemplo, puede que las
circunstancias conduzcan a que el cese de la usurpación se logre por una
elección que garantice el respeto a la voluntad de las mayorías. Si esa resulta
en la práctica la forma más rápida o factible de alcanzar el objetivo, ello es
lo que verdaderamente importa. Aquí la clave es el producto, no el orden de los
factores.
Pero más allá de esto, lo
que está resultando peligroso es que esta discusión sobre la secuencia
estratégica originaria vs la factible nos está haciendo olvidar que lo crucial
–y lo que el país realmente reclama– es que nos pongamos de acuerdo para
trabajar con urgencia en lo que todos parecen coincidir, y es que sin presión
social no hay salida posible, no importa la secuencia.
Hay que decirlo con
claridad: si no hay una presión social contundente, sostenida y sistemática,
ninguna de las “secuencias” estratégicas que hoy se discuten podrá tener éxito.
Por ello, es urgente no abandonar y seguir fomentando la movilización social
cívica y la protesta pacífica permanente y creciente, articulándolas y dándoles
contenido político, generando en conjunto con el resto de las formas de presión
y lucha cívica (tales como la negociación y la presión internacional), las
condiciones que precipiten una salida constitucional del gobierno.
Si a pesar de nuestras
diferencias, todos asumimos esta tarea común y nos lanzamos a la única acción
urgente y necesaria de presión social que reclama este momento histórico, no
solo construiremos en la práctica la verdadera unidad que demandan los
venezolanos, sino que estaremos generando las condiciones políticas que
conduzcan al éxito de la estrategia democrática, sea cual sea su secuencia de
ocurrencia. Sin estas condiciones derivadas de la presión social, el
cambio del régimen y la superación de la crisis seguirá siendo un irrealizable
e insatisfecho anhelo.
Si estamos unidos enel
objetivo, que no nos separe ni la táctica ni el orden de los pasos para
alcanzarlo. Sin embargo, como hemos dicho otras veces pero es necesario
repetirlo, el problema no es ponernos de acuerdo en cómo es el final, sino
hacer lo que se requiere para que haya un final.
19-07-19
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