San Josemaría 27 de julio de 2019
Necesitas
formación, porque has de tener un hondo sentido de responsabilidad, que
promueva y anime la actuación de los católicos en la vida pública, con el
respeto debido a la libertad de cada uno, y recordando a todos que han de ser
coherentes con su fe. (Forja, 712)
Un
hombre sabedor de que el mundo –y no sólo el templo– es el lugar de su
encuentro con Cristo, ama ese mundo, procura adquirir una buena preparación
intelectual y profesional, va formando –con plena libertad– sus propios
criterios sobre los problemas del medio en que se desenvuelve; y toma, en
consecuencia, sus propias decisiones que, por ser decisiones de un cristiano,
proceden además de una reflexión personal, que intenta humildemente captar la
voluntad de Dios en esos detalles pequeños y grandes de la vida.
Pero
a ese cristiano jamás se le ocurre creer o decir que él baja del templo al
mundo para representar a la Iglesia, y que sus soluciones son las soluciones
católicas a aquellos problemas. ¡Esto no puede ser, hijos míos! Esto sería
clericalismo, catolicismo oficial o como queráis llamarlo. En cualquier caso,
es hacer violencia a la naturaleza de las cosas. Tenéis que difundir por todas
partes una verdadera mentalidad laical, que ha de llevar a tres conclusiones: a
ser lo suficientemente honrados, para pechar con la propia responsabilidad
personal; a ser lo suficientemente cristianos, para respetar a los hermanos en
la fe, que proponen –en materias opinables– soluciones diversas a la que cada
uno de nosotros sostiene; y a ser lo suficientemente católicos, para no
servirse de nuestra Madre la Iglesia, mezclándola en banderías humanas (...).
Interpretad,
pues, mis palabras, como lo que son: una llamada a que ejerzáis –¡a diario!, no
sólo en situaciones de emergencia– vuestros derechos; y a que cumpláis
noblemente vuestras obligaciones como ciudadanos –en la vida política, en la
vida económica, en la vida universitaria, en la vida profesional–, asumiendo
con valentía todas las consecuencias de vuestras decisiones libres, cargando
con la independencia personal que os corresponde. Y esta cristiana mentalidad
laical os permitirá huir de toda intolerancia, de todo fanatismo –lo diré de un
modo positivo–, os hará convivir en paz con todos vuestros conciudadanos, y
fomentar también la convivencia en los diversos órdenes de la vida social.
(Conversaciones, 117-118)
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