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jueves, 25 de julio de 2019

Cuando el silencio se convierte en complicidad por @INFOCRACIA



Por Andrés Cañizález


Desde hace bastante tiempo he tratado de encontrar el tono para este texto. Debía escribir sobre dos ex defensores de derechos humanos, literalmente devorados por el chavismo, y de cómo su silencio en esta hora les hace cómplices. Y les hace cómplices de las violaciones que ellos combatieron, me consta, duramente en el pasado: las ejecuciones extrajudiciales y la tortura.

Encontré un artículo sobre el Papa Francisco, exactamente con este título que yo también he terminado por usar. Y me parece pertinente, por demás, que la frase provenga de este Sumo Pontífice al que se le pueden señalar muchas cosas, pero nunca se le podrá tachar de reaccionario o insensible.

Cuando el silencio se convierte en complicidad. Esta frase me ayuda a saldar cuentas con Alfredo Ruiz, actual Defensor del Pueblo, y con Soraya El Achkar, ex rectora fundadora de la Universidad de la Seguridad (UNES), y en su tiempo referente en las políticas de seguridad en Venezuela. Ambos unidos por su participación protagónica en lo que fue una de las más respetadas organizaciones de derechos humanos de Venezuela, la ahora desdibujada Red de Apoyo por la Justicia y la Paz.

Cuando se estudie sin apasionamientos este período, cabrá analizar la política de cooptación del chavismo en el campo de los derechos humanos en Venezuela, y de cómo la Red de Apoyo “prestó al proceso” a sus cuadros más formados y capacitados, como fueron en su momento Alfredo y Soraya.

Hubo otros activistas que usaron a la organización como trampolín hacia el poder, pero en éstos dos casos doy fe de lo que fue –en su momento- un genuino compromiso con la defensa de los derechos humanos en Venezuela.

No cuestioné su paso del activismo a las funciones de poder, porque es algo habitual en muchas latitudes. No son pocos los gobiernos que terminan cooptando a los activistas de la sociedad civil para la ejecución de políticas públicas. Debe resultar tentador, me imagino, pasar de una oficina en la que se analiza lo que hace el Estado (o denunciar a éste) a ser quien diseña e implementa las políticas de un país en determinadas áreas.


Hoy sí les cuestiono, y lo hago de forma severa. Me permito hacerlo para honrar la memoria de los los períodos en los que estuvimos luchando juntos por la justicia. Con Alfredo me unía un caminar compartido desde temprano en los años 90, del siglo pasado; con Soraya de data más reciente, a inicios de este siglo. A ambos les respetaba.

En la actual coyuntura, el silencio de Ruiz es sencillamente estruendoso. Dado que ocupa y ha devenido simplemente en el Defensor del Puesto. No es el Defensor del Pueblo, si lo fuese estaría dando la cara, como lo hacía en el pasado, para denunciar los casos de tortura. Es inaudito que el defensor guarde silencio ante lo ocurrido con el Capitán Acosta Arévalo, el más escandaloso caso de tortura en el siglo XXI venezolano.

El reciente informe de la alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, no sólo abona nuestra crítica, ya que ella misma cuestiona la nula actuación de la Defensoría del Pueblo, en hora tan crítica para la sociedad venezolana. Es también este documento una clara muestra de que, por más que se tengan simpatías políticas y/o ideológicas, no se puede y no se debe guardar silencio ante lo que es un escenario de masivas violaciones a los derechos humanos.

Silencio estruendoso

Soraya, liberada de la función burocrática, salvo algunas excepciones, como cuatro mensajes que escribió en Twitter a fines de 2018, ha optado por hacer como el avestruz, asumir que escondiendo la cabeza no tiene responsabilidad alguna en el desmadre en el que se convirtió la UNES. También es cómplice su silencio al no denunciar que la UNES terminó siendo un Frankestein al punto que hoy salen de allí, graduados, los principales represores de este tiempo: los uniformados de las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES).

Soraya, se quedó muda, y eso que tuvo aquella voz potente que en el pasado denunció las ejecuciones extrajudiciales. Hay una política de exterminio con la expresión que ella conoce bien de “resistencia a la autoridad”, pues era la misma que se usó en los años 90. Tampoco denuncia hoy Soraya, y eso que tiene un respaldo contundente en las páginas del informe Bachelet, que las FAES actúan principalmente contra los jóvenes en los barrios, tal como era cuando se fundó la Red de Apoyo en los años 80 del siglo XX.

El silencio, el de ustedes, Soraya y Alfredo, ante tantas atrocidades, les hace cómplices.

23-07-19




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