LUIS VICENTE LEÓN 22 de julio de 2019
@luisvicenteleon
Escribí
esto antes de las sanciones, con lo que no tengo que explicar que en mi
opinión, la crisis que vivimos es responsabilidad exclusiva de la revolución y
no la estrategia sancionatoria
Esta
crisis es quizás la peor de nuestra historia. No sólo por la magnitud del
deterioro, que ya es bastante, sino porque esta ocurriendo sin necesidad. Es
una crisis inducida, por la ideología, por la ignorancia o por las dos, el
resultado es igual. Ver la situación en la que se encuentra el país da rabia,
frustración, asombro, miedo, pero sobre todo, mucha tristeza.
Venezuela
sin medicinas. Con la infraestructura en el piso. Con la inflación más alta del
mundo. Sin billetes ni monedas para pagar. Con escasez galopante. Mendigando
una caja de comida del gobierno que puede o no puede llegar y de la que
dependen familias completas que no pueden protestar a riesgo de perder lo que
les dan. Y entonces entiendes a los que se fueron y a los que se van. Primero lo
hicieron muchos de los que más tenían. Llevaron sus familias y patrimonios
lejos para protegerlos de lo que temían que pasaría y pasó. La pulverización
del valor de sus inversiones en Venezuela.
Después
se fueron muchos de los más educados y formados. El país se les volvió hostil y
cavernícola. Su desarrollo profesional estaba comprometido. Mientras la
tecnología, la ciencia, la medicina, la educación avanzaba en el mundo a pasos
agigantados, en un mundo globalizado, su país retrocedía hacia una primitivización
inimaginable en el siglo XXI. En un focus group nos decían: *“Venezuela es
Macondo. Y Macondo es bello y sabroso, pero ahí no se puede vivir”. Se fueron
entonces los doctores más preparados… Y los más jóvenes. Los ingenieros más
audaces… Y los más jóvenes. Se fueron los economistas más internacionales… Y
los más jóvenes, los administradores, los periodistas, los músicos (incluyendo
los cuatristas), siempre los más dispuestos a asumir riesgos… Y los más
jóvenes.
Y
entonces comenzó lo que tenía que comenzar. Se están yendo los demás. Los que
no tienen patrimonio que perder, pero si familias que mantener, en el medio de
una hiperinflación espantosa que no saben como enfrentar ni entender. Es María
sin compañía. Es Richard para Panamá. Es Linda para Madrid, Juan para Bogotá,
Francisquito para Quito y Johnny para donde lo deje el autobús rumbo a Lima.
Y
las despedidas de cada día ponen esa tristeza en el alma y en el corazón de la
población que se queda y la que se va y deja el país más prometedor de América
Latina, convertido en fábricas moribundas, constructoras en terapia intensiva,
medios de comunicación con bombonas de oxígeno, colegios sin maestros,
universidades sin PhD’s, ni internet, hospitales sin especialistas, teatros sin
artistas… Pueblos, calles y casas muertas.
Y
¿saben qué? Que nadie puede parar este desangre con discursitos, amenazas,
prohibiciones, ni mensajitos de autoayuda. Sólo logrando que la población
entienda el reto: participar en todos los tableros para defender el regreso a
la racionalidad económica y a la democracia real. Unirnos alrededor de un ideal
y de un sueño y articularnos para lograrlo. Sólo así podremos poner el
torniquete, operar, coser la herida y volver a empezar. ¿Qué cuál es la palabra
mágica? La de siempre: Unión, y todo aquello y aquellos que la estimulen serán
la llave del éxito…y viceversa”.
Escribí
esto antes de las sanciones, con lo que no tengo que explicar que en mi
opinión, la crisis que vivimos es responsabilidad exclusiva de la revolución y
no la estrategia sancionatoria. Pero eso no elimina el problema que nos
preocupa: las sanciones generales, económicas, financieras y petroleras
(distinto a las personales), en realidad no ayudan a resolver el problema, como
no lo hicieron en Cuba, Zimbabue, Korea, Siria e Iran y, en cambio, amplifican
la crisis ya existente para la gente que todavía vive aquí… y que a este ritmo,
será cada vez menos.
Luís
Vicente León
@luisvicenteleon
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