Vivian Sequera y Brian Ellsworth 17 de julio de
2019
Cuando
busca un escape de la aplastante realidad de una Venezuela en crisis, Carmen
Gómez encuentra consuelo al recibir guacamayas azules y doradas que llegan cada
mañana al techo de su edificio en Caracas.
Gómez,
una terapeuta de medicina alternativa de 49 años, sentada en el piso de la
azotea de su edificio de 11 pisos prepara una pequeña lata llena de semillas de
girasol y una bandeja con bananos y mangos para alimentar a sus hambrientas
visitantes diariamente.
Dos
de las aves de plumas azules y amarillas llegan con los primeros rayos del sol
a la azotea, y una de ellas se posa sobre la cabeza de Gómez, baja por su
hombro izquierdo hasta su brazo y come de su mano algunas semillas.
“Esta decidió que ella es mía, o más bien
que soy de ella”, dijo Gómez, quien dice que reconoce al ave debido a una marca
en su pico, imperturbable por las garras de las guacamayas en su pelo. Las
guacamayas “bajan la presión, de verdad todo, el stress, te llevan a ese
momento de calma”, agregó.
Desde
hace años, las guacamayas de Caracas se han convertido en un mecanismo para
escapar de la rutina diaria de encontrar agua potable, luchar con el colapso de
internet y evitar la criminalidad que asola las calles, entre otros problemas.
El simple contacto con la gente cada vez
más amigable con las guacamayas, algunas de las cuales están amenazadas por el
tráfico de animales, se ha convertido en una alternativa a las costosas salidas
al cine o viajes a la playa, que solían ayudar a las personas a relajarse.
No
hay estudios ni sobre cuándo llegaron a Caracas las guacamayas, oriundas de
zonas selváticas del sur del país, o cuántas habitan actualmente en la capital
venezolana, dijo la bióloga María González, quien las estudia desde el 2007.
El
último censo de guacamayas data del 2015 y daba cuenta que en Caracas habitaban
entre 200 a 300 ejemplares de la guacamaya azul y amarillo, agregó González,
profesora del Departamento de Estudios Ambientales de la Universidad Simón
Bolívar.
Para estos animales “Caracas es perfecta
porque tiene un montón de árboles, es muy verde, tiene muchos árboles frutales
y eso les da comida. Tampoco hay depredadores para las guacamayas, entonces si
nadie te come y hay mucha comida suena como un paraíso, suena perfecto”, dijo.
Las
guacamayas pueden vivir más de 50 años, pero la crisis económica las ha
golpeado porque las personas a veces les ofrecen alimentos que no pueden
digerir.
En
algunos de los “comederos” improvisados en balcones, patios o azoteas, las
personas alimentan a las guacamayas con trozos de pan o arroz sobrante e
incluso con leche líquida, dijo Alberto Blanco, director de la revista
trimestral digital Explora, dedicada a la divulgación de la biodiversidad y
geografía venezolana.
Vitorio Poggi, de 75 años, ha alimentado
guacamayas durante décadas después de convertirse en un fanático de esas aves
porque una lo seguía mientras montaba su moto en los años setenta.
“Me gustan la forma de volar (...) además
vuelan en parejas. Es un espectáculo, solo por los colores”, dijo Poggi en una
entrevista en su casa a las afueras de Caracas donde actualmente alimenta
alrededor de 20 de ellas dos veces al día. “Creo que se han convertido en los
terapeutas de Caracas”, señaló.
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