Por Gregorio Salazar
En un arranque de
sinceridad, entre cerveza y cerveza en los alrededores de la piscina del Hotel
Alba Caracas, algunos de los camaradas de acá debería hacerles el cuento corto
a sus invitados del XXV Foro
Social de Sao Paulo: la revolución ha muerto, acabamos con los huevos de
oro y despescuezamos a la gallinita que los ponía.
Si entre los visitantes de
esta oportunidad estuviera alguno de los que acudieron al encuentro del 2012
cuando todavía reinaba el comandante esgrimiendo en su siniestra la varita
mágica de los altos ingresos petroleros, probablemente ya se habrá dado cuenta
de que ahora le tocó sesionar sobre los despojos del país que conocieron,
aunque en aquel tiempo ya acusaba los primeros síntomas de un derrumbe sin
medida.
Deben saber los alegres
foristas que su viaje y todos los gastos de su estadía han sido cubiertos con
las sobras del festín permanente en que vivió un régimen hoy repudiado por más
del 85 % de la población, buena parte de la cual, más de tres millones y medio
de personas, huyó despavorida tras los resultados de dos décadas de aplicación
inclemente del Socialismo del Siglo XXI.
Vean ustedes, señores
visitantes de tan propagandeado foro, mientras sus colegas revolucionarios de
aquí se desgañitaban por un lado con la consabida retórica “antimperialista y
popular”, por el otro desaparecían sin dejar rastro el diluvio de petrodólares
que inundó al país, pulverizaron los ingresos récords que cada año anunciaba el
Seniat, evaporaron los recursos del cuantiosísimo endeudamiento externo,
escamotearon las ventas del oro y las instalaciones petroleras en el exterior y
no hicieron producir a ninguna de las empresas que expropiaron o que fundaron.
Lo que no fue choreado a
niveles de saqueo por estos barbarazos, fue malbaratado, mal invertido,
repartido atolondradamente o dedicado a la mayor operación de clientelismo
político nacional e internacional que se conozca
Pueden consultarle a algún
transeúnte sobre el estado de la salud de la industria petrolera y del gas, la
petroquímica, las industrias básicas, hierro, aluminio, las generadoras de
electricidad, las cementeras, la agroindustria y le responderá lo mismo que
aquí decimos: murieron de una atolondrada sobredosis de “lucha antimperialista
y popular”, la misma que han venido a ratificar y a pontificar ustedes.
Sepan además que en esos
nichos donde tradicionalmente opera la izquierda que se respeta, como lo son el
movimiento sindical y la defensa de los derechos humanos, es donde precisamente
sus camaradas presentan los peores saldos de estas latitudes. La clase obrera
ha sido destruida, sin empleo, con salario para dos días de comida, sin
sindicatos y con dirigentes perseguidos o en prisión.
Y en derechos humanos sería
muy bueno que se llevaran una copia del dramático informe de la camarada o ex
camarada (depende de lo que decidan en vuestra cita) Michelle
Bachellet, dando cuenta no solamente de la vulneración de todas las
garantías constitucionales sino también de la indefensión en la que se
encuentra la ciudadanía frente a una institucionalidad envilecida y cómplice.
El problema es que ustedes,
integrantes de partidos y grupos de izquierdas, no han venido a contribuir en
un proceso de autocrítica y reflexión en búsqueda de correctivos que alivien al
pueblo, sino a dar solidaridad incondicional, carta de buena conducta a los
destructores de una nación y a ratificar que están en la línea correcta de
acción en la que verdaderamente creen: mantener el poder a toda costa,
inclusive pagando el precio de miles y de miles de vidas humanas. Durante el
jolgorio revolucionario que ustedes protagonizan hay venezolanos que mueren por
falta de alimentos, medicinas, agua, electricidad, sin centros de atención
hospitalaria que funcionen siquiera medianamente.
Ustedes, como bien lo
enuncian en sus objetivos, no están interesados en resolver los problemas
de los pueblos, sino los problemas de la izquierda continental que si bien
acá exhibe un fracaso monumental también ha tenido balances negativos en
Brasil, Argentina, Paraguay, Ecuador, Cuba y Nicaragua. Y con el mismo sello:
atolondramiento ideológico, ineptitud y corrupción.
Si le ofrecen los servicios
alguna guía turística, pidan que por favor los lleven a un sitio llamado Ramo
Verde, donde quienes allí evitan no padecen falta de energía eléctrica. Eso sí,
en los dedos, los testículos y las tetillas o pezones. Siempre hay comida, sólo
que muy espaciadas y nada más pasta con lenteja. Están a salvo de la
delincuencia en alcobas que llaman “tigritos”, celdas de dos por dos con un
recipiente de plástico por inodoro.
Ciertamente no se parece a
la habitación de ustedes en el Alba Caracas, pero cómo se hace, señores, así es
la diversidad de este paraíso revolucionario que ustedes en el Foro
de Sao Paulo sabrán defender rodilla en tierra
28-01-19
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