Por Simón García
No es afirmación retórica
pensar que en las negociaciones de Barbados puede encontrarse el hilo para
alejarnos de lo que hoy somos: un abismo dentro de una pesadilla.
El retrato, oscuro y
fulminante, hiere la vista: destrucción, disolución, hundimiento. Somos
náufragos de la imposición de un sistema cuyos fracasos asemejan la devastación
hipotética de tres tragedias simultáneas: un terremoto, un deslave y un
incendio. Sobrevivir obliga a acordarnos o canibalizarnos.
No hay mayor prioridad que
salvar a los condenados a perder su batalla contra la falta de pan o medicinas.
Política, ética y humanamente es inadmisible que sigan la suerte de los que ya
han muerto en el mundo invisible de los vulnerables y más pobres: niños,
ancianos, pacientes con tratamientos que no consiguen.
Frente a esto, ¿hay tiempo
para aplicar teorías de negociación que cercan la zona de acuerdos posibles con
filas de amenazas, sean o no creíbles? No se trata de apuntar contra
negociadores que cumplen su misión con empeño, sino de lanzar la exigencia
frente a los que deciden las líneas rojas: abran camino a los acuerdos
concretos antes que el colapso consuma a Venezuela.
Los jefes de los dos bloques
antagónicos no tienen derecho a retardos para recomponer sus posiciones
pulseando sobre los despojos del país
Si siguen al pie de
objetivos puramente políticos un manual de confrontaciones y divisiones, si
sucumben a las ilusiones de un cambio instantáneo o con un solo ganador,
seguirán superponiendo fracasos, sacrificios, calamidades y atrasos
civilizatorios.
El prólogo a la salvación es
un entendimiento entre actores e instituciones políticas, empresariales,
académicas y sociales capaces de producir un nuevo pensamiento que nos saque de
la Venezuela que tenemos a la Venezuela que queremos.
Sobre ese nuevo pensamiento
cívico debería construirse un trato de tres pisos: unidad de toda la oposición;
unión entre los proyectos rivales, chavismo y oposición; unificación de las
élites indispensables para asegurar crecimiento económico, desarrollo humano y
gobernabilidad democrática durante una década. Acción compartida sin monopolios
ni hegemonías de ningún sector.
En ese nuevo entendimiento
cabe la formación de gobiernos de coalición y la realización de elecciones
libres conforme a los estándares internacionales. Pero la primera casilla es
programar el cumplimiento de compromisos comunes, establecer garantías de
competencia en la vida pública y definir nuevos esquemas de redistribución
equilibrada del poder.
Entenderse es una lucha
dura, democrática y pacífica. Una en la que es urgente expresar y contribuir a
la activación de la mayoría social inhibida ante el protagonismo antagónico de
los dos polos que pugnan por capturar poder y rentas.
Se trata de un tercer polo
cuya vocación no es obtener poder sino calidad de vida, no es controlar el
Estado sino alcanzar una sociedad mejor y más justa. Fuerzas que surjan no para
competir ni sustituir a los partidos sino para fortalecerlos en sus capacidades
de oír, dialogar, respetar a los ciudadanos y servir a la sociedad.
Si fracasa la iniciativa de
Noruega pierde el país y fracasan, otra vez, los que tienen como deber fabricar
soluciones al conflicto. Es el gran desafió de Guaidó, ser el dirigente de la
oposición o el líder de una nación que cambie de época. El tiempo se agota
21-07-19
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