Alejandro Armengol 17 de julio de 2019
Bastan
algunas referencias de lo que significó Mussolini para Italia y el mundo, y ver
como ahora el régimen de Caracas —continuando la vía establecida en Cuba— las
repite
Desde
hace décadas los cubanos conocen las similitudes entre el fascismo italiano y
el régimen de La Habana. No son simples coincidencias. También los venezolanos
llevan años bajo igual azote y así lo han señalado. Una calamidad que no
reconoce ni idiomas ni fronteras, se extiende sin remedio a la vista.
El
régimen bajo el mando de Fidel Castro siempre fue profundamente fascista, solo
que llegó al poder con atraso, en un momento en que tal denominación ya estaba
cubierta de ignominia. Raúl Castro estableció breves reformas económicas
destinadas exclusivamente a la sobrevivencia del sistema, y por ese camino
transita en la actualidad el presidente Miguel Díaz-Canel. Ripios a cuentagotas
en permitir timbiriches e intentos de seducción de grandes capitales, pero en
lo político una continuidad absoluta o casi absoluta.
Umberto
Eco enuncia 14 características típicas de la ideología fascista en su artículo
Ur-Fascismo. Eco dice que es suficiente que una de ellas esté presente para
permitir que el fascismo se aglutine a su alrededor. Desde hace mucho tiempo el
sistema impuesto en Cuba cumple a plenitud y supera esa cifra limitada.
Según
el ensayista y novelista italiano, en un sistema fascista no hay lucha por la
vida, sino que la vida se vive para la lucha. En tal perspectiva, todo el mundo
es educado para convertirse en un héroe. En toda mitología, un héroe es un ser
excepcional, pero bajo la ideología del fascismo total, el heroísmo es la
norma. Este culto al heroísmo está directamente vinculado al culto de la
muerte.
Hay
elementos comunes que se encuentran en sistemas fascistas o «ur-fascistas”, los
cuales, a la hora de la categorización, superan una simple distinción
ideológica entre la derecha y la izquierda, y que tienen que ver con el rechazo
a la democracia parlamentaria; el ataque a la sociedad liberal[1] y abierta; la
fascinación por la violencia, el caudillismo y la imprescindible necesidad de
un «líder”.
Octavio
Paz ya alertaba sobre la relatividad de ciertas categorías al uso ello en un
artículo publicado en el número 168 de la revista , en noviembre de 1990, y
señalaba que mientras «las denominaciones ‘izquierda’, ‘derecha’ y otras semejantes
no son confiables, sí lo son, en cambio, las actitudes, las ideas y las
opiniones”. Y más adelante agregaba: «¿Izquierda o derecha? Lo que cuenta no
son las denominaciones sino las actitudes”.
Bastan
algunas referencias de lo que significó Mussolini para Italia y el mundo, y ver
como ahora el régimen de Caracas —continuando la vía establecida en Cuba— las
repite. Lo que comenzó en Venezuela durante el gobierno de Hugo Chávez, ha
adquirido una manifestación mayor bajo el mando de Maduro, con un régimen en el
cual aumentan las denuncias de un ejercicio cotidiano de la tortura.
«Los
derechos políticos están en cuestión en Venezuela, todo aquel que no esté de
acuerdo con lo que establezca Maduro es señalado de enemigo”, señala Cristopher
Figuera, exjefe del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin), la temida
policía política venezolana, en entrevista desde Miami con el diario español .
Fascismo
italiano
El
Partido Fascista de Mussolini nació bajo la bandera de que era la fuerza
destinada a establecer un nuevo orden social, pero fue financiado por los
terratenientes y las capas más conservadoras de la sociedad italiana.
En
su comienzo, el fascismo fue un movimiento urbano de tendencia republicana, que
contaba con un amplio apoyo entre la clase media y que se extendió a las áreas
campesinas. El primer gobierno de Mussolini incluyó tanto a ministros liberales
como populistas, hasta tener la fuerza suficiente para establecer un régimen
totalitario, que subsistió durante 20 años proclamando su lealtad al rey Víctor
Manuel III y a la familia real. Sin embargo, cuando el Rey destituyó y encerró
a Mussolini, este reapareció con el apoyo nazi proclamando una nueva república.
Mussolini
fue en un comienzo un militante ateo que incluso retó a Dios a que lo
destruyera como prueba de su existencia, pero no solo pactó con la Iglesia
Católica y reconoció la soberanía del Estado vaticano, sino que gobernó con el
beneplácito del papa Pío XI, los obispos y la curia romana.
A
diferencia del nazismo y el comunismo soviético, que no permitieron la menor
muestra de disidencia en los terrenos del arte y la cultura, bajo el fascismo
italiano fueron toleradas manifestaciones artísticas y literarias que se
apartaban del oficial estilo grandilocuente.
¿Quiere
esto decir que existió en Italia una mayor tolerancia que en Rusia o en
Alemania? Nada de eso, el líder comunista Antonio Gramsci murió en la cárcel,
el diputado opositor Giacomo Matteotti fue asesinado por un grupo de rufianes
fascistas y el propio Mussolini se responsabilizó del hecho.
A
su regreso, durante el gobierno establecido en Saló bajo el respaldo alemán, el
Duce prometió fusilar a los miembros del Gran Consejo que habían votado en su
contra, entre ellos su yerno, el conde Galeazzo Ciano, al que ejecutó por la
espalda. Cuando algo realmente amenazaba su poder, el dictador italiano sabía que
la mejor manera de resolverlo era por la vía rápida: eliminando al contrario.
Fascismo
venezolano
El
poschavismo degeneró con rapidez y violencia hacia un fascismo rojo. Los que en
este momento mandan en Venezuela están decididos a eliminar mediante el atropello
las opiniones disidentes. Desde el inicio amenazaron con encerrar a los que
expresaban pacíficamente su desacuerdo con un «heredero”, que pronto acabó
despojándose de cualquier disfraz democrático, y lo han cumplido con
puntualidad y entusiasmo
El
gobierno de Nicolás Maduro no se inició donde lo dejó Chávez, sino donde lo
comenzó Fidel Castro en Cuba: con la amenaza de meter en la cárcel a quien se
le opusiera —que cumplió de inmediato— y una campaña de desinformación
destinada a desprestigiar a todo aquel que consideraba un enemigo.
Maduro
y Diosdado Cabello no perdieron un minuto en dejar en claro que con ellos no
había diálogo y negociación posible: acatar o sufrir las consecuencias. Todos
los simulacros de conversaciones emprendidos en los últimos años no son más que
subterfugios para ganar tiempo.
Por
supuesto que han recurrido a ese viejo expediente de hablar del peligro de
golpe de Estado, incitación al caos y los desórdenes por parte del bando
contrario, así como tampoco se han demorado un segundo en lanzar acusaciones de
que han sido los opositores pacíficos los responsables de las muertes ocurridas
durante las diversas manifestaciones ocurridas en los últimos años.
En
los primeros tiempos de su gobierno, Maduro sustentó en parte su presencia a
través de la farsa cotidiana, donde declaraciones sobre supuestos atentados,
conspiraciones e intentos de golpes de Estado se repetían a diario junto a
discursos disparatados como la «aparición” de Chávez bajo la forma de un
pajarito o las payasadas más diversas, donde el desconocimiento y la confusión
del significado de las palabras se intercambiaba con chapurrear inglés y lanzar
amenazas. Pero cada vez más el represor se ha impuesto, por la inutilidad del
payaso para sustituir al verdugo.
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