Humberto García Larralde 28 de julio de 2019
Por
fin el Banco Central de Venezuela accedió a cumplir con su deber de publicar
datos actualizados sobre la economía venezolana. Confirman el desastre de los
seis años de gobierno de Nicolás Maduro que concluyó el pasado 10 de enero,
señalado por economistas y por la población en general.
Las
cifras revelan una caída de la actividad económica del 36,1% entre 2012 y 2017.
De proyectarse para todo el año 2018 el comportamiento observado durante los
primeros nueve meses, la contracción habrá sido del 48,1% para el período
presidencial completo. Esto significa una contracción promedia en el ingreso de
cada venezolano del 51,6%, situándolo en términos absolutos en un nivel
ligeramente inferior al de 1950. Es la contracción más pronunciada de un país
que no esté en guerra, mayor que la de Grecia en el siglo XXI, y que el de
Ucrania o de Cuba en los ’90. El Cuadro N° 1 muestra la caída por sectores de
la economía. Preocupa el colapso de las actividades comerciales, de
manufactura, bancarias y, sobre todo, de la construcción, otrora gran
generadora de empleo.
Cabe
aclarar que esta contracción no es imputable a la caída del precio del crudo de
exportación venezolano durante el período examinado. El Gráfico N° 1 muestra la
variación anual del PIB para cada trimestre (y-o-y) desde 2009 hasta el tercero
de 2018 (columnas rojas), y el comportamiento del precio del barril venezolano
(línea negra). Se observa que la economía empieza a decrecer a finales de 2013,
mientras los precios se mantienen en torno a los $100 hasta el tercer trimestre
de 2014. Si bien el desplome de la cotización del crudo coincide con la
reducción creciente del PIB en los trimestres subsiguientes, a partir de
mediados de 2016 la tendencia en los precios se revierte hasta alcanzar casi los
$70 por barril en el tercer trimestre de 2018, mientras que la actividad
económica sigue cayendo.
La
afirmación de que las sanciones económicas impuestas causaron la contracción
económica tampoco es corroborada por los datos. Las restricciones de
financiamiento fueron decretadas por el gobierno de Trump el 17 de agosto de
2017, cuando la actividad económica estaba en su cuarto año de caída.
Por
si faltaran dudas de que la caída del precio del petróleo no explica la
contracción económica de Venezuela, el Gráfico N° 2 muestra el desempeño
económico de los países de la OPEP entre 2013 y 2017. Todos estos países son
altamente dependientes de sus exportaciones de petróleo y, por tanto, muy
afectados por los movimientos en el precio internacional de crudo. El gráfico
muestra que, solo junto a Guinea Ecuatorial, Venezuela exhibe una caída de sus
actividades económicas en los cuatro últimos años de la serie, pero la
contracción venezolana fue mucho mayor. Los demás países crecen, algunos significativamente
como Irán, aliado del régimen chavista1.
El
Gráfico N° 3 recoge las tendencias que, en el largo plazo, contribuyen a
explicar la contracción de los años de Maduro. Se observa que, entre 1950 y
1978 un incremento sostenido en la productividad laboral (línea negra) y, con
ello, del salario real (azul) y, en otra escala (lado derecho), del consumo
privado por habitante (rojo). A partir de ese año hay una disminución continua
de la productividad, interrumpida entre 2003 y 2007 cuando el país rebota del
paro cívico y empieza a disfrutar de crecientes influjos por el aumento en los
precios del petróleo. A pesar de que el comportamiento del salario real homologa
el de la productividad durante este período, no así el consumo privado, que se
dispara durante los años de la bonanza de precios (2006-2014). Este incremento
no correspondió a ganancias de productividad, sino a transferencias financiadas
por el mayor ingreso petrolero de esos años. Fue artificialmente inducido. Para
2017, última cifra disponible, el consumo había colapsado a los niveles de
1973, año previo a la bonanza petrolera de los ’70. A pesar de no tener cifras
definitivas para 2018, los indicadores reseñados en los siguientes gráficos dan
base para asegurar que siguió descendiendo.
El
Gráfico N° 4 ofrece elementos adicionales para explicar el comportamiento del
consumo. Además del incremento en los ingresos petroleros (línea negra), Chávez
cuadruplicó la deuda externa pública entre 2006 y 2012 para mantener su tren de
gastos (línea roja), incluyendo inversión bruta fija (línea ocre) y sus
programas de reparto. Maduro llevó esta deuda todavía más allá, a pesar de
contar con precios de exportación del crudo mucho menores, para superar los
$131 mil millones en 2018, en un intento por sostener los niveles de gasto
corriente mientras se contraía la economía. Asimismo, sacrificó la inversión bruta
fija, que descendió a niveles no vistos desde comienzos de los años ’60. En
términos per cápita, alcanzó el nivel más bajo desde que se publican cifras al
respecto. Buscando mantener el consumo presente, hipotecó el consumo futuro.
Cabe señalar la existencia adicional de litigios entablados por inversionistas
internacionales alegando violación de los términos acordados, y retrasos en
pagos de deuda comercial, lo que eleva la deuda pública externa a unos $ 150
mil millones, bastante mayor que el valor del PIB. Al cesar Venezuela sus pagos
de deuda (default) en 2018, pudo evitar una reducción mayor de sus
importaciones, lo que hubiera contraído aún más el consumo. No obstante, las importaciones
de bienes y servicios por habitante fueron casi cuatro veces menores a las de
2012.
Pero
los menores ingresos por exportación de petróleo no sólo se explican por
precios más bajos con relación a los años de bonanza (2008-2014), sino también
por la caída en la capacidad productiva de PdVSA, así como por haberse
comprometido parte de estas exportaciones para pagar la deuda con China y
sostener ventas subsidiadas de crudo a nuestros “socios” de Petro Caribe,
algunas nunca cobradas. En 2017 Maduro premió a la FF.AA. por su apoyo,
designando al frente de PdVSA a un general sin conocimiento previo de esta
actividad. Según fuentes independientes que publica la OPEP en sus informes
mensuales, la producción de petróleo se contrajo en casi dos tercios desde
entonces.
Inflación
Donde
si se observan fuertes discrepancias entre las cifras que manejábamos los
economistas y las que dio a conocer hace poco el BCV, es con respecto a la
inflación. El BCV registra una menor alza general de precios del que venía
informando la Comisión Permanente de Economía y Desarrollo de la Asamblea Nacional
y otros analistas. Cabe averiguar si, como ocurrió con el gobierno de Cristina
Kirchner en
Argentina,
el gobierno está maquillando las cifras. En todo caso, conforme a las pautas de
Phillip Cagan, el país habría entrado en hiperinflación en diciembre de 2017
según el BCV, cuando el índice superó el 50% mensual, y no en noviembre de ese
año, conforme a los anuncios de la AN. Las diferencias entre ambas series son
sustanciales para 2018. Para la AN la inflación de fue 1.867.000%, mientras que
para el BCV fue de 130.060%. Según estas últimas cifras, el poder adquisitivo
del salario mínimo integral ajustado el 1° de mayo de 2019 (BsS 40.000) habría
disminuido en un 60% en con respecto a diciembre, 2015. Las cifras
proporcionadas por la AN indicarían una caída de casi un 99%.
Comoquiera
que fuera, el gobierno de Maduro pulverizó al bolívar como depositario de
valor. Nadie se queda con sus bolívares, gastándolos de inmediato antes de que
pierdan aún más capacidad de compra. Ello aumenta la velocidad de circulación
del dinero, impulsando aún más la inflación. Un refugio preferido es el dólar,
cuyo precio se multiplicó en más de 3.500.000 durante su período presidencial2.
De igual magnitud ha sido el alza general de precios --ateniéndonos a los
índices del BCV-- entre abril de 2013, cuando toma posesión Maduro, y finales
de abril de 2019. Mientras, el salario mínimo integral se incrementó bastante
menos; 951.589 veces. El poder adquisitivo de los 40.000 BsS que constituyen
este salario hoy es, según el BCV, 73,1% menor que cuando comenzó su gobierno.
Finalmente,
cabe señalar el costo que significa el colapso del sector financiero,
prácticamente impedido de ampliar su cartera de créditos por la imposición de
un encaje prohibitivo y por una hiperinflación que disuade mantener depósitos
en bolívares. El multiplicador monetario exhibe en los últimos meses niveles históricos
mínimos, apenas superando 1,2, asociado con la reducción drástica de las
actividades de intermediación financiera, la razón de ser de la banca. Por su
parte, el activo total de la banca comercial y universal ascendió a poco más de
$6,3 millardos para marzo, 2019, 88% menor que al comienzo del gobierno de
Maduro. El patrimonio, en dólares, se redujo en un 68% en ese lapso.
Lamentablemente,
hasta el momento de escribir estas líneas, no se ha dado a conocer información estadística
sobre las cuentas públicas. La contracción brutal de la actividad económica
interna, más la reducción de los ingresos percibidos por el fisco de la
actividad petrolera3, se ha traducido en una enorme brecha entre ingresos y
gastos, estimada en torno al 20% del PIB. Ante la imposibilidad de obtener financiamiento
externo, Maduro acudió a la emisión monetaria del BCV, combustible como ninguno
de la hiperinflación que tanto ha empobrecido a los venezolanos. Durante su
gestión de gobierno (abril, 2013 al 10 de enero de 2019), el crédito del BCV a
las empresas públicas no financieras, subpartida mediante el cual el dinero
inorgánico financió al sector público, se multiplicó siete millones de veces.
La
realidad es aún peor
Lo
anterior se ha traducido en un empobrecimiento acelerado de los venezolanos,
expresado, entre otras cosas, en desnutrición extendida y muertes que se
hubieran podido evitar. Adicionalmente, el desvío de fondos y la corrupción ha
devastado al sistema eléctrico nacional y perjudicado severamente con ello numerosos
servicios públicos, incluyendo suministro de agua y hospitalarios. Es decir, el
deterioro en las condiciones de vida del venezolano es aún peor de lo que
revelan las cifras examinadas. Si en términos de cifras, el gobierno de Maduro
nos retrotrajo en algunos casos 50 años o más, en lo que respecta a nuestra
calidad de vida, nos regresó, en muchos aspectos, al siglo XIX.
Pero
tal tragedia no es en absoluto una fatalidad. Desde la Academia Nacional de
Ciencias Económicas, coincidiendo con numerosos señalamientos de otros
economistas y de analistas políticos prestigiosos, se hicieron reiterados
llamados al Ejecutivo durante estos años para que enmendara sus políticas. Con las
potencialidades con que cuenta Venezuela, incluyendo un talento humano no
despreciable, no hay razón alguna para la miseria actual. Lamentablemente,
parte importante de ese talento ha tenido que migrar en busca de las
condiciones de vida que el gobierno de Maduro les negó.
La
explicación del desprecio del régimen de Maduro por los venezolanos está en que
es un estado mafioso --como a estas alturas es harto sabido--, dedicado a
expoliar las riquezas del país. Los integrantes de esa mafia, en la cual
destacan oficiales de la cúpula militar, saquearon las arcas públicas, destruyeron
a PdVSA, acabaron con buena parte del sector privado, y se robaron las partidas
de inversión y mantenimiento de la infraestructura y de los servicios públicos.
Ello dibuja una situación de inusitada crueldad contra los venezolanos,
indirectamente al habernos sustraído los recursos públicos necesarios para
asegurar condiciones para una vida digna, y directamente al asesinar centenares
de manifestantes ejerciendo su derecho legítimo a la protesta y/o impidiéndoles
tratamiento médico adecuado a los enfermos.
Lo
más insólito
Lo
realmente anormal de la situación planteada es que, a pesar de tan funesta
gestión, de tanta maldad practicada con saña contra los venezolanos, a pesar de
ser rechazado por la inmensa mayoría, Maduro, sin el menor atisbo de vergüenza
ni de conmiseración para con sus víctimas, ¡decidió optar el año pasado a un
nuevo período presidencial! Y, todavía más insólito, que, junto a sus
cómplices, haya urdido unos comicios fraudulentos para hacerse “elegir” y pretenda,
ahora muy ufano, que se le reconozca. No hay nada que evidencie más la
perversión, malignidad y naturaleza enfermiza de la mafia madurista, que su obstinación
para quedarse aún más tiempo en el poder después de haber causado tanta
destrucción y muerte en el país. Es como si unos malandros hubieran invadido
nuestro hogar, destruido todo llevándose lo que pudieran, violado a familiares
y maltratado o matado a otros, para luego insistir que accediéramos a
invitarlos amablemente a pasar la noche con nosotros (¡!) Pero la mafia
continúa impertérrita, refugiada en una burbuja de clichés primitivos y
mentiras repetidas ad nauseam para desconectarse del mundo real y
congratularse, con el mayor cinismo, estupideces como la de convenir Maduro en
que haya elecciones, ¡pero de la Asamblea Nacional!, o de culpar al “imperio”
por impedir el ingreso de medicamentos al país, cuando él, ha sangre y fuego,
cerró la frontera con Colombia para evitar que entraran a finales de enero.
Una
advertencia final
Se
aproximan los días en que pongamos fin a la usurpación criminal de Maduro,
Padrino, Cabello y sus cómplices fascistas. Hemos aprendido de su total falta
de escrúpulos, de principios y de consideraciones éticas o humanitarias, para
salirse con las suyas. Por tanto, debemos tomar todas las previsiones necesarias
para evitar el saboteo de la mafia desplazada y asegurar que la transición
hacia la democracia sea exitosa. Esto significa, entre otras cosas, saber
lidiar acertadamente con las expectativas albergadas por tanto venezolano
desesperado por resolver de inmediato sus condiciones de vida. Ciertamente, los
lineamientos del Plan País, en manos de un gobierno competente, auguran una
rápida mejora de la situación nacional, sobre todo si se cuenta con amplio
apoyo financiero internacional, generando empleo cada vez mejor remunerado,
abastecimiento pleno de bienes y medicamentos, recuperación de los servicios
públicos y disminución de la inseguridad. El problema está en que el grado de
destrucción bajo Maduro ha sido tal que plantearse alcanzar niveles
medianamente aceptables de vida, como estábamos acostumbrados los venezolanos,
no ocurrirá de pronto. Habremos de heredar un estado fallido, descompuesto,
casi inoperante. Evitar que las dificultades a enfrentar o la velocidad de los
cambios sea menor al deseado y se conviertan en pasto de la demagogia de las
mafias fascistas para dar al traste con la transición es, por tanto, un
imperativo en la conducción política del proceso.
Un
aspecto a incluir como respuesta es dar a conocer profusamente los detalles y
alcances de la devastación generada por estas mafias depredadoras. El aspecto
comunicacional, reiterado y claro, será crucial. Que se evite, en lo posible,
el choque de expectativas con la dura realidad como ocurrió con la victoria
electoral de Carlos Andrés Pérez para su segunda presidencia, que llevó a
muchos ilusionados a esperar un regreso mágico a la bonanza de la “Gran
Venezuela” de su primer gobierno. Si bien el ajuste ahora no será contractivo,
como fue entonces, sino expansivo, liberando las fuerzas productivas, las
condiciones de las cuales se partirán son excesivamente precarias. Que se
entienda que regresar a los niveles de consumo alcanzados durante 2012, último
año del gobierno de Chávez, cuando el petróleo estaba a $100 el barril, se
contaba con enormes sumas por endeudamiento público y se “botó la casa por la
ventana” a cuenta de las elecciones, no será posible sino con el esfuerzos
sostenidos durante años por incrementar la competitividad, aprovechar el talento
y los recursos de la nación, estimular la iniciativa privada, atraer
importantes inversiones extranjeras y reformar cabalmente el sector público. Que
nadie se ilusione con que basta con salir de esta mafia criminal para que
regresemos, por arte de magia, a la prosperidad que nos deparó en el pasado la
renta petrolera.
La
viabilidad social y política de la transición democrática habrá de descansar en
que el venezolano entienda que la Venezuela rentista es hoy una quimera que quedará
para siempre sepultada. Si en algo sirven modestas explicaciones como las
ofrecidas en estas páginas, bienvenidas sean.
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