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miércoles, 17 de julio de 2019

La estrategia de la diáspora en movimiento por @tomaspaez



Por Tomás Páez


Las más de 1.000 organizaciones y asociaciones diaspóricas desparramadas en cerca de 300 ciudades en el mundo (Observatorio Diáspora Venezolana) organizan y desarrollan alianzas con ONG y organismos internacionales y trabajan por el bienestar de los venezolanos allí donde se encuentran. Agregan valor e impactan el tejido social e institucional del lugar donde operan. Como afirma A. de Tocqueville, “para que los hombres sigan siendo civilizados, o lleguen a serlo, es preciso que se desarrolle en ellos el arte de asociarse; el asociacionismo permite superar el aislamiento social, fomentar la sociabilidad, intercambiar experiencias y, lo que es más importante, encontrar referentes válidos que permitan una efectiva integración en la sociedad”.

La diáspora venezolana ha demostrado poseer una extraordinaria capacidad de autoorganización. Constituyen asociaciones, operan e interactúan en las ciudades y localidades donde viven. Las organizaciones humanitarias envían toneladas de medicinas y alimentos a los compatriotas en Venezuela; en los próximos días se llevará a cabo un encuentro de la diáspora en Munich; las asociaciones civiles de la diáspora globales, de regiones y países se encontraron en el marco de la Asamblea de la OEA realizada en Medellín. Podríamos continuar reseñando los centenares de reuniones, diarias, semanales y mensuales de los venezolanos alrededor del globo.

El 5 de Julio, la sociedad civil venezolana conmemoró, en el mundo, los 208 años de la Firma de la Independencia. Uno de los encuentros se realizó en Colonia, Alemania, país con el cual hemos mantenido una larga relación histórica: Humboldt, La Colonia Tovar y, más recientemente, a través de la GTZ y las fundaciones Konrad Adenauer e Ildis (F. Ebert), programas de asistencia técnica y asesoría para la formación de capital humano en el INCE y Fundéi.

Previamente habíamos presentado, en la Universidad de Liebefeld, los datos y evidencias de la tragedia humana y del fracaso, sin atenuantes, del “socialismo del siglo XXI”. El demoledor informe de la alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, el cual refleja la violación sistemática de los derechos humanos en Venezuela, y las alertas de Felipe González seguramente ayudarán a comprender y digerir, a algunos amigos de la acera del régimen, las razones de la crisis humanitaria venezolana. 

En este punto es preciso admitir los efectos positivos de la estrategia de mercadeo, utilizada por el régimen venezolano durante dos décadas, en particular entre quienes comparten la misma ubicación geográfica. No se ha valorado suficientemente los efectos perniciosos del turismo académico y el financiamiento de “papers” en universidades, centros de estudios latinoamericanos y organizaciones académicas de ámbito regional, y cómo ello ha obstaculizado e impedido comprender la tragedia humana venezolana. El trabajo de las asociaciones ha logrado contrarrestar, con argumentos y datos, la gran mentira del socialismo del siglo XXI. 


Volvamos a Colonia. El encuentro se organizó desde una nueva perspectiva y con un formato diferente. Forma parte de la nueva etapa de organización de la diáspora que ha cobrado forma en los últimos años. De esta nueva modalidad podemos extraer importantes aprendizajes. Reflexionar sobre este nuevo panorama nos permite adentrarnos en la comprensión de la extraordinaria capacidad de estas asociaciones.

Las organizaciones trabajan simultáneamente en y para las dos sociedades: la de origen y la de acogida. Por esa razón, reviste un enorme interés para las instituciones de ambos países a las cuales impacta positivamente.  Del plano local inicial se ha dado un paso cuyo propósito es crear vínculos, redes y flujos entre asociaciones de ciudades y países. Hace aproximadamente dos años se llevó a cabo, también en Alemania, un encuentro de organizaciones de ciudades y países europeos. 

Uno de los ejes de esa convocatoria era el de crear sinergias para sacar el mejor provecho de todas las capacidades y de los recursos escasos. En la misma dirección se orienta la iniciativa de Venamérica. Estos cambios orientados a crear sinergias y vínculos entre asociaciones son consecuencia de múltiples factores, entre los cuales apuntamos el del aprendizaje adquirido en el trabajo, la adquisición de nuevas habilidades y competencias, una mayor madurez, la magnitud y velocidad del mayor desplazamiento humano de la región y el hecho de compartir problemas comunes.

Problemas comunes como los de los jubilados y pensionados, las dificultades para acceder a los documentos de identidad, cédula y pasaporte, los relacionados con las solicitudes de asilo y refugio, los ciudadanos “apátridas” que ha creado el régimen, los temas de inserción, remesas y los más directamente relacionados con la política, los partidos y los parlamentos. 

La reunión de Colonia, convocada por el equipo humano liderado por Milsy Liebezeit, es un claro ejemplo de esta nueva fase. La convocatoria incluyó asociaciones de otras ciudades y países bajo el eslogan “la diáspora, un activo para la reconstrucción del país”, el cual sintetiza el compromiso y el interés de los ciudadanos venezolanos en ser parte de la recuperación de Venezuela. También se modificó el formato del encuentro. El mismo culminaría con mesas de trabajo y en ellas los participantes formularían la agenda de acción en cada una de las áreas. Las presentaciones de los resultados de investigación del éxodo humano a Colombia y Florida, Estados Unidos, realizadas por María Gabriela Trompetero y Bárbara Montoya, arrojaron nuevas luces y un mejor conocimiento de nuestra diáspora.

La participación de asociaciones de ciudades y países es parte de esa nueva etapa de organización en redes globales la cual favorece el intercambio y enriquecimiento mutuos. Algo semejante ocurrió en el encuentro de las asociaciones de la sociedad civil venezolana en el marco del reciente encuentro de la OEA, celebrado en Medellín, Colombia. Allí tuvimos el honor de participar virtualmente desde el otro lado del océano. 

Mire como se mire, abundan los indicadores que dan cuenta de esta nueva etapa organizativa de la migración venezolana. Nuevas organizaciones, nuevas redes, nuevas áreas de trabajo, nuevos proyectos en todos los ámbitos. Novedosas estrategias y políticas para atender a los nuevos migrantes, para la defensa de los derechos humanos, para documentar, difundir y divulgar  lo ocurrido y políticas y proyectos para impulsar la integración y el desarrollo.

Esa capacidad, esas habilidades y competencias las despreció y desconoció el régimen venezolano y su servicio exterior, el cual solo atendía a su proyecto político y el de sus “compinches” internacionales. Desconoció los problemas y vicisitudes de los venezolanos. Algunas embajadas hacen remodelaciones apresuradas, de última hora. Otras se convirtieron en la casa de “ex embajadores”, mientras los designados vivían en un hotel pagado con recursos de los venezolanos, los Okupas de la diplomacia. Todos ellos aislados y al margen de la gente. 

Con el nuevo gobierno, la diáspora ha manifestado su deseo de abrir un nuevo capítulo. El solo hecho de que el presidente (interino) Juan Guaidó reconozca la existencia del mayor desplazamiento humano de la región, da pie al diálogo y a que por fin resulte posible presentar sus proyectos, compartir el trabajo realizado y ser escuchada. En Colonia tuvimos la ocasión de presenciar y ser parte del diálogo con el nuevo embajador, Otto Gebauer, quien escuchaba atentamente las intervenciones, recomendaciones y agendas de iniciativas formuladas por los participantes. Queda clara la diferencia entre quienes hacen política al margen y contra las asociaciones y quienes la hacen al lado de los ciudadanos y sus asociaciones: estas poseen información, experiencia y conocimientos invaluables.

Ese liderazgo, no solo el político, reside en su conexión con los ciudadanos que integran la diáspora, en saber escuchar a las organizaciones que han construido a lo largo de dos décadas, preguntarse acerca de la forma de fortalecerlas de modo tal que puedan incrementar su efectividad, y cómo apoyarlas para que puedan hacer frente a los nuevos desafíos, en particular la vinculación con Venezuela y los cambios que requiere.

Sobre el liderazgo económico, social y político recae la responsabilidad de desarrollar políticas públicas inclusivas. Es necesario tener presente los efectos provocados por la perversa prédica anti partido político, que no son pocos. Es responsabilidad de la sociedad, y en particular de los partidos políticos, la defensa de este instrumento sin el cual la democracia se debilita y destruye. Para ello será necesario recuperar, por la vía de los hechos, la proximidad con los ciudadanos y sus organizaciones.

El esquema convencional del informe político que se transmite a las bases sin haberlas escuchado, deja a ese dossier sin interlocutores. Las miles de organizaciones diaspóricas operan de un modo más horizontal y respetuoso, más conectadas y en red. Muchas de esas organizaciones están integradas por personas con una amplia experiencia política y organizativa que no conviene desaprovechar. Poseen información y cuentan con la confianza de los ciudadanos, palabra que vale oro en los tiempos que corren. Liderazgos construidos a pulso que es muy necesario aprovechar.  

16-07-19




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