Demetrio Boersner 25/03/2013
Desde Cuba se alienta al
oficialismo postchavista, con Nicolás Maduro a su cabeza, a tratar de instaurar
en nuestro país el sistema explotador del colectivismo burocrático con el
único y cínico fin de mantener abierto el chorro de las dádivas petroleras
El equipo gobernante de La Habana promueve
dos políticas paralelas, tácticamente contradictorias pero complementarias en
el nivel estratégico. Una de ellas apunta a modernizar y liberalizar a Cuba, y
la otra, a hundir a la neocolonia cubana que es Venezuela en el estancamiento
sociopolítico del cual Cuba misma espera salir.
Así como en los tiempos del
imperialismo occidental clásico, el progreso industrial de las metrópolis
exigía el mantenimiento de sus colonias en un estado de inmovilismo
preindustrial, hoy Cuba quiere superar el colectivismo burocrático e impulsar
su propia reintegración al mundo moderno, al precio de un mayor aislamiento,
autoritarismo y explotación económica de su satélite ideológico, que es
Venezuela.
Mientras en la patria de Martí se da
luz verde a la iniciativa privada y alguna diversidad de opiniones, en
Venezuela los "asesores" cubanos se esfuerzan por implantar la
dictadura de los elementos más obtusos y estalinistas.
Por ello, la lucha de Henrique
Capriles y la oposición democrática venezolana calificada de "derecha"
por una "izquierda" internacional imbécil no es menos que una
insurgencia nacional contra una nueva dominación foránea, más descarada que la
que en épocas pasadas ejercían los yanquis, y antes de éstos, los ingleses y
franceses.
En esta lucha de liberación nacional,
Capriles cuenta con el apoyo incondicional de republicanos venezolanos de
izquierda, de centro y de derecha democrática.
Desde Cuba se alienta al oficialismo
postchavista, con Nicolás Maduro a su cabeza, a tratar de instaurar en nuestro
país el sistema explotador del colectivismo burocrático con el único y cínico
fin de mantener abierto el chorro de las dádivas petroleras y financieras
venezolanas a Cuba, hasta tanto ese país, reformado y reabierto al sistema
capitalista global, ya no dependa de esa ayuda.
Llegará el día en el cual los sectores
imbéciles (o subvencionados) de la izquierda internacional deberán responder
ante los pueblos del mundo por su grave responsabilidad en contribuir a que la
autocracia chavista haya durado catorce años, durante los cuales de ningún modo
"sacó a millones de venezolanos de la miseria" (como lo afirman, sin
apoyo estadístico alguno, ciertos izquierdistas internacionales
irresponsables).
Sino simplemente fortaleció, y llenó
de fervor ideológico, al asistencialismo paternalista que alivia ligeramente la
pobreza, mientras por el otro lado, con insensatas expropiaciones y
vociferaciones maniqueas, ahuyentó a talentos y capitales y destruyó la
economía nacional, retrotrayéndonos a una condición neocolonial de dependencia
de las importaciones de bienes y servicios extranjeros. La historia que exige
hechos y no ilusiones dictará su juicio.
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