Carlos Raúl Hernández marzo
30, 2013
@carlosraulher
Una de las expresiones más perfectas
del pensamiento aberrante es Noam Chomsky. Entre los más brillantes exponentes
de la semiología actual, -si no el más- su tesis de la gramática generativa la
conocen todos los sociólogos del mundo.
Por el contrario, sus planteamientos
políticos, -como los de tiranos que amó- son lugares comunes, disparates de
radicalismo extremo, falsedades escandalosas. Discutirlas es un irrespeto a la
inteligencia, pero a veces no queda más remedio que pelear en el barro.
No publicó libros con su teoría
política, sino colecciones de artículos, entrevistas, declaraciones, discursos
en los que no existe una lógica disciplinada y castigada, sino monstruosas simulaciones
y errores, iguales desde Stalin a Mao.
Un resumen de esos extravíos
conseguimos en su artículo de 2010, Las diez estrategias principales de la
manipulación mediática, en el que pretende enjuiciar los medios de comunicación
de la sociedad democrática, pero paradójicamente pareciera hablar de Cuba o
China.
Después de su esplendor durante los
sesenta y setenta, época en que era un mimado del NYT, Chomsky se sumergió en
la oscuridad, de la que salió con su apoyo al derrocamiento de las Torres Gemelas
de Nueva York tal como “la abuelita” de Plaza de Mayo.
En su reaparición mintió de nuevo,
como acostumbra, con el intento de justificar semejante horror con el argumento
de que en la operación había muerto un número de personas “similar al del
bombardeo de laboratorios en Sudán por el gobierno de Clinton” (sólo murió el
conserje del sitio donde se producían armas químicas).
La opinión pública lo había olvidado
porque, además de su justificación militante de Mao y Pol Pot, los dos
principales genocidas del siglo XX, practicó ambigüedades frente a la negación
del Holocausto y llegó a apoyar las acciones de Hitler, al que exculpa a partir
de las supuestos crímenes cometidos por los judíos.
La ciudadanía había descubierto que
sus opiniones políticas eran banalidad, arrogancia y mentira, que harían
imposible cualquier discusión razonable de ellas, exactamente como ocurre con
las de cualquiera de esos monstruos que poblaron el siglo XX.
Dice que: … hacer uso del aspecto
emocional es una técnica clásica para causar un cortocircuito en el análisis
racional y, por ende, al sentido crítico de los individuos. Por otra parte, la
utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al
inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores,
compulsiones o inducir comportamientos…
Los líderes totalitarios cuando hablan
solo mienten. Así se incrustan en la emocionalidad. Por eso su discurso es
redentorista. El totalitarismo de izquierda se basa en “la defensa de los
desvalidos”, para producir efervescencia del resentimiento por las más diversas
frustraciones. Es el “mito de las clases oprimidas” del marxismo, el anarquismo
y las ideologías de esa familia. El totalitarismo de derecha cultiva la ficción
de la raza humillada por otras inferiores. El “mito de la sangre”.
Mienten con alevosía y
permanentemente, porque conocen que la credulidad es ilimitada a veces. En 1827
un sujeto decía que Napoleón nunca había existido y en la actualidad en
California la Sociedad Tierra Plana sostiene que lo de su nombre no es una
teoría sino un hecho. El grupo trostkysta neoyorquino conocido como los
Marlenistas, aseguraba que la Segunda Guerra Mundial había sido una estrategia
de los aliados y la URSS para afincar la explotación del proletariado.
Cuando el cura izquierdista Francois
Ponchard, horrorizado por el genocidio de Pol Pot, que exterminó al tercio de
la población camboyana, unos dos millones de personas, escribió su famoso libro
de denuncia (Camboya, año cero), Chomsky y su ayudante Edgard Herman, dijeron
que aquel “juega con las citas y los números, esta sesgado hacia el
anticomunismo” y que “si había crímenes en Camboya, eran el equivalente a los
que hubo después de la liberación en Francia”.
También que “si no practicar el
terror… hace que los campesinos permanezcan como los filipinos, bienvenido sea
el terror”.
Superadas tales pesadillas por la
Humanidad, hoy sabemos que Camboya, China, la URSS -sobreviven Cuba y Norcorea-
han sido los regímenes más espantosos creados por el Hombre, y superados
también por él, gracias al impulso del amor a la libertad y la democracia. Los
razonamientos de Chomsky, paradójicamente, nos permiten comprender el
funcionamiento del totalitarismo que tanto ha defendido.
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