Por Angel Oropeza, 20/03/2013
Desde el año 1998 se han realizado en Venezuela 4
elecciones presidenciales, 3 parlamentarias, 4 regionales, y 6 referenda (sobre
la Asamblea Nacional Constituyente de 1999, el aprobatorio de la Constitución
en 1999, el sindical del 2000, el revocatorio presidencial de 2004, el de la
Reforma Constitucional de 2007 y la Enmienda Constitucional de 2009). Más allá
del resultado de cada uno de esos comicios, en términos de cuáles ganó el
oficialismo y cuáles la oposición, el dato más relevante es la disparidad entre
las votaciones que involucraban directa y personalmente al expresidente Chávez
y las que no lo hacían.
Desde el año 1999 hasta la fecha, cada vez que se
ha realizado una elección nacional en Venezuela en las que el expresidente no
participaba (porque no le tocaba o, en todo caso, no se votaba "por
él" o por su cargo), la votación oficialista se ha reducido
ostensiblemente, en porcentajes cercanos al 40% de merma. De hecho, si se
comparan los votos obtenidos por el expresidente Chávez en las presidenciales
de los años 2000, 2006 y 2012, con los obtenidos por el oficialismo en las
elecciones inmediatas siguientes (parlamentarias del 2000, la Reforma
Constitucional de 2007, regionales 2012), se observa una mengua de 48, 42 y 41
por ciento respectivamente. En palabras cristianas, el oficialismo siempre ha
sabido que una cosa era el voto por el expresidente y otra el voto por ellos.
El dato anterior es el elemento clave en la
estrategia electoral del poschavismo de cara al próximo 14 de abril: el expresidente
ya no está, y ellos saben –porque además siempre ha ocurrido así y tienen a la
historia en contra– que su votación va a descender de manera inevitable pero
además impredecible: no conocen cuánto, pero saben que va a bajar.
A sabiendas de lo anterior, el poschavismo ha
centrado su esperanza electoral en dos estrategias medulares: la primera,
vender al electorado oficialista la fantasía mimetista que el candidato no es
Maduro, sino Chávez, y que el 14 de abril van a votar por éste y no por Nicolás.
Y la segunda, tratar de convencer a la población opositora de abstenerse,
porque el resultado es inevitable. Así, el eslogan tácito de toda la publicidad
gobiernera es "para qué vas a votar, si Maduro va a ganar". Con estas
2 herramientas de propaganda y mercadeo político, una dirigida a los propios
para que no repitan su comportamiento histórico de abstenerse o votar en contra
cuando Chávez no está, y la otra orientada al país no oficialista para
desestimularlos a que repitan la votación del 7 de octubre pasado, el
poschavismo aspira a que su esperada caída siga sin embargo siendo suficiente
para conservar sus cargos y sus privilegios.
De nuevo, los poderosos que hoy nos gobiernan saben
que obtendrán en abril menos votos que los que sacó el expresidente en octubre.
Su única esperanza es que nuestra votación del 7-O también baje. Porque una
votación similar a la obtenida por Henrique Capriles en las pasadas
presidenciales pone en grave riesgo los cálculos de Nicolás y su combo. Si el
pueblo se decide a no caer en las trampas del miedo, la desesperanza y la
resignación, y se atreve a comportarse electoralmente como hace apenas 5 meses,
el cambio hacia un país más digno y justo será simplemente inevitable.
@angeloropeza182
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