Miguel Méndez Rodulfo 15 de marzo de 2013
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Nicolás
representa el epítome del nuevo hombre que la revolución chavista nos dejó:
carente de formación académica, falto de una visión de Estado, improvisado,
producto de encuentros fortuitos, pero azarosos, ungido por su total sumisión y
siempre dispuesto a sacar provecho electoral sacrificando la verdad o falseando
los hechos. Conceptualizado dentro de la Liga Socialista no como dirigente sino
como un “cuadro de acción”, su formación
se reduce a un curso en la escuela de cuadros del partido comunista de Cuba,
experiencia que le proporcionó magníficos contactos que le servirían a futuro; también asistió a
talleres de sindicalismo que incluyen uno en la Untal (Universidad de los
Trabajadores de América Latina), de la Democracia Cristiana, que funcionaba en
San Antonio de los Altos. Fue encapuchado de la UCV, junto con Jaua, y tras el
golpe de 1992, en un intento por acercarse a los militares golpistas, un
encuentro afortunado con una abogada ex-sumariadora de la Policía Técnica
Judicial (PTJ), Cilia Flores, le proporciona la vía que le permite llegar al
líder. Lo demás, para la historia chavista, es precaución y actitud genuflexa.
En
sus 100 días de encargaduría gubernamental Nicolás nos muestra como resultado
de su gestión una acción concertada del gobierno para detener la escasez de
productos de la dieta diaria y ya hemos visto como es casi una tarea titánica
conseguir aceite, harina pan, azúcar, pollo, carne, etc. El ofrecimiento de una
amnistía a los presos políticos, fue otra promesa falsa. Luego contemplamos con
estupor la matanza de Judibana y el intento del gobierno por minimizar los
hechos. A continuación vino la devaluación del 46% del bolívar, explicado por
el gobierno como un intento por “defender a los venezolanos de la
especulación”. Pero lo que es el colmo de la mentira han sido sus declaraciones
acerca de que se reunió con el Presidente en Cuba, que éste firmó decretos y
que en Caracas el alto gobierno estuvo reunido con Chávez durante 5 horas. Por
si fuera poco siempre dijo que el primer mandatario se recuperaría.
En
el plano de la vivienda Nicolás ha dicho que: “este año se construirán 380.000
nuevas viviendas y que en los últimos dos años se han construido 358.042
unidades habitacionales” En primer lugar a cualquier observador le resulta
claro que si en los dos años anteriores, en los que hubo un gasto público
desbocado por favorecer electoralmente al gobierno sólo se construyeron, según
cifras oficiales, 358 mil viviendas, este año de seria crisis económica, que se
inició con una devaluación muy grande, es mentira que se puedan hacer más
soluciones que en los dos años previos. Eso no se lo cree nadie. Pero además es
completamente falso que en esos dos años anteriores se hayan construido las
viviendas que el gobierno pregona. Hay que tener muy claro que hay una cantidad
importante de viviendas en proceso de construcción, pero eso de ninguna manera
significa la entrega de vivienda a sus beneficiarios. Por otra parte ya sabemos
lo corrompidos que son los contratistas del gobierno con sus empresas de
maletín, los cuales subcontratan empresas maulas que a su vez tienen que buscar
ingeniería nacional, sub pagándola y explotándola, cuestión que retrasa la
culminación de las obras. En fin que construcción no es entrega.
De
las 2.500 viviendas que se construyen en la Av. Libertador, apenas se han
entregado el 20% de ellas, prueba de lo cual son las protestas todos los días
de los damnificados, la falta por ahora del colapso de los servicios públicos y
la todavía ausente congestión total del tránsito y de los pocos
estacionamientos que quedaron en la zona.
15
de marzo de 2013
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