LUIS UGALDE 21 DE MARZO 2013
El mundo se pregunta para qué elegimos
un papa, qué hay detrás del impresionante despliegue ceremonial de rojos
cardenales ancianos. Nos preguntamos por las cualidades, gestos, tareas e intenciones
del nuevo papa Francisco, el jesuita Jorge Mario Bergoglio. Para mí lo más
revelador de los deseos del nuevo papa es el nombre que ha escogido.
Francisco de Asís, un santo pobre de
hace 900 años, capaz de inspirar a la humanidad en las encrucijadas y
perplejidades actuales. Su figura nos habla de Jesús de Nazaret, de la
reconciliación y cuidado de toda la creación, desde el “hermano sol” hasta el
“hermano lobo”, y la “hermana agua”. El papa Francisco se sabe de memoria
aquella emocionante oración del pobre de Asís, y la habrá rezado mientras iba
en autobús con los cardenales:
“Oh, Señor, hazme un instrumento de tu
paz. Donde hay odio, yo lleve amor. Donde hay ofensa, yo lleve perdón. Donde
hay discordia, lleve yo la unión. Donde hay duda, lleve yo la fe. Donde hay
error, lleve yo la verdad. Donde hay desesperación, lleve yo alegría. Donde hay
tinieblas, lleve yo la luz”.
Para eso ha sido elegido papa. No es
un programa voluntarista de un superhéroe que va a arreglar el mundo. Ese
llevar paz, amor, perdón, unión, fe, verdad, alegría y luz es la aspiración
humana superior, es la llamada oculta de Dios en nuestra intimidad, a cada
hombre y mujer que busca sentido a su vida y la humanización sin guerras, ni
fronteras.
Se cuenta que Francisco de Asís tuvo
una visión de Jesús, que desde la cruz le pedía: “Reconstruye mi Iglesia, ¿no
ves que está en ruinas?”.Reconstruir la Iglesia desde la pobreza y la
simplicidad… Reconstruir la Iglesia hoy en el siglo XXI es ayudarla a salir de
sus miserias y trampas palaciegas… y caminar con los pueblos, descalza como los
pobres de poder dominio y con las alforjas llenas de amor servicio.
Continúa la oración de Francisco de
Asís: “Oh, Maestro, haz que yo no busque tanto ser consolado como consolar; ser
comprendido como comprender; ser amado como amar. Porque dando es como se
recibe; perdonando se es perdonado; muriendo, se resucita a la vida eterna”.
Este es el corazón del Evangelio y de
la esperanza humana. ¡Cuánto bien pueden hacer a la humanidad los seguidores de
Jesús en el Vaticano y en el mundo entero viviendo esta oración como esperanza,
sentido y alegría de su vida! Eso transforma el mundo en lo pequeño y personal,
y en lo grande; en la economía, en la política y en el reconocimiento de las
culturas.
Jesuita
Qué nos puede aportar este primer
jesuita papa. S. Ignacio de Loyola (1491-1556), fundador de la Compañía de
Jesús, en los inicios de su conversión miraba el ejemplo de santo Domingo
(fundador de los dominicos) y de san Francisco y se sentía invitado a imitarlos.
“Si san Francisco hizo eso, yo lo tengo que hacer”. Juan XXIII hace medio siglo
buscó con el Concilio Vaticano II una profunda reevangelización de la propia
Iglesia Católica, más allá de estructuras palaciegas milenarias y del recital
de verdades de fe. Salir a vivir la fe en Jesús, fe llena de amor de Dios que
transforma el corazón e inspira la transformación de las estructuras sociales:
una fe que promueve la justicia y construye el diálogo y la paz en el mundo.
Los jesuitas, con el P. Arrupe al frente, tomaron muy en serio su renovación.
Jesús desde los pobres y excluidos nos revela el amor y que Dios es amor.
Francisco Javier es uno de los siete primeros jesuitas salidos de la
Universidad de París. Al jesuita Bergoglio también le inspira este Francisco,
el primero que rompió las fronteras entre Europa y la India, Japón, Oceanía y
China, no como mercader-conquistador, sino como testigo del Evangelio. Todo
jesuita pide a Dios que mueva nuestros afectos y gratitud “para que en todo
podamos amar y servir”. Este Francisco en carta de 1544 desde la India miraba
críticamente la Universidad de París donde él triunfó en deportes y estudios
porque veía que muchos “estudian más para alcanzar dignidades, beneficios y
obispados” y no para atender las necesidades humanas desde esos
“estados eclesiásticos”.
El papado, la curia romana y los
cargos eclesiásticos son para servir, no para recibir honores inflados. Bello y
exigente momento para la Iglesia, para todo el pueblo de Dios, no sólo para los
clérigos. También para reconstruir a Venezuela necesitamos ser instrumentos de
la paz de Jesús y en todo amar y servir, para cambiar a una vida digna para
todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico