Carenne Ludeña es una matemático venezolana de
la Universidad Central de Venezuela muy destacada. Ganadora del Premio
Fundación Empresas Polar “Lorenzo
Mendoza Fleury” en 2009.
Además, Carenne es una estadístico especialista en el área de
estadística matemática y probabilidad, con experiencia en el análisis de
eventos electorales. Ludeña ha sido miembro del equipo técnico de la Red de
Observación Electoral de Asamblea de Educación.
En el presente artículo analiza las posibilidades de una posible
victoria por parte de la oposición venezolana.
Por Carenne
Ludeña, 17/03/2013
Estos días
que corren me hacen pensar en un chiste que contaba mi padre: llevan a un
negro gladiador estrella al circo romano para que se enfrente a las
fieras. Al pobre le amarran las manos en la espalda, lo entierran hasta el
cuello y luego le sueltan a un enorme tigre de bengala. El tigre se abalanza
pero, en pleno salto, el gladiador logra morder al tigre en las bolas que sale
corriendo aullando de dolor…ante esto, indignado el circo entero comienza a
gritar “negro tramposo, así no se puede, juega limpio…”.
No creo
que nadie que haya vivido la historia reciente de este país pueda imaginarse
que las próximas elecciones previstas para el 14 de abril serán apegadas a la
normativa y a los reglamentos. Todos sabemos que habrá un uso abusivo
hasta el asco de los recursos del estado incluyendo los medios, los recursos
económicos del ejecutivo y las gobernaciones oficialistas, la logística, la
propaganda y pare usted de contar.
Sabiendo
esto, la pregunta clave es entonces en qué medida puede afectar este hecho al
resultado de las próximas elecciones y cuál es la mejor estrategia para
enfrentarlo.
Para
responder esta pregunta me parece conveniente comenzar por analizar ciertos
aspectos que han sido temas recurrentes en cada proceso electoral.
1 No hay evidencia de fraude electrónico masivo: desde el 2006 tanto los
partidos como organizaciones independientes han podido constatar que los
mecanismos puestos en marcha para el control y seguridad del proceso lo hacen,
en este aspecto, muy seguro. Esta afirmación se basa en un conocimiento a
profundidad del software y hardware utilizado que es revisado minuciosamente
por técnicos de los partidos e independientes, la utilización de códigos de
seguridad sobre todo el software utilizado que aseguran que el mismo no puede
ser cambiado durante las elecciones, la verificación sobre una proporción
elevada de todos los centros electorales del apego de las actas y los datos
presentados por el CNE y, finalmente, en la auditoría ciudadana que
sobre una muestra correspondiente al 54% del total de urnas señalan que los
resultados evaluados hasta ahora en más de 9 procesos no evidencian disparidad
alguna entre lo totalizado por las actas en número de votos y lo escrutado
manualmente. Sobre un universo de aproximadamente 34000 mesas el no
observar nada sobre la muestra implica que no hay nada con un error
estadísticamente despreciable. Los abogados del diablo insisten en que es
necesario lograr el conteo manual de todas las mesas, lo que
técnicamente no tiene ningún sentido. Más absurdo aún es pedir
retornar al voto manual. Todos los pretendidos males del voto electrónico no se
resuelven con el retorno al voto manual y en general, lo empeoran. Se argumenta
que en centros sin testigos de la oposición puede no seguirse la reglamentación
prevista para el sorteo de las mesas y así asegurar que hay mesas “donde se
hace trampa” que no son reportadas. Ahora bien, ¿qué haría que en esos mismos
centros sin testigos no se alterasen las actas logrando el mismo propósito sólo
que esta vez ni siquiera se cuenta con la boleta de la transmisión? El problema
de fondo es lograr la presencia de testigos en la mayor cantidad de centros
posibles, no el volver al voto manual.
2 No hay evidencia de alteraciones significativas del RE: desde el 2006
equipos técnicos de los partidos y de observadores independientes han realizado
labores de depuración importante. Sobre todo, se hizo un análisis exhaustivo
para determinar si era posible la existencia de un conglomerado de electores
“fantasma” dentro del registro electoral. Es decir, electores inexistentes que
votarían de manera virtual por el oficialismo alterando los resultados reales. Todas
las pruebas realizadas desestimaron esta hipótesis, pero seguramente la más
contundente de todas ellas es el análisis de los resultados que no siempre han
sido favorables para el gobierno, incluyendo el tan deseado estado Miranda en
las últimas elecciones. De existir este ejército sin duda hubiese sido utilizado
con resultados diferentes. Todo parece indicar entonces que, contrario a lo que
predican ciertos sectores opositores, los votos son emitidos por electores de
carne y hueso, de los cuales ya 6500000 votaron por Capriles en las últimas
elecciones.
3 El voto es secreto: no puede saberse quién emitió un voto determinado
a partir de la secuencia de las captahuellas o, si a eso vamos, por
procedimiento alguno. La verificación exhaustiva del software, del hardware y
los mecanismos de seguridad del software así lo aseguran. Lo que existe es la
percepción cultivada y alimentada por el oficialismo de que esto es así. Para
ello se lleva a cabo una campaña cuidadosamente diseñada en las oficinas
públicas, en los mecanismos de asignación y renovación de becas, ayudas,
viviendas y puestos de trabajo pero también entre proveedores y contratistas
del gobierno. De manera descarada. Salvando la encomiable campaña “el voto es secreto”, éste ha sido
posiblemente uno de los puntos más débiles de la oposición.
4 Uso abusivo de medios: es así y no es imaginable que tengamos el poder
de cambiar esta situación antes del 14 de abril. Sin embargo, el panorama es
radicalmente diferente al de una elección normal. Capriles hace menos de 6
meses estuvo en campaña por todo el país y fruto de su esfuerzo logró 6
millones 500 mil votos. La primera gran pregunta es entonces si la campaña que
pueda llevar a cabo Maduro, con el ya señalado abuso de poder, puede cambiar la
intención de voto de esos electores. La respuesta es, probablemente no. Lo que
puede cambiar ese número sin embargo, es que los electores, desilusionados o
asqueados decidan no ir a votar. La segunda gran pregunta es si Maduro, usando
de manera abusiva medios y recursos puede obtener todos los electores del
Fallecido. De nuevo, la respuesta es probablemente no. Lo que hará salir a
votar a un número no despreciable de electores será entonces el miedo. Miedo
a que se pueda saber el origen del voto (y, en consecuencia perder trabajo,
vivienda, becas, ayudas o contratos), miedo a que el proceso es viciado, pero
también, más recientemente, ha surgido un nuevo miedo: la idea de que la
difícil situación económica y política del país hará al país ingobernable para
cualquiera que no sea del oficialismo y que por lo tanto para la tranquilidad
de la patria, o en algunas versiones para que sea el oficialismo quién pague
los platos rotos, es necesario perder. Sorprendentemente, todos estos miedos
son alimentados por sectores de la propia oposición.
Pareciera
entonces que el futuro de los resultados de estas elecciones está mucho más en
las manos de la oposición de lo que se piensa: cada voto no emitido, cada voto
de abstención por protesta, por asco o por cansancio es un voto para Maduro.
Pasar esta idea no requiere costosas campañas, requiere activar redes. Por otro
lado, cada segundo pasado en discutir si el voto debe ser manual o si se debe
contar el 100% de las mesas en la verificación ciudadana es un segundo perdido
para el mayor desafío de este proceso que es vencer el miedo y las presiones
sobre los electores más vulnerables, que a final de cuentas, más allá de
concentraciones obligadas, o listas de 10 electores suministradas bajo presión,
se resuelve siempre en solitario, frente a la pantalla. Nosotros, como
oposición estamos en la obligación de dedicar hasta nuestro último esfuerzo a
mostrar que en este final solitario no hay presión posible pues el voto es
secreto. Finalmente, no hay argumento que justifique la conveniencia de seguir
por esta ruta cada vez más primitiva y destructiva. En el peor de los casos, un
gobierno de Maduro logrado por un estrecho margen no puede sino beneficiar a
los que no estamos de acuerdo con sus prácticas totalitarias.
Creo que
podemos ganar, pero esto requiere no confundir el pivote, allí donde hay que
aplicar la energía. Maduro intentará convencernos de que el abuso y la
intimidación son iguales a votos. A nosotros nos toca mostrar que no.
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