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lunes, 18 de marzo de 2013

De sucios y de ofensas


Por Mario Villegas, 17/03/2013
Columna de Puño Y Letra

Cuando le tocó enfrentarse a Henrique Capriles Radonski en la campaña para las elecciones presidenciales del 7 de octubre, el presidente Hugo Chávez Frías no ahorró calificativos, o más bien descalificativos, para referirse a su adversario político. Tal vez haya quienes no recuerden, o prefieran no recordar, que el Jefe del Estado le dedicó al gobernador de Miranda por lo menos los siguientes piropos: “majunche”, “cochino”, “apátrida”, “oligarca”, “golpista”, “lacayo”, “jalabolas”, “disociado”, “inmoral”, “antibolivariano”, “hipócrita”, “ignorante”, “fascista”, “muchacho bobo” y, el más ofensivo de todos, “la nada”.

Pero Capriles no era una excepción. A Manuel Rosales, otro candidato opositor con quien se enfrentó en 2006, llegó a decirle “desgraciado” y “malnacido”, así como para referirse a otros adversarios, tanto en el plano nacional como internacional, empleó expresiones como “borracho”, “ladrón de cuatro esquinas”, “imbécil”, “pendejo”, “cachorro del imperio”, “maldito” y pare de contar.

Nunca se le escuchó al presidente Chávez retractarse de ninguna de estas expresiones, como tampoco se le oyó a ninguno de los muchísimos voceros del chavismo criticar o siquiera marcar distancia de las frecuentes y profusas destemplanzas verbales del ahora fallecido mandatario nacional. Al contrario, la inmensa mayoría se las celebraba y las secundaba con nuevas y más estrambóticas ligerezas de su propia iniciativa. Ejemplos hay a montón.

De allí que resulte sorprendente ver cómo la cúpula chavista se escandaliza ahora de que Capriles haya manifestado alguna duda acerca del momento exacto en que falleció el presidente Chávez. Y más sorprendente aún es que el gobierno haya puesto a todo su aparato político-militar-comunicacional a construir, como en efecto logró hacerlo, una artificiosa matriz de opinión según la cual el otra vez candidato presidencial de la oposición incurrió en gravísimas ofensas a la memoria del presidente Chávez y a la familia de éste. ¡Válgame dios!

Independientemente de las virtudes que Chávez haya podido tener, que en efecto las tuvo como todo ser humano y que algún día la historia deberá evaluar sin mezquindad pero también sin exageraciones, lo cierto es que éste no fue una hermanita de la caridad o una Teresa de Calcuta, incapaz de agredir a nadie ni con el pensamiento, sino un verdadero y feroz fajador y confrontador, para quien la rivalidad política convertía al adversario en enemigo a destruir y, preferiblemente, a pulverizar. Lo cual, por supuesto, no autoriza a nadie a irrespetar o a burlarse del sentimiento de dolor que embarga a sus familiares, amigos, compañeros y a muchísimos ciudadanos que se han conmovido ante la muerte de un hombre que, mediante su contacto directo, la acción del aparato estatal o a través de los medios de comunicación, estuvo como nadie antes omnipresente en la vida de los venezolanos cada segundo de los últimos catorce años.

Inaceptable es también que se pretenda usar la muerte del Jefe del Estado para irrespetar, atropellar, humillar y atemorizar a quienes adversaron y adversan la figura, las ideas, la obra y el desempeño vital del fallecido Presidente.

Oír a una de sus hijas, María Gabriela Chávez, calificar a los opositores venezolanos de “enfermos” y pedirles que hagan política “y no sean tan sucios”, constituye una inadmisible generalización que irrespeta a millones de venezolanos cuyo derecho a la disidencia política está perfectamente anclado en nuestra Constitución Nacional.

Ya oímos a Capriles decir que si alguna palabra suya se entendió como una ofensa él le ofrece excusas a la familia del Presidente. Es de dudar que escuchemos a la señorita Chávez haciendo lo propio.

Y, a propósito. Según el presidente encargado Nicolás Maduro, lo más probable es que al llegar al cielo Chávez haya influido sobre dios para que seleccionara a un cardenal latinoamericano como nuevo papa de la iglesia católica. Olvida Maduro que en vida su comandante en jefe ya le había pedido a un fallecido cardenal, el venezolano José Ignacio Velasco, que lo esperara allá arriba, pero no precisamente en el cielo.


Mario Villegas
mariovillegas100@gmail.com

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