Por Mauricio Botero Caicedo
10 Mar 2013
Dado
el nivel de complejidad de la política y la economía venezolanas, incluyendo el
siniestro involucramiento de los hermanos Castro en los asuntos internos,
entender qué va a pasar en la Venezuela poschávez guarda similitud con la
respuesta de Churchill respecto a los acontecimientos en Rusia cuando estalló
la Segunda Guerra Mundial: “Es un acertijo envuelto en un misterio dentro de un
enigma”.
Chávez, quien según el anuncio oficial
falleció el pasado martes, en el mejor de los casos llevaba varios meses ‘más
allá que acá’ y muy probablemente estaba es ‘allá’. Haciendo abstracción de lo
que llevó a las personas que lo rodean a ocultar la verdad sobre la fecha real
del deceso, la realidad es que Chávez encarnaba los tres elementos que hacen
posible la gobernabilidad de una nación: legitimidad, legalidad y control de
los hilos del poder.
En un breve viaje la semana pasada a
la República Bolivariana, un cercano amigo esquematizó algunas razones de peso
por las cuales hoy en día en Venezuela los tres elementos indispensables para
gobernar: legitimidad, legalidad y poder recaen cada uno en una persona
diferente.
En primer término, la legitimidad es
de Nicolás Maduro, el vicepresidente ungido por Chávez, antes de viajar a Cuba
en diciembre pasado, como su sucesor. Maduro, antiguo chofer de los buses
alimentadores del Metro de Caracas, ha dado en reiteradas ocasiones pruebas
inequívocas de una lealtad canina que le ha permitido granjearse el apoyo
irrestricto de la hijas del ‘comandante’ y de la numerosa familia Chávez Frías,
incluyendo a los progenitores. Todo parece indicar que Maduro goza igualmente
del apoyo de los hermanos Castro, el nonagenario Fidel y el octogenario Raúl,
que hoy en día manejan con sinigual destreza los hilos del poder en Venezuela;
y cuyo sueño de una ‘Cubazuela’ puede derrumbarse de un día para otro dejando a
la isla Caribe sumida en la oscuridad. Maduro, para muchos más ‘chavista’ que
el mismo Chávez, es de aquellos que repiten bobadas como el que ‘la enfermedad
de Chávez fue provocada por los enemigos de la revolución bolivariana’.
La legalidad recae es sobre Diosdado
Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, un personaje bastante singular:
multimillonario, siniestro e inteligente. En 14 años este exmilitar se ha
convertido en el más preclaro ejemplo de la ‘boligarquía’ venezolana. Todo parece
indicar que el ‘establishment’ político está igualmente detrás del presidente
de la Asamblea. Adicionalmente Cabello maneja con singular destreza sus
amistades y contactos en las Fuerzas Armadas, repartiendo la mermelada sin
perjuicios y con generosidad; y tácitamente permitiendo los turbios y rentables
negocios del ‘Cartel de los Soles’.
Finalmente está Rafael Ramírez, cuyo
pomposo título es el de ministro del Poder Popular para la Energía y Petróleo,
y presidente de Pdvsa. Al manejar la caja registradora de Pdvsa, petrolera
estatal que alimenta el 85% del presupuesto del Estado, Ramírez controla los
hilos del poder económico y, según los expertos, es una de las pocas personas
que conocen el destino de cerca de la mitad de los ingresos petroleros que de
alguna forma hacen parte de una ‘caja negra’ que Chávez manejaba a su libre
albedrío.
Pero los triunviratos, como las mesas
de tres patas, son por definición inestables. Y si bien Maduro en su condición
de ‘ungido’ puede llegar a ganar las elecciones, no parece tener ni la
sagacidad ni el calibre intelectual para convertirse en el líder. Ramírez, al
no contar ni con la legitimidad ni con la legalidad, tendrá necesariamente que
ceder el poder económico. Diosdado Cabello, por su inteligencia y sagacidad, es
el que tiene las mayores posibilidades de convertirse en la cabeza del
triunvirato y eventual sucesor de Chávez. Capriles, sin embargo, les puede
arruinar los sueños a los tres.
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