EWALD SCHARFENBERG 24 MAR
2013
El
candidato de la oposición renuncia a una campaña casa por casa y lucha contra
el reloj a tres semanas de los comicios
Venezuela, que fue gobernada durante
casi tres meses por un presidente que no estaba, ahora vive una campaña
presidencial no declarada. Las normas anunciadas el 9 de marzo pasado por el
Consejo Nacional Electoral (CNE) para
las elecciones del 14 de abril —en las que se escogerá al sucesor del fallecido
presidente Hugo Chávez— prescribían solo 10 días de propaganda, del 2 de
abril al 11 de abril a la medianoche.
Sin embargo, este sábado, los dos
principales candidatos en liza coincidieron en la ciudad de Maracay, en el
Estado de Aragua, a unos 100 kilómetros al oeste de Caracas. El presidente en
funciones de Venezuela y heredero designado por Chávez del liderazgo
oficialista, Nicolás Maduro, cerró un acto convocado para lanzar un
movimiento juvenil contra la delincuencia.
Mientras tanto, en el sector El Limón
de la misma ciudad, el gobernador
del Estado de Miranda y candidato presidencial de la oposición, Henrique
Capriles, presidía bajo un intenso aguacero lo que denominó una “asamblea
de ciudadanos”.
No hay tiempo que perder. Se trata de
una campaña muy corta y, si no imprevista, sí sobrevenida, como la propia
muerte del líder después de una larga y todavía misteriosa agonía.
Su plazo no es la única singularidad
de la campaña. El principal cartel de la campaña de Maduro, por ejemplo, no
muestra una imagen del candidato: en su lugar aparece un plano del difunto
comandante. El lema que acompaña a la fotografía, “Maduro, desde mi corazón”,
está impreso en unos caracteres que remedan la caligrafía de Chávez, como
queriendo certificar con un manuscrito la voluntad expresa de viva voz por el
propio caudillo, a través de todas las televisiones en cadena nacional en
diciembre de 2012, de que Maduro fuera candidato.
Ambos competidores van a trabajar
contra el reloj durante la Semana Santa. Del triunfo de cualquiera de los dos
surgirá, además, el primer presidente caraqueño desde que Edgar Sanabria
ocupara el cargo en la Junta Provisional de Gobierno en 1959, tras el
derrocamiento de la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez.
También estos días se ha hecho notar
una coincidencia en el origen de sus apellidos, pues tanto Capriles como Maduro
proceden de la comunidad sefardí que se asentó en las vecinas Antillas
Holandesas antes de pasar a tierra firme venezolana.
Estas similitudes no consiguen
ocultar, sin embargo, las diferencias abismales en las condiciones con las que
cada contrincante aborda la campaña. Amparado por el aval póstumo de Chávez,
Maduro todavía no duda en usar el aparato del Estado. Según denuncia de Carlos
Ocariz, director nacional del Comando Opositor, desde que los candidatos se
postularon ante el CNE el 11 de marzo, el principal canal del Estado,
Venezolana de Televisión —fuente de la señal de los demás medios
radioeléctricos oficiales en determinadas ocasiones—, había dedicado 21 horas
de cobertura a los actos de Maduro. De ese tiempo, casi cinco horas y media
correspondieron a transmisiones en cadena nacional de radio y televisión.
Mientras tanto, no se había registrado cobertura alguna de eventos de Capriles.
“Las únicas veces que Capriles sale en el llamado canal de todos los
venezolanos”, denunció Ocariz en una rueda de prensa que ofreció el sábado en
Caracas, “son para ridiculizarlo”.
A la sombra del doble papel de Maduro
como presidente en funciones y candidato gubernamental, la confusión entre sus
comparecencias oficiales y las de la campaña electoral propicia el trasvase de
recursos públicos para la financiación de sus actividades políticas de
propaganda. El pormenorizado registro en bases de datos gubernamentales del
censo electoral —el censo de votantes se utiliza con frecuencia para cuestiones
de asistencia social— se convierte en una eficaz herramienta de inteligencia
electoral para las opciones de Maduro y, en algunos casos, hasta de presión
clientelar.
La vigente Constitución de 1999,
impulsada por Chávez, prohibió los mecanismos de financiación pública de las
campañas electorales. Capriles podría buscar entonces fondos entre potenciales
donantes privados, por lo general, empresarios que temen verse sometidos al
control del Estado como fuente de negocios o exponerse al acoso interesado de
las agencias reguladoras.
Para colmo, la atípica campaña ha
forzado a Capriles a deshacerse de su estrategia de visitas casa por casa que,
durante la pasada campaña para las elecciones de octubre de 2012, le generó
tantos beneficios. En una carrera corta, apuesta ahora por realizar actos de
masas en diversas localidades que puedan convertirse en acontecimientos
noticiosos. Según Ocariz, durante la semana pasada Capriles ha visitado 11
ciudades del interior del país.
No obstante, las oportunidades de que
el mensaje del candidato opositor se difundan parecen escasas. Globovisión, un
canal de información continua de tendencia claramente opositora, que está a
punto de ser vendida a capitales privados cercanos al chavismo, sigue haciendo
por ahora las veces de emisora oficial de la campaña de Capriles. Pero se trata
de una voz solitaria en el desierto radioeléctrico.
El propio Ocariz se quejaba desde la
sede del Comando Opositor de Capriles de que muchas radioemisoras privadas,
cercadas económicamente por el Gobierno, están buscando ya abiertamente un
acercamiento al chavismo y rehúsan difundir los anuncios de campaña del
candidato de la oposición.
Sin nombrarla, Ocariz acusó a la
presidenta de la Cámara Venezolana de la Radiodifusión, Enza Carbone, de
coordinar una labor de filtro y censura de los mensajes que la campaña de
Capriles intenta difundir a través de los medios. “Usted no es la que debe
revisar el contenido de las cuñas”, exhortó Ocariz, antes de exigirle a la
ejecutiva del gremio privado de televisión que abandone “ese mecanismo de
intimidación”.
No solo contrarreloj sino, además,
contracorriente, Capriles se juega sus opciones para el próximo 14 de abril.
Ligero, astuto y perseverante, se enfrenta al poder inclemente de un Estado
mastodóntico y multimillonario. La situación se asemeja a las fábulas criollas
de Tío Tigre y Tío Conejo, cuyas moralejas suelen recalcar la superioridad de
la astucia frente al poder. Con la diferencia de que, si se atiende lo que
hasta ahora dicen las encuestas y parece refrendar el escaso tiempo disponible,
en esta historia no parece que Tío Conejo vaya a ganar.
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