Por Jesús Alexis González, 07/06/2013
Venezuela en su aspiración
por un régimen moderno, inició en el año 1945 y con mayor énfasis desde 1958 la
perfección de un modelo económico con destino definido a la luz de dos posibles
orientaciones: (1) el Estado actuando como capitalista por intermedio de
empresas públicas sin la presencia del mercado; o (2) el Estado como conciliador de intereses contrapuestos entre un
necesario y naciente empresariado, el
mercado y las empresas públicas. La escogencia de la segunda alternativa
propició en las siguientes dos décadas (hasta 1978 cuando cae por vez primera
el PIB un sólido crecimiento (sin
inflación) impulsado con recursos humanos y financieros nacionales y
extranjeros, que se tradujo en una manifiesta
movilidad social y la formación de una pujante
clase media con efecto multiplicador en el mercado doméstico. A partir de
1980 (y la primera devaluación en 1983) el modelo
mostró su debilidad implícita: no existió correspondencia con la generación
de tecnologías y medios de producción vinculadas con nuestra realidad y creados
en suelo patrio en aras de impulsar la sustitución
de importaciones (insumos y tecnología), y con el desarrollo de un fuerte
mercado interno como condición para sostener y dinamizar el crecimiento económico;
tal debilidad alteró integralmente el modelo ante los efectos inducidos por la vulnerabilidad del sector externo de la
economía. Ante la pérdida relativa
de su bienestar, se hace presente en la ciudadanía una confusión sobre su causa (y desesperanza sobre sus consecuencias)
que llevó a una mayoría significativa a “concluir”
que la deficiencia en la administración pública y sus políticas (y más) eran inherentes al propio sistema
político-económico imperante y a la democracia misma. Esa confusión se
alimentaba igualmente de un alto nivel de corrupción (que se mantiene) y de una
caída en la credibilidad de los partidos políticos (que se viene superando);
todo lo cual propició la aparición
electoral de un nuevo enfoque: un
socialismo estatalista, contrario a la libertad individual y con nuevas
formas de generación, apropiación y distribución de los excedentes económicos;
bajo la denominación de socialismo del
siglo XXI con una ideología dogmática y una “doctrina económica” que
sostiene que el Estado y el Gobierno
bastan para solucionar las desigualdades y dificultades en un contexto de reforma social, reflejando una vanidad política apartada de las leyes
económicas (y de la “terca economía”) al extremo de pretender reducir la
democracia a un mero formalismo
electoral.
En esa ilusión de tránsito
hacia un Estado Comunal y su
correspondiente Sistema Económico Socialista, se crearon en el año 2001 las
“zonas especiales de desarrollo sustentable (zedes)” con la finalidad de
promover el desarrollo mediante la planificación de la economía por zonas (zonas
socialistas de producción); en complemento a la red de distribución socialista que en 2012 cuenta con 120 plantas
procesadoras, 10 centrales y 19.000 puntos para la venta de alimentos; mientras
que para 2013 estiman construir 54 Pdval, adquirir 20 carnicerías móviles
Mercal (para completar 29), poner en funcionamiento 5 bodegas móviles Abastos
Bicentenario e igualmente 27 sedes de Farmapatria (para llegar a 120); con el
propósito de demoler el mercado (¿?) y consolidar el Modelo Productivo Socialista, al igual
que el hecho comunal que según cifras de la Asamblea Nacional se habían
conformado hasta 2012 unos 43.801 Consejos Comunales, 3.000 empresas comunales
y familiares, 3.200 Consejos de Economía Comunal, 200 Comunas, 14 Distritos Motores y 3.150 Comunas (450 por
año) para localizar unos 39.000 Consejos Comunales, y así demoler la iniciativa privada (¿?). Esa pretensión de demoler la iniciativa privada y el mercado
sin haber estructurado la economía socialista estatal ni haber ponderado lo difícil de su reemplazo, se ha
traducido en un descalabro económico (que
los conductores del “proceso” niegan y ocultan bajo supuestas “guerras”,
acaparamiento y campañas mediáticas), habida cuenta de la caída en la
producción mercantilista con obvias consecuencias sobre el déficit de
producción, inflación y escasez de divisas, alimentos y bienes en general. En
tal contexto, las importaciones durante el 1999-2012 crecieron un 309%, las
exportaciones no tradicionales disminuyeron desde $ 5,5 millardos en 1999 hasta
$3,8 millardos en 2012, la industria manufacturera en 2012 creció un 0,29 % con
relación al 2011 versus un crecimiento poblacional del 27%, una estimación de
crecimiento para 2013 menor al 1% (con peligro de estanflación), en un ambiente
de inflación anualizada del 35,2% (con posibilidad de superar el 45% para
finales de año), puntual en mayo del 6,1%
una inflación en alimentos del 49,9% y un índice de escasez del 20,5%.
En fin, el denominado socialismo del siglo XXI no ha inducido transformaciones positivas (al contrario) en el ámbito
de la economía permitiendo ratificar que la libertad, la iniciativa
privada, la seguridad personal y jurídica, el mercado, la inversión nacional y
extranjera en un contorno de economía abierta, han de ser los ejes del desarrollo económico, lo cual no limita en
forma alguna adelantar políticas en procura de alcanzar un socialismo de tipo democrático.
Econ. Jesús Alexis González
@jagp611
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