Por Vladimiro Mujica, 20/06/2013
Lo que el gobierno está haciendo con las
universidades autónomas ofrece más de un punto de comparación con otro episodio
vergonzoso de la historia: el asalto al Congreso en 1848 por las tropas de José
Tadeo Monagas y una turba reunida a las puertas del Parlamento. El episodio
llevó a Fermín Toro a proferir su célebre frase: “decidle al general Monagas
que mi cadáver lo llevarán, pero que Fermín Toro no se prostituye” y, como ha
sido señalado por muchos historiadores, probablemente constituyó el primer golpe
de fondo contra la independencia del Poder Legislativo y su sujeción a los
caprichos y órdenes del Ejecutivo.
Lo que el Gobierno pretende hacer con las
universidades no es solamente un acto artero contra una institución esencial
para el país, sino que viola disposiciones específicas de la Constitución y las
leyes vigentes. Más allá de estos aspectos formales, pero absolutamente de
fondo para entender la naturaleza de la responsabilidad de la universidad
frente al país, está el hecho cada vez más evidente de que el conflicto,
cuidadosamente planificado por las fuerzas más trogloditas del oficialismo, es
político en su naturaleza y sus objetivos.
Se trata, en última instancia de una de las
expresiones más acabadas del drama que vive Venezuela desde hace más de una
década, donde una oligarquía aferrada al poder y a un proyecto profundamente
antihistórico y atrasado, pretende imponerle al país una forma única de pensar
de acuerdo a los cánones de un mal definido y peor puesto en práctica
socialismo del siglo XXI.
El Gobierno está violentando el Estado de
Derecho al pretender llegar a acuerdos con organizaciones ilegítimas y no
autorizadas para representar a los universitarios. En este sentido la conducta
fascistoide del chavismo, de orquestar organizaciones paralelas a las previstas
en la ley y que son reconocidas de facto por el Ejecutivo, es enteramente
análoga a la que se ha seguido con los sindicatos de otros sectores y en clara
resonancia con lo que las fuerzas de Mussolini hicieron en Italia para
construir un movimiento sindical gobiernero. Dos de las mayores contradicciones
de la revolución chavista es que esta se autoproclama defensora de los trabajadores
y actúa como un agente depredador de los obreros, y se autoproclama defensora
de los estudiantes y reprime y desconoce al liderazgo estudiantil.
El tema universitario, y la crisis terminal a
que el Gobierno pretende arrastrar al sector, reúne como ninguno las
características de un tema transversal a la sociedad venezolana, es decir, su
relevancia va mucho más allá de estas instituciones. Entender esto es clave
para organizar la respuesta de defensa de la universidad democrática. Parece
inevitable la conformación de un frente social de defensa de la universidad en
su doble papel de institución educativa y de generación de conocimientos no
sujeta a la emasculación del intelecto y el espíritu que pretende el Gobierno.
Este frente ya ha avanzado en su conformación y debe tener un perfil muy amplio
que le dé vocería a la sociedad civil en su conjunto a través de organizaciones
como los sindicatos, e individuos, que comprendan a cabalidad el rol decisivo
que esta alianza social puede cumplir en establecer una clara relación entre la
conflictividad social en general y lo que está ocurriendo con las
universidades.
La gravedad de la situación y lo que está en
juego para la sociedad, no solamente para los universitarios, le impone una
seria responsabilidad a las autoridades de las universidades autónomas y al
liderazgo universitario en su conjunto. La existencia de divisiones internas y
conductas que obedecen más a planes políticos pequeños y sin posibilidad de
éxito si no se actúa con decisión en este momento definitorio del futuro de la
universidad, son inaceptables. La intención de dividir al movimiento
universitario por la maniobra del Ejecutivo de proponer un aumento chucuto
unilateral de salarios, pretendiendo pasar por la puerta trasera modificaciones
sustantivas a la legislación universitaria que formaban parte de una ley que
fue vetada por el finado presidente Chávez, debe ser firmemente enfrentada y
ello exige mucha visión y unidad no solamente del liderazgo gremial sino de la
alianza social que se conforme para la defensa de la universidad.
Agachar la cerviz no es una opción
independientemente de que la situación económica de muchos profesores es
crítica. Ello es así porque los verdugos de la universidad democrática no van a
cesar en su plan político de castrar y tornar obediente a una institución que
se opone a sus planes de hegemonía cultural. La única defensa posible es obrar
como Fermín Toro actuó en su momento cuando le tocó cumplir su responsabilidad
frente a la historia. Combinar ética con la inteligencia política de elevarle
el costo a la conducta vergonzosa del gobierno es el nombre del juego.
Valdimiro Mujica es miembro de Compromiso Ciudadano
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