BBC Mundo VIERNES 21 DE
JUNIO DEL 2013
Las protestas crecen
en número de participantes y en alcance geográfico. Hasta un millón de personas
salieron el jueves en unas cien ciudades, pese a los intentos gubernamentales
de calmar a la población
Diogo Cunha fue parte del millón de
brasileños que salieron a las calles el jueves a mostrar
que las protestas que sacuden su país aún crecen, pese a los intentos de
las autoridades de calmarlas con bajas de tarifas de transporte y otros gestos.
“La tarifa de ómnibus no es el único
motivo de la manifestación: el país está cansado de la corrupción,
de los privilegios de los políticos, del desorden en la educación y la salud”,
dijo Cunha mientras asistía a una marcha masiva en Rio de Janeiro, una de las
más de 100 ciudades de Brasil donde hubo protestas.
“Básicamente tenemos que cambiar un
país entero, no sólo el boleto de ómnibus”, añadió este técnico electrónico de
32 años en un diálogo con BBC Mundo.
El aumento de las manifestaciones en
número de gente y ciudades, varias con escenas de violencia que incluyeron un
muerto, llevó a la presidenta Dilma Rousseff a cancelar un viaje a Japón y
convocar una reunión de emergencia de su gabinete para este viernes.
Dos preguntas simples sobrevolarán ese
encuentro: ¿por qué aumenta la revuelta popular en un país que era
presentado como modelo de progreso económico y social? ¿Y qué puede hacerse
para apaciguar la situación?
Y todo indica que ninguna de las dos
interrogantes tiene respuesta simple para las autoridades brasileñas.
“MÁS DIFÍCIL”
Las rebajas de las tarifas de transporte colectivo anunciadas esta semana en Río, Sao Paulo y otras ciudades del país donde acababan de aumentar era el reclamo más visible de las protestas callejeras cuando arrancaban hace dos semanas.
Pero la gama de demandas que se se
incorporaron con los días y se escucharon en las calles el jueves es amplia y
los propios manifestantes admiten que su resolución será más ardua que en el
caso de la tarifa de transporte.
“Con seguridad va a ser más difícil”,
comentó Daniela Peixoto Tavares, una abogada de 38 años que manifestó en Rio
con un cartel “contra la impunidad”.
“Sacar corruptos del poder es muy
difícil”, agregó.
De hecho, si hay un denominador común
en las protestas es el descontento con los gobernantes y la clase política
brasileña en general, en general expresado de forma pacífica pero a veces
también con ira.
Las manifestaciones de este jueves
volvieron a dirigirse hacia símbolos de poder.
En la capital Brasilia, un grupo de
personas intentó invadir el ministerio de Relaciones Exteriores y lanzaron
objetos contra sus ventanales. La policía respondió con balas de goma y gases
lacrimógenos; hay reportes de al menos 30 heridos.
En Rio la protesta de 300 mil personas
tenía el objetivo de llegar a la sede de la Alcaldía, pero la policía lo
impidió tirando gases lacrimógenos y balas de goma. Los incidentes se
extendieron por el centro de la ciudad y dejaron más de 60 heridos.
Los manifestantes tuvieron también
consignas contra el Mundial
de Fútbol 2014 en Brasil, que ven como un despilfarro de recursos públicos
en estadios y obras asociadas en un país con problemas grandes de educación y
salud.
Varios carteles publicitarios
relacionados a ese evento deportivo fueron destrozados con furia por los
manifestantes a lo largo de una avenida céntrica.
“DIVORCIO”
Paulo Henrique Martins, un brasileño que preside la Asociación Latinoamericana de Sociología, dijo que en estas protestas “es importante señalar en divorcio entre los partidos políticos y movimientos sociales”.
A su juicio, eso apunta a la
importancia de una reforma política que será una bandera importante para las
elecciones del año que viene.
“Los principales mentores (de las
protestas) son estudiantes universitarios o jóvenes profesores que vienen
debatiendo en las aulas (…) el problema del deterioro de la gobernabilidad en
Brasil”, indicó Martins a BBC Mundo.
Los especialistas advierten que
resulta difícil predecir cómo seguirá este movimiento, que tuvo un muerto en Ribeirão Preto atropellado por un auto cuando
participaba de una manifestación, algo que podría agudizar las tensiones.
Pero el jueves también pudo
comprobarse que la ola de protestas que comenzó en las grandes ciudades del
país ya alcanza a otras de menor tamaño.
La falta de un liderazgo claro y de
una estructura orgánica del movimiento vuelve aún más difícil cualquier
negociación para los políticos.
En la manifestación de Rio hubo
carteles y gritos contra Rousseff, pese a que el martes saludó las protestas
como positivas para la democracia.
El alto índice de aprobación del gobierno
de Rousseff ha caído ocho puntos entre marzo y junio según dos
encuestas recientes (que no incluyen el efecto de las protestas), un fenómeno
atribuido a la insatisfacción de los brasileños con el alza del costo de vida y
el deterioro de la situación económica.
Pero el blanco principal de las
críticas de los cariocas fueron el alcalde y el gobernador estatal de Rio, pese
al anuncio que habían hecho el miércoles de rebajas del precio del transporte
público, lo mismo que en Sao Paulo.
Adriana Benedict, una profesora universitaria de 58
años y con la cara pintada en amarillo y verde para la manifestación en Río,
también dijo que hay motivos para seguir con las protestas después de la baja
de tarifa de ómnibus.
“Bajó, pero el transporte público no
mejoró”, comentó, “y encima se amenazó con sacar el dinero de una supuesta
inversión en la salud, que nadie sabe dónde está”.
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